Tienen que mejorar porque ya forman parte de las ligas mayores; ojalá olviden la grilla destructiva, las frases bobas, y se despojen de esas rémoras buenas para pedir, pero pésimas para producir.

Es incalculable lo que al pueblo de Tlaxcala costó la senaduría de la panista Adriana Dávila Fernández.

Es el carísimo proceso de aprendizaje de quien hoy se describe como una institución política y llama a aceptar los resultados de la democracia, sean favorables o no.

Adriana tiene la obligación de hacer un magnífico papel como senadora de la República.

Aquello de sentirse institución en la política (así lo dijo al recibir su constancia de mayoría en el IFE) es parte de su conducta megelómana, pero el contrapeso que representa, ya sin la protección de Felipe Calderón Hinojosa, le demanda aplicarse a fondo pues, a diferencia de la enorme mayoría de beneficiarios del «aiga sido como aiga sido», ella conservó la chamba.

La expectativa de Tlaxcala sobre la senadora Adriana Dávila es muy amplia. Se le ve aplicada a fondo en asuntos de presupuesto, con una coordinación sobresaliente con el ejecutivo de Tlaxcala y con la mira muy alta en sus acciones, si es que ve así de factibilidad para contender en cuatro años por la gubernatura.

Debería olvidar aquellos primeros discursos, cuando agradecía a su papi y a su mami, el haber sido fundamentales en la escala que le permitió convertise en lo que ha sido. Hoy, «una institución política».

Adriana debería fijar sus ojos en la academia. Bateará en ligas mayores, y si su desempeño sigue siendo tan limitado como lo fue -afectando a las delegaciones para financiarse- en seis años lamentaremos haber perdido con una representante de estas hechuras en el Senado.

De lo poco, lograr mucho

En el reverso de la moneda, dos nuevas senadoras de la República, demostraron que en la política también se puede ser creativo.

Tras su triunfo electoral, Lorena Cuéllar Cisneros, es la candidata natural a la gubernatura. No solo de la izquierda, sino de una creciente membresía plural y ciudadana, que ve en ella a la mujer crecida al castigo, inflijido por el mandatario estatal y su partido, el PRI.

Lorena jugó bien ese papel de ser frágil en lo físico, pero invulnerable a la hora de organizar a su estructura.

Y así llegó al primero de julio, cuando el efecto AMLO la tomó de los hombros y la convirtió en ganadora, ante la crisis de Mariano, a quien esto lo puso en la lona.

La Cuéllar dio la espalda al diazordacismo de su abuelo don Joaquín Cisneros Molina. Optó por la audacia de su abuelo: Crisanto Cuéllar Avaroa, hombre inquieto, letrado, activista de izquierda, un estratega.

Ello compromete a la senadora Cuéllar Cisneros, a despojarse de su trillada frase mientras vivió del PRI: «yo… mis viejitos», y dar paso a la más ambiciosa etapa de su vida política, como la potencial activista en defensa de las mujeres, ancianos, niños. Nada más que ahora sus alcances serán nacionales e internacionales.

Por lo tanto debe sumar palabras e ideas a su escaso acervo, pues a los tlaxcaltecas nada nos deprimiría más que una representante en la Cámara Alta, escasa en materia gris.

El reto para Palafox

Su gran reto inicial es librarse de las rémoras que alegando parentesco la devalúan y la deforman a placer.

Lo más valioso de su experiencia legislativa es el tiempo en la banca. La constante falta de oportunidades en su partido de toda la vida, al cuyo estatuto dice guardar profundo respeto.

Conserva la diplomacia con la cual se nutrió siendo priísta, pero no puede silbar e ir en la procesión.

No me cabe la menor duda que la senadora Martha Palafox Gutiérrez, quitará el sueño a Mariano. Tengo la sospecha de una especie de marcaje personal del que saldrán buenas cosas para un pueblo que votó mayoritariamente por tres mujeres, para impulsar su llegada a la parte más alta de la política en nuestro país.

Ya ni se acuerda de los descontones aquellos con Lola Padierna. Al contrario, su llegada a las izquierdas, al Partido del Trabajo, para ser precisos, la abrió el abanico de estas novedosas relaciones, tan productivas cuando logran ponerse de acuerdo.