La prometida caja de cristal quedó para mejores momentos; ahora es tiempo de atender otras tareas, como depositar la administración de Tlaxcala en dos sujetos, muy de fuera: Carlos Rojas y Mario Mendoza Guzmán.

Transcurrieron siete semanas desde que Noé Rodríguez Roldán, asumió como secretario de Gobierno, tras la renuncia de Anabel Ávalos Zempoalteca.

A partir de entonces, ¿algo cambió?

Es frustrante, pero no. Al contrario.

Una limitadísima burbuja se va apoderando de las funciones vitales del gobierno. Decide la agenda del gobernador Mariano González Zarur y sepulta la promesa aquellas de caja de cristal, con la cual inició sus días esta administración.

Lo peor es que dos de esos influyentes serían de pisa y corre… su extranjería reafirma la desconfianza de un vulgar saqueo del estado, simultaneo al envilecimiento del concepto gobierno con la gran masa de ciudadanos, esos a quienes el señor manchis llama tejido social.

Carlos Rojas, dejó una estela de despidos y resentimientos. El papel que juegue es incierto, pero sus decisiones se sienten. Es uno de los instrumentos de corte que hirió a aquél tejido social por cuya restitución apostaba quien hoy nos gobierna acotadamente.

Con la nariz metida en un partido realmente dividido, y también en un gobierno con evidencias de más de lo mismo, el señor Rojas encabeza a la burbuja de poder que tanto daña a Tlaxcala, incluso al gobernador, quien se entera de… “lo conveniente”, y hasta cae en descomunales pifias como aquél viaje de placer a Japón –teniendo como compañero a Rojas- del que se nos quiso vender la idea de gira de trabajo.

Mario Armando Mendoza Guzmán, es visto dentro y fuera del gabinete marianista como una de las calamidades cuyo poder para decidir el rumbo de acciones y afectaciones con cargo al erario y con el nulo interés de situaciones futuras, en vista de la maleta lista para emprender, en cualquier momento, la graciosa huída.

Sería una de las piezas –de cuño muy mediano- jugadas por Enrique Peña Nieto, para hacer una sangría permanente en un estado con un mandatario a todo mecate para la permanente campaña, ávida de dinero fresco a cualquier hora, ya sea para pagar publicidad o para preparar la eventual compra de conciencias, según lo aseguran quienes conocen de cerca el desempeño de Mendoza Guzmán, de cuyo marcaje personal se dio la salida de Anabel Ávalos.

Con menor influencia, ubicados digamos en un segundo nivel se hallan los secretarios de Finanzas, Ricardo García Portilla y el de la Función Pública, Hugo René Temoltzin. Su papel es parecido al fecalismo gatuno.

Aprovechan para hacer despliegues de declaraciones o amagos a título personal, mas su carácter funcional se basa en una pseudo actuación técnica para cubrir las súbitas fechorías, sin fecha ni hora, pero demasiado presentes en un estado que votó por un cambio, hastiado del papel perverso y lleno de excesos del antecesor panista.

En un tercer nivel, caracterizado por no tomar acuerdos con su jefe el gobernador, pero dispuestos a pasar licitaciones por el arco del triunfo o, a realizar declaraciones de supuesta estabilidad política y social, se hallan políticos de la talla de Ubaldo Velasco Herández, en la Oficialía Mayor de Gobierno, así como el propio Noé Rodríguez Roldán, el supuesto mega secretario de Gobierno, quien al paso de los días resultó más lesivamente maniatado que su antecesora.

Pero el nivel que sigue, un cuarto o quinto sub estrato, lo constituyen los encargados de despacho, abundantes en esta administración.

Deben la vida al gobernador al haber sido rescatados del desempleo, contratados sin contar con el perfil y eso sí, dispuestos a dar la vida para seguir con vida haciendo como que sacan adalente a las dependencias a su temporal resguardo.

Ahí tiene usted a los encargados de Seguridad Pública, Rubén Santacruz Caltempa; a la señora su cónyuge, haciendo lo propio en Copladet (se supone que esta instancia sería la carta bajo la manga de don manchis para detonar el progreso de Tlaxcala).  También está el lamentable papel del actual ¿secretario de Obras?,

La caja de cristal quedó para mejores momentos.

Hoy, lo importante es la confirmación de una administración laxa, a la que le importa muy poco el desempeño de este sufrido estado.

En otras palabras, la política se dejó para otros y se privilegió una especie de gerencia, pero no interesada en sacar al buey de la barranca.