De que algo anda mal en el mando, nadie lo puede ocultar; la reciente salida es una renuncia parcial, consecuencia de las horribles crisis de ira y los larguísimos momentos de angustia que, acaban por desincronizar al ente de poder en el estado.
La limpia de gabinete que ya comenzó a efectuar el gobernador Mariano González Zarur, es una especie de filtro que condena la pasividad. Nadie, según apreciamos en el trecho recorrido, tiene derecho a la contemplación en tanto mecanismo de diagnóstico para ejercer el poder una vez detectadas las fallas encontradas.
Es la atonía rotunda.
Mientras el mandatario vive días de intensa lucha para grabar su nombre en piedra maciza –pues antepone su legítimo deseo de coronarse como el mejor gobernador- el equipo subordinado se halla en la duda constante entre ceñirse a la ley y obedecer ciegamente las intempestivas acometidas de quien refleja prisa al sentir dentro de sí que el tiempo se agota.
Este reciente viaje al extranjero equivale, según lo podemos apreciar, a la renuncia parcial ante esa falta de sintonía entre el mando supremo y los ejecutores de las acciones.
Entonces se presenta el caos.
Y los metales suenan fuera de nota. Ocurre también con las cuerdas y los demás integrantes de la orquesta incapaz, al día de hoy, de interpretar una sola sinfonía que despierte el aplauso de un pueblo esperanzado en escuchar algo medianamente agradable.
La prisa del que manda se aprecia en los litigios fallidos. Sus yerros son tan básicos como la voz aquella de, “mátenlos en caliente”.
Queda, sin embargo, el sembrado de cadáveres que afloran con el paso del tiempo.
Esa prisa pervive en la nostalgia de aquella época en que el poder absoluto no sólo no se compartía, sino que generaba cambios de fondo a partir de las decisiones tomadas por los tlatoanis del tricolor, cuya voluntad no aceptaba debate.
Hoy, cuando el PRI en Tlaxcala diseminó a sus pilares del pasado, debiera el que manda ser consciente de que lucha contra ejércitos idénticos al suyo. Con estrategias tan parecidas que al término de estos quince meses de guerra el saldo es realmente negativo.
Pero la prisa, decíamos, parte de fundados temores a causa de un fin súbito, fuera de esa agenda tan personal a la que enfermedades no consideradas afectan su misma esencia, enviando información neurológica equivocada, en cuyo trayecto se gesta la conducción titubeante y errónea que no debiera darse en un pueblo demandante de una autoridad serena y asertiva.
Este lapso ha sido la irrupción dopada al bellísimo salón de fiestas donde todo estaba puesto para una maravillosa temporada.
Jóvenes y viejos amalgamados en una directriz sabia habrían dado el empujón necesario para hablarnos de tú con cualquier entidad federativa, por grande o rica que esta fuese.
Pero el conflictivo funcionamiento de todo el organismo desconcentra, distrae y echa abajo lo conseguido merced a un enorme esfuerzo aunque con resultados mínimos.
Y es aquí donde aquél viaje, el enésimo para llenarse de otros aires, debe dar paso a una tregua consigo mismo. A una verdadera revolución interna para resarcir lo que aún es posible, para reparar el daño causado y para trazar un camino de reencuentro al cual nos permitiremos llamar: La Necesaria Enmienda.
De no ordenar la propia casa y los planes que le mueven, nuestro cuesta abajo será irreversible.
El problema de fondo no es con los demás. El verdadero enemigo se halla dentro y amenaza con seguir creciendo hasta el nivel en que la razón sea la gran ausente y la enmienda imposible.
La angustia permanente, las sudoraciones en consecuencia, el mal humor como asiduo acompañante, los coscorrones y las frecuentes explosiones, deben ser tomadas en serio porque más oportunidades de poder no habrá.
Este es el reto de la vida.
Su primer desafío es encontrar el ritmo, perdido en alguno de las indeseables crisis de ira.
El terror pretendido como credencial que doblega a los subordinados debería sustituirse por respeto al derecho de cada cual a una digna carrera en el servicio público.
A golpes no se logra el liderazgo. Menos infundiendo miedo.
Tan fácil que es dar el primer paso: la aceptación que algo anda mal, como en AA.
Ya vendrá el momento del inventario.
Que la lejanía en estos días de asueto sirva para algo. Porque Tlaxcala merece algo menos lesivo que el actual estilo de rompe y rasga.
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