Contra la oferta de 250 mil votos para Peña Nieto, puede ser que en Tlaxcala se alce AMLO con un escandaloso triunfo, operado por el primo de Mariano González.
Andrés Manuel López Obrador cierra hoy campaña en Tlaxcala. Trae el más reciente cochupo descubierto, esta vez a los gobernadores priístas, de quienes el tabasqueño reprueba la cuota de votos como si viviéramos en los tiempos de don Fidel Velázquez.
¿Cómo le hagan?, es su problema –según AMLO- la cuestión es aportar el número suficiente de sufragios en el transcurso de las votaciones, de tal forma que el candidato tricolor, Enrique Peña Nieto, cuente con la tremenda ayuda de los estados con un gobernador de su partido.
Y es en estos momentos tan cercanos al compromiso con las urnas cuando, se establecen parámetros de triunfo, basados en la teoría: “el que tiene más saliva, deglute más pinole”.
En otras palabras, a semana y media de la elección, un candidato pobre tiene un destino aciago, pese al buen posicionamiento alcanzado.
He ahí la médula de la democracia a la mexicana:
1.- El escenario artificial de una ventaja inalcanzable en las encuestas (más de 18 puntos a favor de Peña según Mitofsky) almacena en el subconsciente de los millones de potenciales votantes sin más alcance informativo que la televisión abierta, la idea de que su voto es innecesario pues, la elección ya está definida.
2.- Logrado ese engaño colectivo, al tricolor le restaría repartir regalos a discreción y anunciar un presunto pago por cada voto depositado en la urna.
Y no es que los llamados, “poderes fácticos” (vaya frase acuñada por una molesta izquierda) sientan antipatía por “López”, como cariñosamente lo llama el tristemente célebre Pedro Ferriz de Con, sino aungustia porque sus inversiones multimillonarias dejarían de producir de forma exponencial ante la eventual llegada de alguien ajeno al grupo que parte el pastel.
Esta guerra será ganada por aquél grupo con más estrategias. Y al PRI, eso del maquiavelismo le viene de origen.
Millones de jóvenes de las clases medias, accionaron con el #Yo soy 132 el rechazo a la vulgar manipulación a través de ciertos medios, la mayoría comprometidos hasta el cuello a vender sus contenidos, bajo argumentos farsantemente imparciales.
Esa élite mediática influye en la enorme mayoría de los mexicanos.
Seré cauto para no caer en parcialidades, pero aquí el papel protagónico ni siquiera lo tienen los partidos y sus doctrinas. No… les corresponde a Televisa, a TV Azteca, a la mayoría de radiodifusoras que actúan como soldados calderonistas dispuestos a morir en la raya, claro a la voz de: ¡viva la democracia!
Es en esa trinchera donde ha desaparecido la diferencia entre PAN y PRI.
Aparecen grotescos personajes que deben su existencia a la mercadología. Fox encabeza la lista. Es un sujeto despreciable a quien poca vergüenza le causa el haber sacado al PRI a patadas de los Pinos y, hoy alentar el regreso.
Actúa como si conformase aquellos molestos poderes fácticos. Pero cuánto daño causa al partido que lo hizo Presidente. Para los panistas Fox es sinónimo de traición. Para los priístas, la flaca ayuda de un mamarracho obsesionado con cerrarle el paso a “López Chaves”, como le ha dado últimamente en llamarlo.
A nivel local
Qué mejor ambiente para el protagonismo del mandatario local, que la petición del partido al que tantas veces negó, para congraciarse y tal vez hasta planear el abandono del compromiso de mando obtenido en las urnas.
No tardó tiempo para hacer su ofrecimiento: 250 mil sufragios.
¿De dónde?, ¿cómo?, ¿qué hará con el voto de castigo, ganado a pulso con aquellos desplantes de contador privado empeñado en los elogios de la comunidad libanesa del DF?
Por encima de perredistas supeditados a Mariano, el efecto Peje tiende a alcanzar un escandaloso triunfo en Tlaxcala. Un poco por la operación del estratega, ex priísta, ex gobernador, pero eso sí tan hacendado como su primo el actual tlatoani, Alfonso Sánchez Anaya. La otra causa es el peso del propio tabasqueño, a quien cada vez más sectores le ven tamaños para asirse a la conducción del país.
Hay un factor más. El orticismo. Herido en su orgullo por las mismas porquerías dentro del partido que había comprado en calidad de franquicia, el líder de este grupo, Héctor Ortiz Ortiz, tendría registros muy altos en las encuestas.
Tanto, que muchos aseguran su llegada al Senado, muy a pesar de que llevará en sus hombros a la ex candidata al gobierno, Adriana Dávila Fernández, una de las nuevas ricas del calderonismo impune, de aquellas señaladas por Proceso viviendo el sueño americano… tras la renta de modestos apartamentos a la posesión de residencias para millonarios.
El papelazo de Beatriz
En esta mascarada de los cuates defendiendo sus intereses y haciendo equipo para linchar a AMLO, la gran decepción se encarna en la paisana Beatriz Paredes Rangel, quien se halla en grave riesgo de caer hasta la tercera posición, bajo la causa de Isabel Miranda de Wallace, la panista a cuya causa nadie daba cuartilla, pero que con la consistencia de alguien que sabe enfrentarse a criminales, ahí la tiene como una potencial y digna candidata que logre la segunda posición, frente a un candidato de la Izquierda, Miguel Ángel Mancera… inalcanzable.
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