Llega Héctor Maldonado Bonilla, con importantes cartas crecenciales; no como un aladino legal, sino para colocar a Mariano en el piso, ante la inminente llegada de la intolerancia peñanietista.
Hoy, que marcar diferencias se ha puesto de moda (Apizaco es mejor que Tlaxcala, según Mariano) hay que aceptar un visible contraste entre el hoy ex consejero jurídico del gobierno estatal, Marco Antonio Díaz Díaz y el recién desempacado, Héctor Maldonado Bonilla.
Mientras uno ha podido resolver el laberinto de la vida, al otro, la academia lo ha nutrido en suficiencia, dando y recibiendo en por lo menos tres instituciones: la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), la Universidad de las Américas (UDLA) y la Ibero (UIA).
Doctor en Derecho, reconocido maestro y parte de una familia con tradición en la docencia, Maldonado Bonilla es al día de hoy una de las adquisiciones más valiosas del marianismo, acaso exhausto de la aventura emprendida en términos improvisados pero muy leales desde el particular concepto del mando en la actual administración.
Creo que esto es parte del lógico cambio ante el inminente inicio del peñanietismo y su halo intolerante con los aliados de débiles cimientes.
Harán falta los buenos oficios del singular jurista para no estallar en ira cuando eventualmente halle las hebras conductoras al rotundo fracaso del intento marianista por hacer a modo los esquemas legales.
Al principio, un perverso temor alentó al hoy desplazado a asentir a los planteamientos -unas veces desquiciados y otras, más- de su superioridad, con la esperanza de rotundos triunfos apoyados en la ventaja de la sumisión casi total de las instituciones relacionadas.
Vendría entonces este razonamiento: «esto es una mina de oro en el corazón del infierno».
Y todo ese sufrimiento reprimido pudo ser asimilado gracias a la esperanza de que alguna vez cuajaría uno de tantos negocios. Según puede juzgarse este fue un capital dilapidado.
La aventura acabó donde debía: firmando actas de nacimiento.
Zapatero… a tus zapatos.
Cambio de fondo
Quien contemple a Maldonado Bonilla, como una especie de aladino con posgrado, omite erróneamente el buen juicio del sujeto.
El gran logro del profesionista consistirá entonces en tomar amablemente del brazo a su superior y posarlo sobre el suelo. A estas alturas, en que no hay alternativa para las administraciones erráticas, lo mejor del poder es conservarlo.
Acabó la burda etapa autocomplaciente.
Ojalá con la nueva contratación inicie una larga asamblea de realismo, a la cual podamos agradecer el retorno de Tlaxcala a la razón, alejada por casi dos años a causa de una sumisión con maña, parte de las frutas podridas que deben ir a la composta.
Pedrito y el lobo
A la moraleja extraída de la bellísima melodía del compositor ruso Sergéi Prokófiev, habrá que cambiar el concepto central: la sinceridad.
Hacerla un cuento local implica tomar a la crueldad (con un poco de racismo) y aplicarla a la relación entre el hacendado gobernador y el prietito alcalde capitalino, más priísta que cualquiera de los intentos marianistas por aparentar serlo.
Con algunos detalles, no crea usted…
Pedrito resultó respondón a la hora de asumir un liderazgo entre los alcaldes, al grado que consiguen modificar el tiempo constitucional al frente de las presidencias municipales.
Ha logrado cambios sustanciales en la estética de la capital que, a diferencia del poderoso municipio de Apizaco, carece del potencial económico y si acaso es grande por el asentamiento aquí, de los tres poderes.
Ah sí, el detalle de fondo estriba en que Pedrito, por más que se esfuerce no podrá sacudir la influencia de Lorena Cuéllar Cisneros, la gran ganadora de la pasada elección.
Algo inalienable entre ambos puede ser la estructura electoral de que disponen, priísta cuando conviene y hoy, como lo acabamos de ver, perredista.
Eso, a Mariano lo purga.
Llegan entonces los recuerdos de la campaña, pero de la de 2010, cuando sin rubor comentaba entre propios lo mal que le caía, «el naco ese candidatito del partido, que quiere ser presidente municipal».
Después llegó a la conclusión de que el cuate ese (tiene su hermano igualito) obtuvo el triunfo gracias al efecto Mariano, el que hasta la basura arrastró (así lo decían en aquella singular elección).
Pedro Pérez Lira, por su parte hace como que respeta al gobernador, como que le es indiferente y como que no quiere patadas.
Pero se sabe con ventaja.
Hoy, Mariano tiene que cambiar. Peña Nieto y su muy probable asunción lo van a conseguir.
Y ser tolerante con el alcalde de los escándalos familiares, con el prietito del arroz, con el líder naco al que le hace falta ser güerito y de ojo azul para presumirlo como se debe hacer con cualquiera que sea presidente municipal de una capital.
En el fondo, desde este momento, Mariano advierte a Pedrito que carece de mano para elegir a su sucesor.
Bueno, y ahora como el PRI puso de moda perder elecciones, pues ya veo a Pedrito, sosteniendo reuniones al por mayor para evaluar los daños de las locuacidades del tlatoani y ver por dónde hay que atacar… sí, por el lado del Movimiento de Regneración Nacional (versión tlaxcalteca), o por el lado perredista o petista, en fin, vaya usted a saber.
Aquí, la senadora electa Lorena Cuéllar Cisneros, ha comenzado a jugar un papel fundamental.
Mariano lo sabe. Y eso lo hace estallar de coraje.
Pedrito y el lobo (estepario) con su nuevo argumento nos hace reflexionar sobre lo necesario que es dejar la malquerencia un rato y dedicarse a hacer las cosas con un poco de buen juicio.
Viera usted que esta es una etapa para amarnos (jeje).
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