No hay peor humillación que un organismo autónomo a los pies del gobernante en turno, como ocurre en el Instituto Electoral de Tlaxcala, parte del derrumbe del Estado, que observa un considerable avance.

Si la carencia de perfil en varios de los nuevos funcionarios del Instituto Electoral de Tlaxcala (IET), dibuja de cuerpo completo al organismo autónomo (ajá)… una especie de congreso de recomendados, bajo el seguimiento de la misma tónica en que se conformó el Consejo General.

Son las evidencias retrógradas a las cuales temíamos: desde esa inexplicable sala electoral unitaria (cuyo criterio se toma en la mesa de la ley de herodes) hasta esta última maniobra donde por ejemplo, a la hijita del diputado Tulio Larios, fue colocada en una de las principales carteras: Organización Electoral, Capacitación y Educación Cívica. Nada más.

Molesta que no haya pasado un día, un sólo día en que dejen de priorizarse intereses personales, por ejemplo de ese portento de legislador, pero a la inversa. ¿Dónde está el respeto a las decisiones de los ciudadanos?, ¿Dónde la posibilidad para que los nombramientos obedezcan a la capacidad y no al patrocinio.

Es una cadena de festejos grupales, donde a la voluntad popular se le ve remota, ajena y con altas posibilidades de ser humillada. Así que no están en funciones las autoridades que merecemos, sino las que ha decidido la misma horda de personajes empoderados, en cuya gestión, finita, ha de saquearse lo posible mientras está vigente el nombramiento.

Bajo este esquema el Estado se desmorona. La credibilidad en los procesos democráticos se halla en el suelo: juicios arbitrarios a manera de monólogos.

Sí, el monólogo de hacendado.

La forma como se levanta de mañana, se mira al espejo y decide el destino de todos. Lo malo es la degradación paulatina. Que las alternancias y sus aportaciones en el famoso laboratorio político, fueron a dar al cesto de la basura tras la llegada de este, egocéntrico ente de un jurásico ni siquiera competitivo.

Acaso fue ese el motivo por el cual su llegada al poder se retrasó toda la vida. Y al darse, más por circunstancia que por derecho, los que lo permitieron sabían el daño que causaban a la entidad.

Aquí, como puede usted ver no tenemos esperanzas de crecimiento. Tal vez, la única alternativa es aguardar pacientemente a que este mal momento fenezca a causa de sus mismas patologías y en función de sus añosos pilares, reciclados del patio de cacharros del marianismo, con la candidez de don matusalén Moctezuma y el
constante sueño de don Tomás Munive; con las ferias de Don Joaquín y las chapuzas de Don Ariel.

Reacios al cambio de generación, han corrompido a sus retoños. Los mandan con la consigna de no dejar piedra sobre piedra, y no de reconstruir al estado del que medraron hasta dejarlo en huesos.

Este instituto electoral, el de la presidenta sin brújula y sin licencia para asumir el mínimo de responsabilidad… el de la hija del diputado equis, el de los recomendados del esposo de la doñita… oigan esto es denigrante.

El antecedente de este órgano es cien por ciento ciudadano. Lo malo fue cuando comenzaron a manosearlo. Y vea lo que han hecho de él.

Un muladar.

El mismo, encargado de organizar la elección de julio, para renovar Congreso y alcaldías.

¡Dios nos proteja!

Los indecisos

Así, así, hay de tiradores a las candidaturas de alcaldes. Pero al día de hoy, ninguno ha tenido los arrestos para decir: «aquí estoy… para ejercer mi liderazgo ante el raro priísmo antipeña, antilógica y anti Tlaxcala.

Uno los puede ver especulando.

Comentando graciosamente en los cafés: «bueno, un grupo de ciudadanos me pidió ser su representante y yo lo estoy evaluando».

Les falta producto de gallina y les sobra boca.

Y en esta malaya pendiente todos perdemos. Ellos pierden la credibilidad, el marianismo pierde adversarios y se apresta a reanudar los preparativos para una errática elección más.

Pero nosotros, los ciudadanos lo que perdemos es nuestro tiempo.

Con aquello de los partidos de izquierda que quieren probar suerte en la derecha, y viceversa. Con aquello de los dirigentes que no saben ni donde amanecen. Con aquello de los poderes humillados ante el tlatoani de Rancho Seco (y La Soledad), nada más nos falta una atípica temporada de sequía, para colapsar.

Ánimas porque alguno de los guapos y guapas, dedicados a especular con aquello de que son los escogidos por el pueblo, se animen a dar la cara, cumplan con el ritual al que los obliga su partido y comiencen de una vez por todas a hacer política buena, de la que convence y no nada más especula.