Si en el PAN es Orlando Santacruz y sus severos pendientes administrativos lo que los hace verlo triunfantes, en el PRI, los jefes de la burocracia hasta se fueron a tomar la foto.
Digamos que la encerrona del sábado, de Uriel Moreno El Zapata con seis bichos de distintas ganaderías fue una muestra de catarsis colectiva, para aliviar el desánimo por los desangelados inicios de campañas de candidatos a diputados federales.
Una figura del toreo muy querida por la afición tlaxcalteca y con una imagen creciente, salió al ruedo a jugarse la vida. Cortó tres orejas tras una encomiable actuación, rebosante de talento y desafiante con los críticos a quienes disgusta el estilo del paisano, en ese contexto de espectacularidad que a los clásicos no acaba por convencer.
Mas ahí estuvo el matador de toros, convocando a perredistas, priístas y panistas, amantes de la fiesta brava y vehementes seguidores del arte de Zapata para colocar las banderillas, uno de los mejores para esta suerte.
Y tuvo el mérito de pasar su anatomía entre las filosas armas de sus enemigos.
El medio gas de las campañas
Si al menos tuvieran un poquito de la valentía del Zapata, los líderes del PRI y del PAN, evitarían papelones como los que han hecho en este arranque de campañas.
En esta esquina un Marco Antonio Mena, anticipando a los medios de comunicación la magnanimidad con las que juzga a sus candidatos. Y aunque no lo precisa, es al ex titular de Planeación y Finanzas, Ricardo García Portilla, a quien enfocan los reflectores y seguramente también la centaviza obtenida del afeite de la nómina de los burócratas.
Miles de ellos han tenido que mocharse, aun contra su voluntad, para dar más fuerza al factor del continuismo (¿más opacidad, negocios entre familiares, medicamentos tirados y simultáneamente falta de medicamentos, síndrome de junior?)
Y no repararon en exhibirse
Pero no crean que fue un desafío a la opinión pública o un acto de vehemencia partidista.
No señores, fue la difícil acción de dejarse retratar para que esas fotos las vea su dueño el señor Manchis, y con ello se reafirme ese pacto no escrito de complicidad… si los jefes andan haciendo campaña, ¿pos qué será de los insignificantes asistentes, secretarias, agentes y demás, cuyos raquíticos ingresos de todos modos son víctimas del rape?
Hay que ver el rollo mareador de Carlitos Carrión, del PAN. Sus candidatos, los mejores; el triunfo garantizado; y su nieve… de limón.
Otro inerme y pasivo dirigente que ve en la declaracionitis la esperanza para remontar la inacción como no la merecen esos panistas acostumbrados a sudar la camiseta recorriendo a pie las calles y si acaso con una cachucha para no tostarse con estos soles de vértigo.
Dados cargados
En la dinámica de dichas cúpulas partidistas dos son los favoritos. Decíamos que García Portilla de los tricolores y, para sorpresa de los azules, es a Orlando Santacruz Carreño y su soso e insolvente discurso a quien se multiplican las muestras de apoyo.
De memoria corta y mermado sentido común a Carrión le dio por pasar por alto a Lilia Caritina Olvera Coronel, la apuesta de su partido por el tercer distrito, y al morenovallista Miguel Ángel Polvo.
Se ve que poco valen ante la miopía del líder ese de las fantasías alucinantes de tan devaluado presidente del CDE panista.
No ha de advertir que las canicas de su partido las otorga sin cuestionamiento a un político con serios pendientes administrativos y la burla como parte del permanente engaño en el que envuelve a quienes tienen el infortunio de topárselo en algún acto de proselitismo.
¿Serán los peores?
No lo sabemos, aunque lo cierto es que la raza no olvida. Y todo lo cobra, consciente de la secrecía de su voto.
Hace tiempo que acabaron los carros completos y los corporativos fríos e inamovibles.
Hoy, siendo la entidad más avanzada en alternancias estamos convencidos que los resultados de la elección de junio pueden ser verdaderas sorpresas. Hay que esperar, hay que ver hasta dónde son capaces de llegar estos dos, en el primero y tercero, Orlando Santacruz y los activos panistas puestos en una canasta desfondada, y Ricardo García, el impopular factor tricolor con el estigma de haberse servido con la cuchara grande hasta que lo alejaron de la cazuela.
Por eso insisto en la grandilocuencia de la encerrona del Zapata y su marcada diferencia con los dirigentes partidistas de tercer o tal vez de cuarta y las cartas marcadas por sus dueños, para que se desgañiten desde lo mullido de sus despachos, ayudados por sus ágiles e inquietos voceros, en cuyo activismo puede ir la tierra que cubra a Mena y Carrión.
Post Views: 58