Según fuentes de fiar, la negociación entre el ex gobernador y Nueva Alianza, pueden concretarse en cualquier momento… así, el PAN se deshizo de su mecenas y aceptó de buen agrado volver al último lugar, donde siempre estuvo.
Maltrecho por la tremenda derrota del pasado 19 de febrero ante Adriana Dávila Fernández, para ver a quién correspondía encabezar la fórmula al Senado, el ex gobernador Héctor Ortiz Ortiz, activó un plan B que reanimara a su corriente –el orticismo- pues aquél fracaso apabulló a sus huestes, condenadas limitar su trabajo a un eventual triunfo de la seño Adri en las urnas.
Era necesaria la intervención de una vieja camarada, Rosalía Peredo Aguilar, para tender la mano a un amigo en desgracia, sufriendo la persecución marianista, cuyo líder está dispuesto a encarcelarlo en la primera oportunidad.
Los buenos oficios de aquella dirigieron sus pasos a partido que recién le abrió sus puertas: Nueva Alianza.
Así que con esa palanca y la añosa amistad con algunos maestros dedicados de tiempo completo a la grilla, comenzó a tejerse la nueva y sorprendente posibilidad que alía al hoy ex panista con un magisterio que tiene viejas deudas por cobrar al actual gobernante tlaxcalteca, comenzando por aquél desplazamiento de Miguel Ángel Islas Chío, a inicios de sexenio.
Lastimado por aquél machetazo a caballo de espadas asestado por Adriana Dávila y Sergio González, el ex gobernador tenía que urdir una serie de acciones con consecuencias, a corto y largo plazos.
Para empezar habría que hilar, en segundas nupcias un descalabro más a la desincronizada Dávila, cuya sobreactuación en el proceso interno volvió a exhibir al chivo en cristalería con el que suele mover sus delicadezas.
1.- Da la espalda a Calderón y su recomendado Neto Cordero, se pasa a la fila de Josefina Vázquez Mota, y resulta en el lugar 17 de la lista plurinominal al Senado. O sea, Calderón dejó de ver en la apizaquense al ente leal e incondicional. Y le soltó la rienda…
2.- Dávila y Sergio González, conformaron una especie de dupla maligna dispuesta a cobrar a Ortiz aquella supuesta maniobra que los llevó a perder la elección en 2010. Y lo hicieron pomada en el proceso interno, suponiendo que postrado el individuo no tendría más que aportar cuatro de cada diez votos del PAN a la causa de la Dávila.
Qué daría más placer al hoy ex aspirante panista que ver en picada a la ingenua Dávila… es más, mandarla a una cuarta posición, en el contexto de lo que el PAN siempre ha sido en Tlaxcala, salvo en la temporada que vendió sus activos a este grupo.
Fue entonces que el PAN pudo tener su sede propia, aunque en la más absoluta opacidad. Que los panistas hicieron gobierno, pese a provenir de aquél instituto con “brillantes individualidades” de las hechuras de Luis González Pintor, ó del magnánimo Juan Bárcenas González (por cierto sobrino del gobernador).
Hoy, ese idilio se acabó. Al PAN le corresponde un bien ganado tercer o cuarto lugar. Y lo peor, Adriana se enfrenta al peor momento de su vida política, casi en línea de salida del fin de sus días en la grilla.
Han tenido que salir al quite peones entre los peones con algún dominio en la web, pero con las mismas debilidades, de alzar sus naguas para recibir conformes sus correspondientes raciones, a cambio de migajas. ¿Su labor?… suponerse competitivos por su carácter virtual, no le aunque sus alcances tan finitos.
Semanas antes de concretarse el virtual divorcio entre Ortiz y el PAN, personajes como Sergio González Hernández, ya lo sabían. Nada hicieron para evitarlo. Se vieron a sí mismos culminando la etapa de bonanza (Secoduvi-Segob-Congreso) y, resignados aceptaron que todo acaba… hasta los buenos tiempos.
Ni siquiera el tiempo que resta al calderonismo equivaldrá a la flama adrianista que se apaga. Al momento en que le deje de fluir la riqueza del gobierno federal, todo habrá acabado.
Tuvo la oportunidad de su vida, mas al enfrentar a su cándida nulidad quedo como hoy… lástima.
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