El dandy del IFE tendrá seguramente motivos para desear largarse a otras plazas, para seguir ganando con la misma falta de compromiso.

El consejero presidente del Instituto Federal Electoral, Leonardo Valdés Zurita, niega categóricamente ser un tibio en el proceso.

Hace falta ser muy perverso para alcanzar los niveles de permisividad en este proceso electoral, gracias a los cuales se abre y se cierra arbitrariamente la llave de las injurias y se permite a cada cual presentar encuestas cuchareadas, manipuladas y amañadas y, ni siquiera registradas ante el órgano rector.

El resultado es la pachanga que hoy vivimos. Televisión y radio usados como tierra fértil para sembrar el odio, para polarizar a las distintas militancias, en una confusión peor que al inicio de las campañas y con declaratorias de triunfo anticipado, ante una pasividad inédita, como decíamos rechazada por el pequeño hombre del bigotito cano y la ilegitimidad que levanta suspicacias.

Todo, claro, a nombre de la democracia.

Una rara democracia que argumenta reglas claras, pero deja hacer … deja pasar y crece las sospechas de maniobras harto complejas como para tacharla de parcial y de sumisa, espantada con los escotes generosos, mas conforme con la monstruosidad televisiva de los Ferrices de Con, de las Adelas, de los Dórigas.

Eso si, decíamos, todo esto bajo los auspicios de los interesados en desplegar una democracia que, pareciendo tal les permita izar su bandera el primero de julio.

Guardando proporciones

Ante un liderazgo (¿cuál?) tan a lo Valdés Zurita, surge entonces en Tlaxcala la posibilidad de contar con una reproducción pirata de esos estilos, encorbatarla, relamirle el cabello y presentarla en la persona de Marcos Rodríguez del Castillo, hombre de finos modales como no lo es su compromiso con la plaza.

Hasta eso, se le ve sin prisas por salir del compromiso. Ajeno al grotesco cierre de puertas en la radiodifusora de Apizaco a todo proyecto no amigo de la bella concesionaria (nostalgia) jugando un doble rol en esta obra que requiere de socios así, como el dandy este del órgano electoral, dispuesto a desplazar al Pana como el último de los románticos…

Si del otro lado ha sido denunciada una ex primera dama por presionar como no se debe a las familias pobres para obtener un beneficio a cambio… eso, eso puede esperar a que pasen las elecciones. Total, en un pueblito como este, lo bueno es conservar las amistades superando tempestades como esta que dejará de ser vigente dentro de escasos diez días.

Vaya sentimiento de frustración

La responsabilidad de la institución del tamaño del IFE en tiempos de alternancia es magnánima, pero cuarenta y dos por ciento de los mexicanos tiene desconfianza de la organización de los procesos electorales.

Con las millonadas que ganan y con las históricas inversiones hechas, yo creo que las tibiezas del consejero Leonardo se hallan fuera de contexto.

Se supone que el respeto garantizado a la voluntad ciudadana es el único objetivo del organismo. Debería ser el puerto firme para los millones de mexicanos empadronados.

Hoy, sin embargo, se hallan boletas de más en Oaxaca. Y quejas y denuncias al por mayor. Escándalos de millones de dólares, regalitos, muchos regalitos en la víspera de las votaciones.

¿Y a qué se limita el papel del árbitro?

Eventualmente sacan del aire algún spot pasadito de la raya. No tanto porque los criterios de los consejeros hayan encontrado razones de peso para ponerlo fuera, sino para equilibrar a su arbitrio el concurso de mentadas de madre entre los candidatos.

¿Entonces qué valió pena de esta histórica inversión?

Sin duda, los debates y su naciente contraste real de ideas. El miedo al tiempo y a los cambios de humor de los candidatos autocensura la iniciativa de los organizadores.

Pero aquí en Tlaxcala, Marquitos fue incapaz de organizar un solo debate.

Si no fuera por el esfuerzo aislado de los candidatos, al árbitro se le hace tarde para echarse a dormir la siesta.

¿Qué nos deja entonces la autoridad electoral en Tlaxcala?

La campaña más charra de la historia. La única donde cualquier asunto requiere triunfadores a priori… donde cualquier intento de discurso fue abatido por los odios entre las mismas militancias.

Adrianistas contra orticistas. Marianistas contra priístas.

A eso se limitó el papel del árbitro.

Un simple observador que sinceramente nos sale demasiado caro, no solo en términos económicos, sino en aquella frustración de la que hablaba aquí arriba… teniendo nuestras esperanzas depositadas en tal autoridad, a estas alturas debamos tragar nuestro coraje, viendo como se hinchan de inacción, como pensando en la fecha en que han de largarse a seguir haciendo dinero en otras plazas.