Alberto Martín Perea Marrufo, secretario de Seguridad Ciudadana de Tlaxcala (SSC), hace mal al pretender justificar su nula intervención, la de los mandos de la dependencia y de los uniformados que no hicieron nada para rescatar a los dos policías que fueron linchados el pasado 8 de abril por vecinos de la Quinta Sección de Zacatelco.

 

 

Han pasado tres semanas de ese lamentable suceso y es la fecha que no hay detenidos. Sólo se conocen las hipócritas declaraciones de Perea Marrufo al periódico El Sol de Tlaxcala, donde disque conmovido por esa tragedia afirmó que las muertes de Rubén Bernabé Rocha y Antonio Hernández Portillo dejaron en la dependencia un dolor y un vacío.

 

Según el capitán de la Marina, ese violento hecho no quedará impune y con la detención de los responsables se honrará su memoria.

 

Palabras y sólo palabras, porque en la realidad no hay nada.

 

Usted cree que algún vecino de los que participó ya culpó a otro. En verdad piensa que los delincuentes que intentaban meter un camión de carga con reporte de robo a un inmueble de Zacatelco fueron los incitadores del linchamiento.

 

Está documentado que la mayoría de los maleantes que supuestamente participaban en un hecho ilícito escapó del lugar. Los dos delincuentes que fueron detenidos y que al parecer habrían asesinado al taxista lograron su libertad ante un juez, pese a que los policías vestidos de civiles que después fueron masacrados pudieron detenerlos.

 

Por qué nadie ayudó a los tres agentes retenidos si éstos pidieron ayuda de manera oportuna. Por qué el delegado de la SSC de apellido Vite se presentó al lugar de los hechos con otros tres uniformados más y lejos de intervenir decidió abandonarlos porque observó que había más de cien personas agrediendo a sus compañeros.

 

Por qué Perea Marrufo se presentó a la zona del conflicto media hora más tarde cuando prácticamente Rubén Bernabé Rocha ya tenía destrozado el cráneo y Antonio Hernández Portillo estaba inconsciente después de la masacre que enfrentó por parte de hombres enardecidos que nunca midieron las consecuencias de sus actos.

 

Por qué no hay ninguna investigación para castigar la omisión de los jefes de la policía estatal que no pusieron en marcha el protocolo para linchamientos y por su nula respuesta para intervenir oportunamente en el conflicto.

 

El secretario de Seguridad Ciudadana se justifica al decir que no se procedió al rescate inmediato de sus compañeros porque así se evitaron más muertes y sostuvo que el “cobarde ataque” fue una suma de circunstancias que resultó en un tema fortuito.

 

Y aunque también se comprometió a decir que en Tlaxcala no se volverá a cometer un acto tan atroz como el que se registró en Zacatelco el pasado 8 de abril, lo cierto es que recientemente dos policías fueron retenidos por habitantes, mismos que estuvieron a punto de ser linchados, hecho que obviamente se ha tratado de ocultar para no dañar más la pésima imagen de las autoridades encargadas de la seguridad pública.

 

Si Alberto Martín Perea tuviera dignidad y fuera un verdadero hombre, ya hubiera renunciado a su cargo y aceptado que le falló a la tropa, a los familiares de los policías linchados, a la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros y sobre todo a los tlaxcaltecas.

 

De nada sirven sus estúpidas justificaciones y absurdas explicaciones cuando no hay ni un solo detenido por los asesinatos de Rubén Bernabé Rocha y Antonio Hernández Portillo, encargado del Área de Análisis Táctico y Director de Investigación de la SSC, respectivamente.

 

En materia de seguridad estamos mal y con Perea Marrufo al frente el panorama es desolador y preocupante.

 

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