La disputa de las bandas criminales del vecino estado de Puebla ya golpeó y perjudicó a Tlaxcala, entidad que los maleantes han utilizado y escogido como tiradero de cadáveres ante la incapacidad de Alberto Perea Marrufo, titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, para montar un operativo que realmente blinde al estado y ponga un freno a esa deleznable práctica.

 

 

 

 

Hace unos días le comentaba que ningún de los cuatro secretarios de Seguridad Ciudadana de Tlaxcala (Alfredo Álvarez Valenzuela, el General Brigadier del Estado Mayor en retiro, Raúl Ruiz García y el ex fiscal de Guerrero Ramón Celaya Gamboa) pudo impedir que los maleantes poblanos cruzaran hacia la entidad para arrojar cuerpos de personas asesinadas en el vecino territorio.

 

Ayer, nuevamente se presentó ese lamentable fenómeno, pues durante la mañana se reportó el cuerpo de una persona envuelto en plásticos negros y encintado a un costado de la carretera vía corta Puebla Chiautempan.

 

A los pocos minutos se supo de otro cadáver más abandonado con signos de violencia en la comunidad de San Mateo Ayecac del municipio de Tepetitla de Lardizábal.

 

Hasta anoche la Fiscalía General de Justicia de Tlaxcala se mantenía hermética sobre esos dos trágicos hallazgos, sin embargo trascendió que las personas serían oriundas de Puebla, tal y como pasó con las cuatro que fueron encontradas hace unos días en el municipio de Tenancingo.

 

Alberto Perea está rebasado y como lo comenté hace unos días su estrategia para garantizar la seguridad en Tlaxcala es un fracaso y su cacareada coordinación con Puebla y las policías municipales es una falacia.

 

Quizá hoy en día Perea Marrufo es el peor funcionario dentro del gabinete de la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros, porque su incapacidad es manifiesta al igual que su cobardía para dar la cara y explicar a la sociedad qué está pasando y qué está fallando.

 

Con esos hechos y la percepción de que Tlaxcala es un tiradero de cadáveres y que los homicidios dolosos están a la alza, el discurso oficial de que la entidad es la más segura del país no se sostiene y simplemente se cae porque la realidad que se vive es otra.

 

Además, los datos oficiales del Inegi y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) confirman que el problema de la inseguridad en ciertos rubros como el robo en carreteras y los feminicidios es grave.

 

No cabe duda que la gobernadora Cuéllar tiene mala suerte y que la disputa criminal en territorio poblano está afectando la imagen de su administración, pues al parecer el mandatario de Puebla, el también morenista Sergio Salomón Céspedes Peregrina, se quita un problema al dejar a Tlaxcala la investigación de esos hechos y las cifras del incremento de los homicidios dolosos.

 

Urge que los gobernadores de ambas entidades se sienten y presionen a sus encargados de seguridad a fin de mantener una verdadera colaboración y una estrategia que permita detener a los asesinos, ya que resulta inverosímil que los criminales asesinen a personas y que luego las suben a automóviles para viajar varios kilómetros a fin de abandonar los cadáveres en diferentes municipios tlaxcaltecas sin que nadie haya visto nada.

 

Hace unos días el gobierno lorenista presumió la llegada de más elementos de la Marina, el Ejército y de la Guardia Nacional disque para reforzar la vigilancia en la entidad, sin embargo es obvio que su presencia de nada ha servido porque los criminales recorren sin problemas o contratiempos las carretas tlaxcaltecas para hacer de las suyas.

 

La actual administración estatal pronto cumplirá tres años, en los cuales no ha podido cambiar la percepción entre el imaginario colectivo que el principal problema en Tlaxcala es la inseguridad.

 

El talón de Aquiles del gobierno lorenista es la seguridad y por desgracia el funcionario encargado de ese tema ya entró en una zona de confort donde seguirá negando la cruda realidad que cada día se registra en Tlaxcala.

 

Con esa actitud difícilmente cambiarán o mejorarán las cosas.

 

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