Lo consideran el personaje más vulnerable del priísmo, a quien eventualmente podrían abandonar pues, renunció a su madrina, nunca ha sido del agrado de Mariano y, se ha encargado de unificar criterios… en su contra.
Quién podría negar que para la clase política en el poder este, es el sexenio de los miedos.
Suficiente con ver la mirada de pánico del alcalde tlaxcalteca, Pedro Pérez Lira. Pero, ¿a qué le teme?
Prioritariamente a las consecuencias que le traerá la disposición ilegal de recursos, no sólo para entrar con su cuerno a promover la imagen del entonces candidato y hoy gobernador del estado de México, Eruviel Ávila, a quien por cierto, le siguen lloviendo multas impuestas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Pérez Lira, ha sido desde el inicio de su gestión, presa de una profunda desconfianza. Vamos, el sólo hecho de haber ganado la elección de aquél julio de 2010, lo llevó a dudar de las mismas autoridades electorales a la hora de declararlo formalmente alcalde de Tlaxcala.
Nunca lo culparemos por desconfiar del triángulo aquél que opera en el gobierno estatal (Finanzas-Función Pública-Carlos Rojas), pero confiar su incipiente reputación de político, a la persona que lo asiste como secretario particular, ha sido uno de sus peores errores. Además de exhibirlo como un servidor público harto inculto, lo mostró ingénuo, extremadamente confiado, pese a haber puesto distancia de por medio con la gente de confianza del gobernador Mariano González Zarur.
Allá sí que se hacen bien las transacciones. Sobre todo si se trata de enviar dinerito al estado de México para apoyar el proselitismo de Eruviel.
Hoy, entre esa clase política, Pedrito Pérez, destaca por vulnerable y se utiliza como el ejemplo de los errores que no se pueden cometer, a no ser que se esté dispuesto a dejar el puesto a menos de media gestión.
En el gabinete marianista, la torpeza del presidente municipal de la capital es un verdadero servicio. Semejante a los marianismos, ahora un “pedrismo” es mortal en la carrera política de cualquiera.
Por otro lado, en el PRI de Tlaxcala analizan la inconveniencia de seguir respaldando a un político con semejantes deficiencias. Pérez Lira, no responde a las hechuras de grupo alguno. Al contrario, desearía conformar el propio, pasando por alto la sorna de buena parte del Cabildo y los resentimientos generados entre aquellos que alguna vez lo apoyaron.
El propio alcalde se construyó un tremendo caparazón de antipatías.
Justificar la adquisición de una camioneta lujosa al olor de orín en las vestiduras de la Ram Charger plata heredada por Lorena Cuéllar, exalta su falta de conocimiento respecto a autos. Mejor habría sido ordenar el aseo de la piel de los asientos. Incluso, llevar esa unidad a recibir mantenimiento, para evitar que lo dejase varado reiteradamente en viajes emprendidos, digamos al estado de México.
Si nos explicara las causas para trasladarse a esa entidad, no nos quedaría otra que otorgarle el beneficio de la duda.
Hoy sin embargo, pesa sobre él un señalamiento de vulgar corrupción, y también de ignorancia. Y ningún viaje fuera de Tlaxcala, así fuese para tomar acuerdos con gente de la tristemente célebre Federación de Municipios de México (Fenam), mermará así la desconfianza despertada por el muchacho autoridad, cuya oportunidad de seguir en la política se le escurre entre sus obscuras manos.
Claro que debe una disculpa al Cabildo y a los ciudadanos del municipio de Tlaxcala. Lo tendrá que hacer, en la comparecencia que le espera en el Palacio legislativo.
No puede haber otro destino para un alcalde como sacado de una cinta entre divertida e inverosímil. Lo imagino arropado con un cobertor eléctrico, presumiendo sus fuertes rasgos mexicanos (esto lo tomo de la formidable producción Calzonzin Inspector, de Alfonso Arau).
Aplauso obligado ante tal cinismo pero, simpático al mismo tiempo. Ignoro lo que le cause tal alegría pero normalmente tiene una mueca de risa.
Ojalá ría cuando en el Congreso definan lo que ya comenzó como una verdadera necesidad por instruir un juicio político. ¿Fuero?… un muchacho autoridad con esta ironía, lo ha perdido como lo hizo con la confianza de quienes lo hicieron alcalde de la Capital de Tlaxcala.
¿El sexenio del miedo?
Nada más hay que escuchar al secretario de gobierno, Noé Rodríguez Roldán, hablando de tiempos y responsabilidades institucionales.
Debería aceptar que fue ungido, igualito que le ocurrió a Beatriz siendo una chamaca, cuando el presidente Miguel de la Madrid, colocó su mano extendida sobre su frente. Y tuvo buena mano.
Ahora, de que la unción de Noé sea garantía de triunfo en la urna, ahí sí nada es seguro. Mejor evocar al más pelón de los gobernadores de Tlaxcala, cuando afirmaba antes de la elección del noventa y ocho: “la moneda está en el aire” (jeje).
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