Parece ser una forma desesperada de poner fin a una azarosa carrera, que si algo le anticipa es su sucesión adelantada.

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Esa venta tan particular del engaño marianista parece afectada por sus ánimos menguantes en plena etapa de la consolidación. Suena más a un acto de suicidio que al cruce de aceros en un combate con el mínimo de justificación histórica.

Aquí la intención intervencionista es burda. A través del artículo 77 y el término, “concurrentemente”, ha querido jugarse el dedo en las encías de la comunidad académica de Tlaxcala. Craso error, sobre todo de parte del inconcluso contador sedicente egresado de la UNAM, en quien la falta de agricultura ha comenzado a causar los delicados estragos de las pasiones que superan al pensamiento.

Aunque podría ser un acto inmolatorio del gobernante agotado, pero decidido a utilizar a sus adversarios por antonomasia, yendo como los de La Soledad, franco a estrellar su cornamenta contra las tablas, acaso buscando ser regresado a los corrales de esa historia perteneciente a los años setenta, a cuya página no ha podido dar vuelta.

No sería el primer régimen autoritario desmayado ante los ímpetus universitarios.

Y con esta conducta queda de manifiesto que hay quienes se asombran por la represión diazordacista a la comunidad universitaria, pero también los hay quienes –el presente ejemplo- se regodearían aportando su dosis de historia, no le hace lo abyecto que genere  semejante iniciativa.

Mariano ha de dar marcha atrás a su reforma injerencista, o aceptar que busca aniquilarse con la enésima aparición pública en un evento del que más tarde habrá de recular.

A la Plaza Bicentenario, por ejemplo, recordemos sus intenciones de derruirla. Habría sido bueno verlo. Mas se trataba de un airado reclamo porque tal obra no podría escapar de sus manos sin una ganancia, como ya comienza a ocurrir.

Ayer, tiren a la plaza. Hoy, démosla al Politécnico.

Como los maridos engañados, ha de suponer que sus actos son aplaudidos, sobre todo en su partido. Pero no. Lo tienen como ejemplo de cómo no debe gobernarse. De cómo la gente navega con la bandera tricolor pero puede asumirse la más desleal, como es el caso.

Es improductivo su intento de meter la mano a los planes de estudio. Viene acompañado por el desprestigio mayúsculo de su paso por el poder, derrochado en riñas, desaprovechado en dilapidaciones imbéciles de alguien que no merecía la oportunidad del timón.

Y los universitarios saldrán a defender su autonomía.

Y como siempre, el miedo que ocasiona la ignorancia hará al tozudo tragar sus palabras.
Asombra su alejamiento del mínimo liderazgo. La ira lo aniquila.

Mal por él.

Movimiento Ciudadano… movimiento ¿qué?

Para personajes de la talla de Refugio Rivas y Eladia Torres, la bandera de la Izquierda cercana al líder más respetado de ese pensamiento en México, AMLO, ha resultado el negocio de sus miserables carreras políticas.

Y ha salido el peine de sus sucias intenciones de proseguir con el conflicto postelectoral que, al día de hoy ha impedido al panista Alejandrino asumir el cargo por el cual fue electo tras uno y otro litigios que lo llevaron a reiniciar de cero.

Bueno, nuestras fuentes aseguran que dichos legisladores pidieron dos y seis lugares en el nuevo ayuntamiento para que cesen las hostilidades izquierdosas, claro, orquestadas por ellos.

Cuando los altos mandos del Movimiento Ciudadano sepan cómo usan su nombre en Tlaxcala, además de la vergüenza seguramente aplicarán sanciones ejemplares a este par de vividores que han aprovechado la turbiedad de la que provienen para sacar raja a la inestabilidad política y administrativa en el municipio que le comento.

Tito-tito caporal-ito

Su edad, fuera de los parámetros legales para ostentar el cargo de presidente del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) no ha sido impedimento para que el titular del Poder Judicial intervenga en la resolución ipso facto de la destitución de Crispín Corona Gutiérrez, el auditor superior que ya se sentía inamovible.

Cada quien dirá si es justa o no su intervención, mas lo que ha quedado claro es el servilismo al ejecutivo, cuyas indicaciones se convierten en razones para humillarse a los pies del amo.

En eso no consiste el equilibrio entre poderes. Querríamos suponer un poder vigoroso y autónomo, no la adoración a ese mando infame, parte de actitudes en verdad, vergonzosas.