En Tlaxcala cada vez es más evidente la falta de autoridad y de liderazgo.

 

 

Los hechos confirman que a la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros le mienten y no la obedecen.

 

O tal vez sus subordinados simulan que la obedecen y la mandataria también entra al juego del fingimiento.

 

Lo grave es que no sólo se observa sino que se percibe que los colaboradores de la mandataria hacen lo que quieren y no lo que deben o se les ordena llevar a cabo.

 

Hace unas semanas la gobernadora Lorena Cuéllar declaró públicamente que no eran tiempos electorales y exigió a los miembros de su gabinete legal y ampliado dejar para más adelante sus aspiraciones políticas, porque hoy tendrían que estar concentrados en su trabajo y en entregar resultados, los cuales a casi dos años en el poder, son escasos o nulos si nos apegamos a los indicadores del Índice de Competitividad Estatal 2023 elaborado por el Instituto Mexicano Para la Competitividad (IMCO).

 

Y por si hubiera quedado alguna duda, la mandataria en una de las últimas reuniones de gabinete que sostuvo con su limitado séquito, les habría advertido que evitaran las distracciones políticos y electorales, porque si ella se enteraba de que alguno estuviera apoyando abiertamente a algún aspirante presidencial de Morena o que se distrajera en acciones de proselitismo con miras a los comicios del 2024 sería despedido inmediatamente.

 

Es obvio que a la débil mandataria nadie le cree, menos sus colaboradores más cercanos y de confianza como Sergio González Hernández, quien además de generar la división y la confrontación entre los lorenistas, también suele poner el desorden y el mal ejemplo porque ya le tiene tomada la medida a su indecisa jefa.

 

En los últimos días de la primera quincena de abril de este año, Lorena Cuéllar pidió a sus funcionarios que se abstuvieran de intervenir y mostrar su interés por participar en las futuras elecciones, bajo la premisa de que ella necesita colaboradores de tiempo completo, sin embargo no habrían pasado ni 48 horas cuando el viernes 14 de abril en una propiedad de Juan Manuel Lemus Pérez, director del Instituto de Capacitación para el Trabajo del Estado de Tlaxcala (Icatlax) que se ubica por Totolac, el secretario de Gobierno, el ex panista Sergio González, encabezó una reunión de carácter político electoral para promover su imagen y descalificar al grupo del ex gobernador Alfonso Sánchez Anaya.

 

El encuentro fue tan cacareado que hasta se supo que éste terminó en una borrachera con mezcal en donde los personajes antes mencionados y otros más revelaron sus intenciones de conquistar el poder y evitar que las dinastías familiares de Tlaxcala sigan controlando el futuro de la entidad.

 

Si los débiles llamados al orden se vienen dando desde abril y se replicaron en junio con el mismo efecto, es decir, de ser olímpicamente ignorados, me queda claro que a la mandataria Cuéllar, o no le obedecen o que ella forma parte de una burda simulación que al final busca que los liderazgos de su torpe y limitado grupo político se promuevan y saquen ventaja para hacerse de los diferentes cargos de elección popular que estarán en juego el próximo año.

 

Este fin de semana, el secretario de Gobierno que está obsesionado con ser candidato de Morena al Senado, recorrió varios municipios de la entidad (Contla, San Pablo de Monto, Apetatitlán y otros) para firmar supuestos acuerdos de civilidad y unidad entre los militantes de ese partido, con el propósito de llegar fortalecidos al proceso interno para elegir aspirantes a las presidencias de comunidad, a las alcaldías y a las diputaciones locales y federales, así como para la Cámara Alta del Congreso de la Unión.

 

Nadie se explica por qué el ex panista Sergio González encabeza esa labor política electoral cuando ostenta el cargo de secretario de Gobierno y no el de dirigente estatal de Morena, quien al final es el que debería llevar a cabo esa función.

 

Además, el ineficiente funcionario se hace acompañar de personajes de dudosa reputación como Defino Chamorro Macías, un ex colaborador del gobierno lorenista que fue señalado de ser el responsable del supuesto suicidio de su esposa, una querida y triunfadora empresaria de Apizaco, quien fue encontrada muerta en circunstancias extrañas en septiembre del año pasado y con indicios de que sufría violencia física y sicológica por parte de su marido.

 

También se vio al lado del ex panista al desprestigiado José Luis Ángeles Roldán, representante de Morena ante las autoridades electorales y sobre quien pesan acusaciones de haber vendido algunas candidaturas del partido en el proceso electoral del 2021.

 

Entre los personajes de mala fama se pudo observar al ex diputado local Juan Javier Potrero Tizamitl, quién tras abandonar al Partido de la Revolución Democrática en el 2021 para sumarse al convenenciero PT, ahora tiene la intención de encontrar cobijo en Morena.

 

Los que no podían faltar son el galán Ventura Sánchez Gonzaga, coordinador para la Planeación y Evaluación Operativa de la Delegación de Bienestar y el voraz Juan Manuel Lemus Pérez, director general del Icatlax.

 

La actitud de Sergio González es inexplicable. Es el principal funcionario que no se cansa de poner mal y en evidenciar a su jefa la gobernadora Lorena Cuéllar.

 

Con esos colaboradores, la mandataria tlaxcalteca para qué quiere enemigos. O no.

 

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