A quién o a quiénes les debemos agradecer la reunión que parecía imposible de lograr.
Ver sentados en una misma mesa y compartiendo el pan y la sal a la gobernadora de Tlaxcala Lorena Cuéllar Cisneros con sus auténticos adversarios y enemigos políticos, los senadores reeleccionistas de Morena Ana Lilia Rivera Rivera y José Antonio Álvarez Lima, es un gran mérito que alguien deberá presumir.
No pasaron ni ocho días de los duros señalamientos que lanzó la campesina metida a senadora contra su oponente la mandataria, cuando decidió dejar sus austeros jeans que utiliza en su campaña para recurrir a un coqueto y elegante vestido que le permitiera lucir sus piernas y aparentar que es más joven que su disque acérrima rival.
Álvarez Lima optó por suspender su juego de ser titiritero y asumir la disciplina priista que lleva en su formación y corazón, la cual suele esconder en su camuflaje de hombre de izquierda para estar en sintonía con los hombres y mujeres poderosas que hoy controlan a Morena y a la Cuarta Transformación.
El longevo político suspendió por unas horas su soterrada grilla contra los Cuéllar Cisneros y acatar la instrucción de sentarse con la jefa política de la entidad para, según los participantes en este inusual encuentro, demostrar que hay unidad en Morena, una unidad tan falsa que sólo los ilusos pueden creer.
La pésima idea de difundir la fotos de la reunión no sólo evidenció que el gobierno lorenista está metido en el actual proceso electoral, sino que alguien le llamó la atención para que deje de operar exclusivamente a favor de los aspirantes al Senado por el Partido Verde Ecologista de México que lleva como aspirante al ex secretario de Gobierno, el ex panista Sergio González Hernández.
Aunque se apresuraron a aclarar que se abordaron temas legislativos, la realidad es que los enemigos políticos de la gobernadora son senadores, pero también son candidatos de Morena a la Cámara Alta del Congreso de la Unión y éstos sostuvieron un encuentro en horario laboral que se llevó a cabo en Casa de Gobierno, donde además estuvo el representante de la aspirante presidencial de ese partido, Claudia Sheinbaum Pardo, el malhumorado diputado federal Armando Contreras Castillo y el convenenciero secretario de Gobierno de Tlaxcala, Luis Antonio Ramírez Hernández que lo mismo palomea candidaturas, baja aspirantes y funge como coordinador general de las campañas de los morenistas en la entidad.
La idea de vender la apariencia de una fingida unidad no les resultó. Sólo basta con ver las imágenes compartidas en redes sociales para comprobar que todos se sentían incómodos, lo que deja entrever que alguien poderoso ordenó a la gobernadora Cuéllar y a los senadores Rivera y Álvarez dejar por ocho días sus diferencias y simular que están unidos, sobre todo ahora que la abanderada presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, visitará Tlaxcala el próximo 30 de abril.
Me queda claro que el encuentro fue una instrucción que todos, o casi todos, acataron voluntariamente a huevo, menos el secretario de Gobierno, Luis Antonio Ramírez, quien suele aprovechar lo que le conviene para aparecer como el gran político y operador.
La que quizá salió ganando de esa forzada reunión fue la gobernadora Lorena Cuéllar, quien llevó a sus rivales y críticos a su territorio y sus dominios, haciendo quedar muy mal a los dos senadores reeleccionistas que no hacen más que descalificar y hablar pestes de ella cada que pueden.
Y la que sin duda quedó en ridículo fue Ana Lilia Rivera que a mediados de abril declaró: “Que me escuche el que quiera, que se enoje el que se enoje, pero el pueblo consciente de Tlaxcala me dice todos los días, muy bien por nuestro presidente (Andrés Manuel López Obrador), pero aquí (Tlaxcala) todavía queremos sentir lo que se siente tener un gobierno que no falle, que no traicione, que no robe y que no engañe a su pueblo”.
La oriunda de Calpulalpan sufrió una amnesia repentina y su verborrea de mujer de izquierda no apareció por ningún lado y al parecer se olvidó del pueblo al que tanto dice amar y defender. Su soberbia y prepotencia con la suele conducirse desapareció por arte de magia para asumir un papel dócil, sumiso y obediente que pocas veces se le ve.
El que perdió fue Sergio González porque si su proyecto para ganar la primera minoría al Senado por el Partido Verde Ecologista de México tenía problemas para seguir avanzando, con el jalón de orejas que alguien le dio a la mandataria tlaxcalteca para trabajar por Morena lo dejará desamparado y con pocas posibilidades de disputar esa posición a la incansable priista Anabell Ávalos Zempoalteca que no deja de crecer en las preferencias electorales.
Será que ahora los dos candidatos propietarios al Senado invitarán a hacer campaña a sus suplentes Eréndira Cova Brindis y Luis Vargas González, quienes hasta el momento han sido relegados por ser lorenistas.
No sé si coincide conmigo, pero la reunión de ayer tuvo un evidente tufo priista que nos hizo pensar que Morena es el nuevo PRI.
O no.
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