Recién transcurrida la elección, pasaron seis meses de silencio absoluto. A casi un cuarto de sexenio, se alardea de haber levantado la casa; pero, ¿y la expectativa generada?, la sensación de… ahora sí hay mando… ahora sí nos va a ir bien…
Levantar la casa ha llevado catorce meses al gobierno marianista. Y es la coartada ideal para justificar la inacción. Un comunicado oficial sostiene lo siguiente: “en lugar de construir nuevas obras se enfocó a mejorar y ampliar los servicios básicos que impactan en la vida diaria de los tlaxcaltecas”.
Creo que es obligación del gobierno –para eso cuenta con un buen presupuesto- mejorar y ampliar los servicios básicos.
Claro, figuras como Mariano, generan una amplia expectativa.
El pueblo de Tlaxcala le otorgó mayoritariamente su voto y lo hizo autoridad, tal vez esperando la reciprocidad con un crecimiento como no se había logrado con los panistas.
Tras el triunfo transcurrieron seis largos meses bajo el más absoluto silencio. Con algunas apariciones más de carácter personal. Y supusimos que en ese lapso los arquitectos de este gobierno detallaban el plano maestro.
Pero llegó el día de asumir el poder y fue entonces cuando se inició una permanente gira por todo el estado para tomar nota de las necesidades. Conste que durante la campaña se realizaron múltiples foros para tratar todos los temas.
La recaudación decayó. Largas y tediosas filas fueron una especie de monumento a la ineficacia. Llegó la opacidad y con ella la persecución, el conflicto, la desconfianza…
Hoy, a catorce meses de gobierno nos dicen que se acaba de levantar la casa. Me es imposible ignorar los versos de Serrat, que a este propósito suenan de las de acá: Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad, / viajan de incógnito en autos blindados / a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad, /a colgar en las escuelas su retrato.
Vamos a velocidad de vértigo al primer cuarto del sexenio, y si en algo somos buenos es en repetir de una u otra formas lo escasamente conseguido, a través de informes ciudadanos, de informes regionales o de giras sustentadas en la ruptura de la política de escritorio, como lo señalan el amable presidente de Calpulalpan y la obsequiosa alcaldesa panista de Hueyotlipan.
Muy bien, el escritorio fue roto, ¿y?, ¿hay cambios sustanciales?
Me resisto a creer que el gobierno de Mariano González Zarur, vaya a resultar un limitado ejercicio de gentes postradas y lenguas sueltas.
Regresemos con Serrat: Se gastan más de lo que tienen en coleccionar / espías, listas negras y arsenales; / resulta bochornoso verles fanfarronear / a ver quién es el que la tiene más grande…
No vale alardear el incremento de seis por ciento en turismo cuando especialistas en la materia nos dejan fuera de cualquier intento de sólido destino turístico al carecer de conexiones aéreas y oferta en restaurantes y servicios.
Es el momento de recapacitar en lo improductivo que ha resultado este primer trecho de gobierno. Por más esfuerzos de hacer novedosa la información y quitar el tedio a las llamadas giras de trabajo, lo único palpable es el tremendo retroceso en el nivel de vida de los tlaxcaltecas, unos desempleados, otros empobrecidos y los más, con la esperanza rota de contar con un mandatario realmente apasionado por su patria chica.
Los meses se nos han ido en reconocimientos de la comunidad libanesa, en hacer consejero político a junior, y luego coordinador de la campaña de Peña Nieto; en hacer mártires a por lo menos dos adversarios políticos… en buscar varias formas de comprobar que se tiene el mando.
¿Es necesario?
Desde un principio el mandato constitucional producto de la voluntad popular dio el mando a quien lo ha de tener hasta el último día de su administración.
¿Nuevos estilos de ejercer el poder?… ¿y con eso la gente vive mejor?
Deseos anticipados de ser recordado como uno de los mejores gobernadores de Tlaxcala. Pero, aún no concluye su mandato. Acaso se trata de la descoordinación llamada mil veces coordinación.
Por lo pronto enterémonos que la casa ha sido levantada (las camas hechas y los trastos lavados) y que un día, ojalá no muy lejano, venga la etapa de edificar, de crecer, de superar lo básico viendo más allá de los odios actuales.
¿Y la refinería?
Hace tres años que Tlaxcala participó en una especie de concurso para quedarse con una nueva refinería de PEMEX.
Participaban Hidalgo y Guanajuato, claro, también Tlaxcala.
Y la refinería se fue a Tula, Hidalgo.
A propósito de un aniversario más de la expropiación petrolera, fue pertinente recordar aquella puja, de la que no salimos triunfantes.
Debe usted saber que, a tres años de iniciada la tal obra, reflejo del progreso calderonista en Pemex, llevan un impresionante avance: 4.7 por ciento.
Y si la hubieran hecho en Tlaxcala, ¿estaríamos mejor?
Sinceramente no.
El único culpable
Casi arrodillado ante un altar, el alcalde priísta de Chiautempan reconoció ser el único responsable por la contratación de un secuestrador para nombrarlo titular de seguridad pública.
Había intentado compartir la culpa con el gobierno estatal. Hasta aseguró contar con el oficio sellado de la solicitud ante el Consejo Estatal de Seguridad Pública, para efectuar a Antonio Solano las necesarias pruebas de confianza.
Hoy, sin embargo –casi escucho cantando a Alberto Vázquez- expresa el mea culpa con la esperanza que los chiautempenses lo perdonen, y el gobernador (por ser tan tarugo de andar contratando a un delincuente) y su partido, por haber evaluado la conveniencia de expulsarlo tras haber demostrado ineficacia con creces
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