Distintas, variadas y hasta contrastantes son las lecturas que arrojó la protesta que sindicalizados, maestros y otros grupos sociales de Tlaxcala llevaron a cabo contra la administración de Lorena Cuéllar Cisneros.

 

 

De entrada, nadie puede negar que un sector representativo de la sociedad tlaxcalteca está molesto e inconforme con el gobierno lorenista, por lo que cientos o miles de ciudadanos no tuvieron empacho en exigir la salida de la mandataria, quien fue tolerante y respetuosa de los ciudadanos y políticos que están a disgusto con su administración, porque dejó que ese movimiento junto con sus expresiones que buscaban desacreditar su gestión se llevara a cabo en total libertad.

 

Aunque inicialmente la marcha se convocó para protestar contra el nuevo modelo de atención médica que contrató la administración estatal para atender la salud de los burócratas, maestros y pensionados, la realidad es que esa demanda dejó de ser una prioridad del movimiento porque éste terminó arropando la consigna de fuera Lorena, lo que evidenció la politización del conflicto inicial entre las autoridades y sindicalizados.

 

Los que lograron sacar raja política fueron los dirigentes de partidos como el PRI, el PAN y el PRD que aprovecharon el multitudinario mitin para vender la idea de que el Frente Amplio por México está vivo, vigente y que tiene fuerza en Tlaxcala.

 

La manifestación pacífica fue numerosa y quizá ésta no tuvo el impacto mediático que se esperaba porque se condujo dentro del marco de la ley, porque si los inconformes hubieran optado por cerrar calles, bloquear vialidades y carreteras importantes en la entidad y otras medidas de presión como las que aplicaron el pasado 31 de julio, otro hubiera sido el resultado y la impresión de la protesta.

 

Para algunos actores se cumplieron las expectativas de la convocatoria de la marcha, sin embargo para otros sólo se trató de una concurrida protesta que no tuvo ningún impacto para la causa de los sindicalizados, es decir, la capital no entró en caos, ni hubo desmanes, ni las dependencias estatales o del ayuntamiento dejaron de dar servicios a los ciudadanos y ni tampoco se logró la apertura del gobierno del estado para analizar sus demandas y peticiones o para establecer mesas de diálogo para atender la problemática expuesta por otros sectores sociales como los vecinos que se oponen al proyecto del Autotrén.

 

Y cuando me refiero a que no cumplió su objetivo, es porque el gobierno lorenista mantiene firme su decisión de seguir adelante con el nuevo modelo de atención médica para los burócratas y maestros.

 

Aunque no faltarán quienes traten de maximizar la protesta y la demanda de fuera Lorena, me parece que la mandataria estatal debe mostrar sensibilidad y revisar si ese malestar está fundado en una causa legítima y legal o simplemente se trata de cuestiones políticas de sus desesperados adversarios, como las que ha enfrentado a lo largo de su sexenio el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

 

Por lo que se llega a ver y a percibir, hasta ahora no hay vencedores ni vencidos en Tlaxcala.

 

Lo que es un hecho es que si hay malestar contra el gobierno de Lorena Cuéllar, como lo han tenido otras administraciones estatales, salvo que en esta ocasión se hizo evidente con una multitudinaria marcha, de ahí que no es un asunto que deba preocupar de más a la mandataria, sin embargo sí debería obligarla a revisar si es necesario o no realizar ajustes y cambios al interior de su equipo de trabajo, especialmente en las áreas encargadas de la gobernabilidad y de la política interna del estado.

 

Al gobierno estatal le urge un nuevo interlocutor que muestra más capacidad para atender y resolver los problemas que existen.

 

O no opina lo mismo.

 

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