Eran una oposición consistente, un ex priísta los formó y los usó para ganar en 2004, pero no les dijo que ese poder era finito si anteponían su miserable soberbia
El próximo 20 de agosto culmina el turno de Carlos Carreón Mejía al frente del Comité Directivo Estatal (CDE) del PAN, y una nueva etapa tiene que iniciar en ese partido, enfrentado a su realidad el pasado cinco de junio.
Carreón solo es el alfil de Adriana Dávila Fernández, la ex candidata a gobernadora por segunda ocasión, y responsable de quitar a su partido la oportunidad de retornar al poder, vía una alianza con el PRD –como ocurrió en Veracruz, Durango y Quintana Roo.
La apizaquense siempre estuvo consciente de su desventaja. Dicen que se dejó usar por Mariano González, y hay hasta quienes afirman que este la premió con una cantidad millonaria para impedir la alianza con los amarillos.
Faltarían 15 días para los comicios y una llamada del sistema marianista entusiasmó a Adriana. Le pedían enviar a alguien de nivel para iniciar con el proceso de entrega-recepción.
Y llegó Cocoa Calderón a llenar ese hueco. Creían que la cosa era seria. Sí… creen en los milagros, porque en los hechos y con un dirigente como Carreón, hicieron todo lo posible por autodestruirse.
O sea, además del engaño todavía no dejan de burlarse de ellos.
Que Adriana se haya proclamado ganadora de la contienda fue la conclusión de esta mala historia. Y se quemó ella. Y se quemó Ricardo Anaya. Nada más que el queretano no tuvo las prerrogativas que la tlaxcalteca. Al día siguiente, penosamente reconoció que le faltaron varias decenas de miles de votos para poder alzarse con el triunfo. Solo unas cuantas.
Fueron los peores momentos para un partido que en 2004 atizó un puntapié al perredista Alfonso Sánchez Anaya, y lo echó de Palacio. En esas fechas al abanderado del PRI, por cierto Mariano, lo afectaron los tremores porque lo superó el panista Héctor Ortiz Ortiz.
En realidad ni Sánchez Anaya pertenecía a una verdadera Izquierda, ni Ortiz al partido de Derecha. Los dos, pupilos de Beatriz Paredes Rangel, se vieron orillados a dejar al PRI, con tan buena suerte que le ganaron. Eran los tiempos de los partidos-franquicias.
Y de 2004 a 2010, el PAN gobernó Tlaxcala (okey, era el PRI usando a un grupo de panistas) nombres como Sergio González, Adolfo Escobar Jardínez y Benjamín Ávila Márquez, entre muchos otros, dejaron de ser figuras decorativas en el escenario democrático, y asumieron funciones de autoridad, casi siempre con un consiglieri que en realidad era el encargado de gobernar, mientras ellos se dedicaron a la dolce vita, creyendo que ese poder lo habían ganado legítimamente.
Cuando el presidente Felipe Calderón Hinojosa –acaso animado por sus constantes estados etílicos- colocó a una simple cristiana en el redil de la política, comenzó el viacrucis para un partido que pudo haber ensanchado su permanencia en el poder.
Su ungida, sin soporte ideológico y sin principios en la política, optó por adoptar el lenguaje y hasta los desplantes de la familia presidencial. Y aunque llovió dinero federal en Tlaxcala, perdió la elección en 2010, ante Mariano González, el mismo que el cinco de junio, dicen sus biógrafos, metió a su paisana en una dinámica efectiva para desactivar a la perredista Lorena Cuéllar Cisneros.
Y le salió la jugada.
En el proceso electoral hubo tantas acciones fuera de la lógica… como el que Adriana facilitara la llegada de la priísta Guadalupe Sánchez Santiago al Congreso local vía la primera posición en las candidaturas plurinominales.
Ya iban en caída libre.
La credibilidad de Adriana y su escudero Carreón, estaba en el suelo. Habían hecho del partido un casino. Apostaban a sacar más dinero a tal grupo o a tal aspirante. Era un bacanal, cuyo estrepitoso final se dio al conocerse el verdadero valor electoral de Adriana, el cinco de junio.
La reconstrucción
No quedó piedra sobre piedra. Hoy mismo no existe autoestima de los panistas tlaxcaltecas. Saben que tienen que voltear hacia un liderazgo donde puedan converger todos los grupos.
De aquél partido gobernante quedó todo en ruinas. Conservan algunas diputaciones y unas cuantas alcaldías. Perdieron la Capital. No era para menos con el actual gobierno que ya le urge entregar el poder.
Tienen que tocar fondo para ir pensando en una verdadera recomposición. Abundan los elementos valiosos, pero las decisiones se tomaban con las patas, y a esos talentos los soterraron.
Ya los veo en una mesa donde todos acudan con voluntad. Los fracasos, esos no se pueden remediar, pero sí en cambio deberían pensar en el 2018 y en la falta que hacen los votos azules tlaxcaltecas a Ricardo Anaya, o a Márgara Zavala, o a Rafael Moreno Valle.
Los panistas no tienen opción, se reinventan o siguen en caída libre.
A ver, ¿a quién ven ustedes con el perfil para superar este desafío?
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