El cierre se torna denso, solo aquél que cometa la peor pifia o incurra en errores imperdonables podrá caerse, sigue en pie la movilización el día cinco de junio

(etlaxcala) caricatura columna 19 de mayo

A diferencia de plazas como Puebla, donde el abismo entre el morenovallista Tony Galy, y la abanderada del tricolor, Blanca Alcalá Ruiz, ronda en las diez unidades –según la encuesta que hoy publica Reforma- en Tlaxcala los números son tan cerrados entre Lorena Cuéllar (PRD), Adriana Dávila (PAN) y Marco Antonio Mena (PRI), no hay nada seguro para nadie.

A diecisiete días de la elección –de no haber algo realmente extraordinario, como un error o el agudizamiento de la guerra sucia– los tres apuestan a la movilización de votantes el cinco de junio para, desde muy temprano.

Viene el fantasma de la compra de votos. ¿Cuántos serían necesarios para conseguir una ventaja holgada?, ¿aquellos en posibilidad de efectuarlo tendrían luz verde aun sabiendo que se enfrentan a un proceso aventurado, donde el empate técnico es lo único seguro, según las encuestadoras encargadas de medir a los participantes?

Por eso no vale la descalificación de ciertas vacas sagradas del análisis político, respecto a inconsistencias en una de las campañas, la de la perredista Lorena Cuéllar.

Es enseñar el cobre en demasía. Las cifras en el contexto del empate técnico nos llevan a observar movimientos tan pensados y micrométricos que la descalificación con argumentos realmente superficiales no queda.

Eso sí, podemos hablar de la percepción de cada cual. Todos tienen derecho de defender a la causa metida en su corazón. Mas hablar de ventajas o desventajas en un marco de la verdad absoluta es demasiado aventurado.

Las diferentes formas de llegar

Habría que analizar concienzudamente qué tan profundo ha calado la propuesta de cada uno de los participantes.

Los hay, que han ganado popularidad a través de los años dedicados a la asistencia, a lo mejor como uno de tantos medios que justifica el fin del poder, pero la presencia la tienen.

En el caso de la Cuéllar, los varios años con su fundación atendiendo a un estrato muy definido le permiten paralelamente tener un lugar en la preferencia de una clase media-alta, consciente de su constancia.

Respecto a la senadora con licencia, Adriana Dávila Fernández, la experiencia de haber participado en la elección de 2010, con resultados adversos, le ha permitido identificarse con un mercado electoral definido.

No es celestial la ayuda de Margarita Zavala y Felipe Calderón a su causa. Al contrario, le representan serias escisiones en el ámbito albiazul, hastiado del aiga sido como aiga sido, y reacio al mesianismo anorgásmico de esta renovada insistencia del grupo por hacerse del poder.

Pero en el caso del priísta, Marco Antonio Mena, sentimos que buena parte de la metralla se sustenta en el corporativismo actualizado, una forma novedosa de paliar la impopularidad inicial como consecuencia de la incertidumbre.

Aún más, lo difícil que es remontar un voto de castigo ocasionado por la pifia de administración de un priísta jurásico, dispuesto a confrontarse con el centro pero que a final de cuentas se salió con la suya.

A poco más de dos semanas del compromiso con las urnas lo más seguro es que nada es seguro para alguno de los candidatos.

El cierre es denso. Los cuidados extremos. Y si sobre todo en el PRI existía la percepción de cifras escasas en las encuestas, el acomodamiento tras los dos debates llevó a todos a un equilibrio que es de mencionarse.

En un escenario donde las diferencias no son abismales, y donde los cuidados de los equipos de campaña son extremos, corre riesgo aquél que cometa errores, el que se distancie, el que tenga dirigentes partidistas faltos de capacidad para la estrategia.

Los líderes de los partidos son los directamente responsables de las estrategias. Ya vimos hasta donde llega cada uno. Qué tan corroído está su desempeño y cuántos problemas ha generado el sólo nombrarlos en las campañas.

Javier Michel cayó como el caso más vergonzante de un partido político. Le descubrieron su “modus latrocinius” de operar. A José Luis Ramírez Conde lo pusieron en su lugar ante los registros irregulares debido a la corrupción que mediaba.

En este escenario van los tres a la elección más reñida de que se tenga historia.

Nada para nadie.