Al acabar las razones se impone la violencia. Así lo comenzamos a padecer en este régimen, que vive una realidad virtual, correspondiente a una época 30 años atrás.

Nada tienen que ver las explosiones marianistas con la Presidencia Democrática, impulsada por Enrique Peña Nieto. Tal vez por esa razón de peso, y por otras que usted ya imaginará hace poco, un consejero nacional del PRI tuvo -según nuestras fuentes en Los Pinos- la esperada audiencia con Enrique Peña Nieto:

-«Señor Presidente (ya sabe usted, es parte del rito tricolor), pues… vengo a… ponerme a sus órdenes y… pues a preguntarle, señor, si hay modo… verdad… de incorporarme a su administración, porque… ya ve usted, verdad… trabajamos en la campaña…»

Y la respuesta, mas fría que la rectora de una universidad patito, y más breve que los buenos momentos de esta, sería de las de acá:

-«Sí… tiene usted razón (note lo aparatoso de hablar de usted) ¡los que trabajaron!, tienen un lugar aquí; ¡pero aquí no hay lugar, ni para usted, ni para otro de su estirpe!»

Lo pesado fue el regreso. Yo creo que las malas nuevas ya las había dado vía celular, qué se va a estar esperando a llegar. Guardando la debida proporción podemos comparar este cobro de factura, al que se sometió a Elba Esther Gordillo, con la reforma educativa aprobada así, como vas, acompañada del linchamiento mediático ordenado desde las poderosas oficinas de don Miguel Ángel Osorio Chong, y nada más comparadas con la primera arrastrada al,»presidente del empleo», Felipe Calderón, de quien hoy tenemos la nueva versión, ya sin los haiga sido, nada más lamentando que seis de cada diez mexicanos se encuentren dentro de la informalidad, «porque les hemos fallado como país», dicen los pregoneros del peñanietismo (por cierto en cuya mira ya está Televisa y su chaparro dueño, Emilito Azcárraga).

Cerrada toda posibilidad de dejar esta mugrosa chamba de gobernador, con qué ánimos cree usted que va a aplicarse a fondo el ejecutivo local.

Pues qué mejor manera de hacerlo que divulgando actitudes represivas contra el sindicalismo de la aldea, como pasa con el Stacobat y el desconocimiento de su líder, Enrique Portillo Cisneros, cuyo amparo dictado por un juez de distrito fue a dar al cesto de la basura, no como el desplante esperado de parte del beduino, sino como el uso indebido de la imagen de la franquicia tricolor, cuyos bonos siguen desplomándose una vez resucitada la etapa del terror que significaba carecer de alternativas… el partidazo era lo único en lo que se podía pensar; era el aire que respirábamos, la humillación… la sumisión.

Ha de verse la tozudez de quien ha dicho no a los mototaxistas, muy a pesar de la informalidad a la que conducen sus estrategias de exterminio laboral, con el plus de manifestar alegría porque muchos, los más pobres pasarán un fin de año pensando en que peor no pudo ser su condición.

Ahí los tiene. Detenidos en La Aurora. Ni un paso más. Para eso es la policía estatal.

La inseguridad padecida por los ciudadanos a un segundo término. Ayer se trataba de mostrar a esos mugrosos mototaxistas el músculo capaz de aplastarlos de fea forma, como feas son las formas de la secretaria de Comunicaciones y Transportes, la muy particular perredista Gisela Santacruz Santacruz, a quien de plano el sueño se le ha ido porque hoy pisotea cada día el dizque compromiso social enarbolado como la inquieta izquierdosa, animada por su cariñoso sparring, Rafita Molina, el inteligente del sexenio cuyas capacidades no son reconocidas por tan injusto sistema conservador.

Son cortesanos bajo protesta. Graciosos, verdad…

El corpulento Orlando May Zaragoza, al frente de los simios robocops. Seguía al pie de la letra la orden, como aquella dada a un rotwailer: ataca… muerde… asusta…!

Bueno, ¿y los negociadores de la Segob?, ¿Y el parásito Mario Armando, su subordinado el secretario Noé (con todo y sus constantes advertencias: me les voy eh), la propia Gisela?

No se piden peras al olmo.

Esta es una autoridad sorda y ciega. Fuera de tiempo y contexto. Viviendo una realidad virtual correspondiente a hace treinta años, cuando el PRI era el único y él como tesorero del estado, vigilado por su poderoso suegro, desconfiado como todos los viejos sabios. Consciente que los altibajos del pupilo yerno se supeditaban a su insaciable apetito de poder.

Comienzan las olas en el gabinete

Hace poco llegó una singular tarjeta. Su contenido, más o menos sugería balconear a ex funcionarios orticistas con un alto impacto mediático. Ya sabe, esa tarjeta fue enviada a la Secretaría de la Función Pública.

Curiosamente, como rata que abandona al buque en picada, esa información se filtra. Lo mismo como un boquete en el casco del barcote sin rumbo, que en calidad de despedida porque los días de esa secretaría están contandos. Aún peor, los días de funcionario de quien la encabeza ya están en la cuenta regresiva (ya sabe, esto nos remonta a la comida entre Rubencito Flores Leal y don González, en la Cabaña de la Feria).

El rompimiento entre grupos trata de disfrazarse de un complejo reacomodo, con todo y problemáticos recovecos legales para bajar de categoría a la que será la contraloría general, así de simple, pero sin el nivel de secretaría.

Haga sus quinielas. Quién o quiénes serán los próximos orticistas en la hoguera. Conste que a partir de seis o siete de enero, el proceso electoral habrá comenzado.

Las chamarritas

Nos dicen que las 260 mil chamarritas son maquiladas en talleres de Santa Ana Chiautempan.

Eso nos parece de maravilla. Pero por qué no se informa, si gracias a esa acción se reactiva la economía de ese municipio.

Si lo plausible son los talleres y la enormidad de trabajo, el chiste consiste en ver quién es el intermediario. Cuánto pagaron a esos talleres y en cuánto se inflará el precio por unidad. ¡Ahí está el negocio!

Con razón tanto misterio.

Creo que esta es una mala copia y peor manejo mediático (porque hay gato encerrado) de lo hecho por el vecino Moreno Valle, quien derá casacas (unos chalequitos bien calientes pa’l frío) pero también cumplió con dar los útiles escolares.

Bienvenidas las chamarritas.

¿Y los útiles, cuándo?