En Tlaxcala pudieron más los intereses personales que el proyecto de continuidad de la Cuarta Transformación.

 

 

Al presidente de México y actual coordinador de la campaña de la deslucida Claudia Sheinbaum Pardo, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, ahora sí le falló la estrategia, porque en Tlaxcala creó un bodrio que a nadie gustó.

 

La decisión de Morena y del equipo de la candidata presidencial Claudia Sheinbaum de marginar e ignorar las propuestas de la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros en torno a las nominaciones de los abanderados al Senado y a las diputaciones federales resultó contraproducente, porque en Tlaxcala la Cuarta Transformación está dividida y confrontada, es decir, sólo existe en el discurso y no como una maquinaria electoral sincronizada.

 

Los candidatos al Senado, fieles a Sheinbaum y a López Obrador, José Antonio Álvarez Lima y Ana Lilia Rivera Rivera, están solos en su cómodo proselitismo de fin de semana, pues la estructura lorenista y del partido en Tlaxcala no los acompaña ni hacen nada para ellos, situación que el pasado domingo fue constatado por los enviados del CEN de Morena que lamentaron el abandono de sus aspirantes al Senado.

 

En cambio sí percibieron que la estructura lorenista y del gobierno estatal está alineada para respaldar la nominación del torpe ex secretario de Gobierno, el ex panista Sergio González Hernández, quien busca llegar al Senado como la primera minoría a través del Partido Verde Ecologista de México, una hazaña que resultará imposible de alcanzar.

 

Lo anterior, porque sencillamente sus “operadores estrella” no convencen a ningún tlaxcalteca de su ridículo plan de que Morena debe ganar las dos posiciones de mayoría y el PVEM la primera minoría a fin de que el estado aporte tres senadores para consolidar la Cuarta Transformación.

 

Entre los aspirantes tlaxcaltecas al Senado que buscan la reelección hay molestia hacia la mandataria Lorena Cuéllar, de ahí que aseguran que llegado el 2027 cobrarán esta afrenta y desprecio.

 

Pero no todo ha resultado mal, ya que el coordinador de la campaña de los candidatos morenistas a la Cámara Alta del Congreso de la Unión, el ex alcalde capitalino Jorge Corichi Fragoso, ha aprovechado el momento para tener contacto los con simpatizantes del partido en cada uno de los municipios que han visitado para identificar a los liderazgos y acercarse a ellos, pues llegado el momento podría necesitarlos.

 

Por lo que respecta a las diputaciones federales, sobra decir que prevalece la mezquindad entre los candidatos que están concentrados sólo en sus proyectos. Los petistas Irma Garay Loredo y Alejandro Aguilar López, aspirantes por el tercer y primer distrito electoral federal, respectivamente, sólo simulan que hacen campaña y están confiados en que el arrastre de la coalición de Morena, el PT y el PVEM los empuje para obtener el triunfo y garantizar su reelección.

 

Al único que se le ve haciendo campaña y difundiendo las propuestas de la abanderada presidencial de esa coalición, Claudia Sheinbaum, es a Raymundo Vázquez Conchas que recorre de manera permanente los municipios que integran el segundo distrito electoral federal.

 

El panorama electoral para Morena y sus aliados no es alentador. Si antes de que empezaran las campañas parecía imposible alcanzar la meta de 550 mil votos que fijó Sheinbaum Pardo para Tlaxcala en los comicios del próximo 2 de junio, ahora existe preocupación porque aunque se ganarán las elecciones, la realidad es que difícilmente se rebasará la barrera de los 350 mil sufragios.

 

La división en Morena no es un invento porque es cada día es evidente, la cual se agravará en las próximas horas cuando se confirmen las candidaturas a las diputaciones locales y a las presidencias municipales.

 

No le resulta insólito y morboso el pleito ridículo que ya traen dos aspirantes a una diputación local, cuyos partidos son aliados de Morena. Se trata de Miguel Ángel Covarrubias Cervantes del PT y Bladimir Zainos Flores de Nueva Alianza.

 

Hasta hace poco se saludaban y toleraban en el Congreso del Estado, pero ahora que cada uno busca la reelección por su partido, se odian, se desacreditan y se ven todos sus defectos y atributos, situación que provoca risa y pena ajena porque lo único que demuestran en su ambición por el poder.

 

Lamentablemente, ese es el nivel de la política en Tlaxcala.

 

Deprimente, no lo cree.

 

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