Es evidente el enfriamiento en la relación que guarda el mandatario tlaxcalteca con su tiaxca, Peña Nieto; y por consecuencia nuestro raquítico acceso al, «histórico presupuesto de egresos»…

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Para lo que sirvió boicotear la reforma energética del orden del día. Quedó de manifiesto que el voto de Tlaxcala no es imprescindible para el gobierno de Enrique Peña Nieto. Bueno la verdad es que nunca lo ha sido… y así nos ha ido.

Los Congresos que parecen haber conformado un bloque peñista, blindado a la férrea oposición del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) son Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Coahuila, Durango, Estado de México, Hidalgo, Jalisco, Nayarit, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán.

Casos como el de San Luis Potosí, donde fue aprobada por unanimidad, reflejan el compromiso de ciertas regiones con el llamado proyecto privatizador, pero en las diecisiete entidades federativas mencionadas la benevolencia del PRI de Peña, tiene una relación directa con el histórico presupuesto de egresos que, según se juzga, aplicará de manera selectiva.

Nuestros alcances aquí son relativos. Las obras realizadas ya habían sido iniciadas -como la mayoría de los proyectos carreteros- o combinan esfuerzos estatales y municipales, pero quitando a las comunas el mérito de la gestión. En bola, las pequeñas obras suenan interesantes pero, no es que sean caravanas con sombrero ajeno, sino que se esperaba mucho más de la admistración estatal.

No se puede comparar la cercanía del ejecutivo federal con gobernadores como Eruviel Ávila, del Estado de México, o Rafael Moreno Valle, de Puebla, quien aun sin ser priísta rasga sus vestiduras por estar cerca de Peña.

Pero al llegar a Tlaxcala no solo se enfría la relación, se profundiza el distanciamiento del peñismo, en ese contexto de arrogancia delirante que nos ha llevado al conformismo de las pequeñas obras, esas que sí sirven a la gente, según el pregón de las mismas bajo un ambiente realista por necesidad.

Es una rutina casi idéntica que se da en varios momentos. 1.- nuestro orgullo nos mantiene de pie. 2.- estamos de pie pero nos vence la fatiga. 3.- el orgullo no nos nutre, entonces el orgullo nos estorba pero es lo único que nos queda.

¿Y por qué?

Entonces nos preguntamos hasta dónde soporta este estiramiento el tejido social. Peor no puede estar. Y si de algo sirviese el caos en el Congreso local, donde hasta el diputado verde se opuso a la reforma energética, llegaríamos a pensar: bueno, en la democracia se vale no estar de acuerdo con temas tan espinosos como la reforma energética, pero aquí, ni reforma, ni obras, ni presupuesto social…

Veremos cómo les va a las diecisiete entidades palomeadas. Y mire que algunas, como la de Jalisco se las vieron duras, al grado que los diputados tuvieron que meterse a sesionar por las azoteas.

Ha de ser el nivel de compromiso con los nuevos estilos del PRI.

El caso es que aquí tenemos una administración priísta, una mayoría priísta en el Congreso, pero de plano la reforma nos pasó de noche…