A casi un mes de que el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, anunció la creación de dos nuevas universidades públicas para Tlaxcala, nadie sabe detalles de ese proyecto ni se conoce el estudio de viabilidad que sustente tal decisión, porque por las condiciones y características de la entidad pareciera que se trató de una ocurrencia más del popular tabasqueño.
Bien dicen que el prometer no empobrece, de ahí que en la pasada gira de agradecimiento que hizo López Obrador por Tlaxcala no faltaron ofrecimientos bajo la consigna de que “amor con amor se paga”.
A casi un mes de la visita del futuro mandatario del país, nadie conoce dónde se instalarán las dos nuevas universidades públicas que prometió crear en la entidad, cuál será su oferta educativa y a partir de qué año se empezarán a edificar sus instalaciones, porque de acuerdo con información disponible ni en la Secretaría de Educación Pública federal, ni en la Cámara de Diputados se conoce ese ambicioso proyecto.
Un requisito elemental para etiquetar recursos públicos para obras, programas y acciones en el presupuesto de cada año, es que existan los proyectos debidamente validados, lo cual hoy en día no se tiene en lo que respecta a esa promesa de instaurar dos nuevas instituciones de educación superior en Tlaxcala.
No estoy diciendo que esas dos universidades no se van a crear, sino que hasta ahora sólo se trata de un ofrecimiento que no tiene como respaldo un estudio de viabilidad que justifique la inversión de recursos federales.
Habrá que ver si los estudios que se lleven a cabo para justificar la inversión concluyen que es factible la instalación de esas universidades públicas en Tlaxcala, cuando la oferta que existe en la entidad supera por mucho la demanda que se registra.
Aunque usted no lo crea las autoridades educativas en el estado tienen reportadas la operación de más de 120 instituciones de educación superior entre públicas y privadas. La Universidad Autónoma de Tlaxcala es la que concentra la mayor matrícula con más de 16 mil alumnos y la que tiene una mayor cobertura territorial al lograr una presencia con 11 campus en igual número de municipios.
El resto de las instituciones educativas públicas tiene una matrícula modesta. Sólo en uno o dos casos se alcanza los mil alumnos inscritos por universidad o tecnológico. Las universidades privadas operan con grupos muy reducidos que apenas si permiten la permanencia de ciertas carreras que ofrecen.
En una realidad que en Tlaxcala es reducida la población de jóvenes que tiene posibilidades de continuar sus estudios una vez que egresa del nivel medio superior, porque la gran mayoría se ve en la necesidad de trabajar para apoyar la economía de sus familias.
Ojalá los promotores de la cuarta transformación dejen guardada unos días su soberbia y su excesivo protagonismo y expliquen dónde se instalarán esas nuevas universidades, cuál será su oferta educativa y el monto de recursos que se destinarán para hacer realidad esa promesa del próximo presidente de México, porque hasta ahora ese ofrecimiento no es más que una ocurrencia.
Una más del procurador
Ante su poca capacidad y su ultra sensibilidad, el procurador José Antonio Aquiahuatl Sánchez optó por emular en todos los sentidos a Arturo Durazo Moreno, mejor conocido como “El Negro Durazo” y ordenó a uno de sus comandantes, Jesús Ortega, emprender una serie de descalificativos y amenazas contra este reportero.
A través de la red social del Facebook, el ofendido agente que utiliza el nombre de “Chinto Ortega” bajó las órdenes del procurador escupió su veneno y sus amenazas, las cuales quedaron registradas.
Sólo eso faltaba, un procurador farsante y cobarde que utiliza a su esbirro para intimidar. Qué asco.
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