Recrudece el complejo de superioridad como si lo expresase un verdadero capo y no el líder de un estado.

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¿Para qué el gobernador de un estado infundiría miedo en los demás personajes que participan en el desempeño político? Porque eso contienen aquellas sorprendentes frases. «arriba de mí no hay nadie…»

Y luego compararse con Cassius Clay (Mohamed Alí), mientras todos somos La Chiquita González, nos plantea un escenario, tan ridículo como asumirse el Tyson de Tlaxcala, pugilista en cuyo haber obra, el arrancar un trozo de oreja a uno de sus contrincantes, golpear a parejas suyas y ya en el otoño de su vida, hacerse cantante desafinado de hiphop.

El mandatario de Tlaxcala no tiene más alternativa que cumplir con la ley, y esta señala lo siguiente: el ejercicio del Poder Ejecutivo del Estado se deposita en un sólo ciudadano denominado «Gobernador del Estado de Tlaxcala», quien tendrá las facultades y obligaciones que marcan la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Constitución Política del Estado, las leyes, reglamentos y demás disposiciones jurídicas vigentes.

La Constitución de Tlaxcala pone las siguientes condiciones para dicho puesto: haber nacido en México, tener treinta años cumplidos, cuando menos, al día de la elección; no ser ministro de algún culto religioso; no estar en servicio activo en las fuerzas armadas, ni en las corporaciones de seguridad del Estado; no ser servidor público de la federación, del Estado o de los municipios con funciones de dirección y atribuciones de mando; no estar comprendido en alguna de las causas de incapacidad establecidas en el artículo 59 de esta Constitución; no ser magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Estado; no ser titular del Órgano de Fiscalización Superior; no ser titular de los demás órganos públicos autónomos en el Estado, no tener parentesco en primer grado ni ser cónyuge del Gobernador que concluye su periodo.

En ninguna ley encuentro que el gobernador deba ser el Mike Tyson,o el Cassius Clay, o el tigre al que se buscan las rayas.

Es un ciudadano más con facultades y obligaciones, es un servidor público, no un ente mal entendido de poder, dedicado a su culto personal.

No por describirse como el violento peso completo Tyson, deja de ser un sujeto bajo el yugo de las leyes. Pero si así ocurre, entonces se trata de un caso aislado, que desafía a la Ley y se autoproclama dueño de un poder absoluto. Eso no existe ni en Tlaxcala ni en México.

Y tampoco hay el registro que por la supuesta influencia del Medio Oriente en la sangre se permita a individuo alguno desacatar las leyes y reglamentos.

Si su carácter es explosivo y sus genes, incontrolables. Es problema es de quien lo padece.

Ahora, si estamos en un régimen donde un ente con estas características llena el hueco dejado por integrantes de los demás poderes, dispuestos a incluirse en un ese sistema de culto a la persona y hasta humillación a cambio de prebendas, entonces no solo es culpable el sujeto que nos ocupa, sino se trata de un atentado colectivo contra la Constitución.

Para que exista un marido golpeador debe haber una esposa que lo permita, un cuñado que lo pase por alto y unos suegros complacientes.

¿No será que nosotros mismos estamos dando origen a un elemento desbordante de poder.

Más de una ocasión, diputados, alcaldes, delegados y otros actores políticos han sido invitados a la Casa de Gobierno. Y ahí han tenido que aguantar mensajes como este que nos ocupa.

¿Por qué no lo han reclamado en su momento?

1.- Por el miedo que les infunde tener enfrente no al gobernador sino al capo di capi.

2.- Por la esperanza de recibir algún beneficio económico, como pago a su sumisión.

3.- Por esa dañina actitud, tan socorrida, de guardar silencio y esperar que otro sea el atrevido, y de plano meta la pata haciendo enojar, «al señor».

Las consecuencias

La más grave es haber perdido en las urnas. Carecer de representante efectivo en el Congreso de la Unión, pues incluso la diputada federal priísta, Guadalupe Sánchez Santiago, es desplazada e ignorada por su ex cuñado el mandatario.

Así que las frases megalómanas no serían sino el reflejo de las sensaciones de alguien que ha tenido la gran oportunidad de gobernar a su estado y la ha convertido en fuente de odios, decrecimiento, venganzas y la construcción de un complicadísimo futuro. Quien llegue, del partido que sea, probablemente va a cobrar una a una las faltas cometidas por el actual, eso ni lo dude.

El desprecio popular sería otra de las desgracias. Pero la malquerencia del pueblo no ha de ser preocupación de quien paradógicamente hoy habla de valores, ¿cuáles?, serían los monetarios, que le ha generado el encabezar un sexenio de guarniciones y manchigrecas, pero eso sí, de un tiempo dedicado a adorarse a sí mismo.