Perseguía fines distintos al propósito institucional de socializar a las delegaciones, eliminando la creencia de que los titulares eran inalcanzables; al delegado de la Segob y coordinador de las jornadas, le dio por acarrear gente y por pedir dinero.
Alberto Cienfuentes, el mismo responsable de la Unidad de Enlace Federal de la Secretaría de Gobernación, que el 15 de junio anterior defendía las Jornadas Ciudadanas (mismas que devinieron en un vulgar acto de promoción partidista con recursos de la federación) fue el encargado de cortar la cabeza a Juan Antonio González Necoechea, como coordinador de dichas Jornadas, o de delegados en Tlaxcala.
Esta es la parte medular de un oficio que circula en oficinas centrales de las dependencias federales firmado, como le decía, por Cienfuentes y por Adriana Dávila Fernández, coordinadora nacional de delegaciones:
“En lo sucesivo cada jornada o evento donde participen las delegaciones federales en su conjunto será coordinada por el delegado que se elija por mayoría de los presentes en la reunión en donde se acuerde o se informe de la realización de dicha jornada y evento.
La coordinación se alternará entre los delegados. Lo anterior debido a que en algunos estados el rol de coordinador de jornadas se ha utilizado para fines distintos a los objetivos institucionales”.
González Necoechea, sugiere este documento, utilizó indebidamente las jornadas; desvió los objetivos institucionales.
Es una atentado a la inteligencia de los tlaxcaltecas el vender, con las jornadas ciudadanas al estilo del delegado de la Secretaría de Gobernación, la idea de un acto de transparencia esta especie de feria panista, con acarreados al auditorio Emilio Sánchez Piedras de Apizaco.
Era la negación de un desvío tangible. Así lo asumieron los jefes de González Necoechea, y lo quitaron de coordinador.
Digamos que, el delegado de la Segob pretendió adelantar la campaña de su jefa, la seño Adri, quien da por descontada su candidatura al Senado. Sus propósitos fueron parados en seco por el Gobierno Federal.
Es curioso, pero una de las áreas de inteligencia, la Secretaría de Gobernación, dio a González Necoechea una sopa de su propio chocolate… la inteligencia auténtica que aplastó a la otra inteligencia, la del plan con maña. Y con este estate quieto se descubrió un pastel bien grande.
Se trataba de un poder que en manos de alguien menos destructivo no habría conocido límites por cuanto afianzamiento del calderonismo. Sin embargo, se impuso la terrible mixtura de venganzas y ataques personales, pero pasando la charola cuantas veces fuese posible.
Y eso no gustó a quienes pasaron de funcionarios federales a víctimas de extorsión.
¿Cuáles son esos fines distintos, de los que habla el oficio firmado por Cienfuentes y Dávila?
1. Una precampaña velada de alguien que da por descontado que será la candidata del PAN al Senado de la República, y por ese simple hecho es merecedora de apoyos extraordinarios de los delegados, entre quienes comenzaron a circular las versiones extralimitadas de Adriana y sus infalibles resortes en Los Pinos, situación que debía entenderse como inminente riesgo de quedar desempleado si llegaban a negar dicho apoyo.
2. La seño Adri activó su liderazgo moral en el PAN – invariablemente destructivo- y lo mezcló con su papel de coordinadora de jornadas. Así, se apropió de la mayoría de las delegaciones, colocó a sus cuates y destruyó a quienes no formaban parte de sus planes.
Pues estos no son los fines de las famosas jornadas.
Adri requería de un operador. Y quién mejor que Juan Antonio González Necoechea, delegado de la Secretaría de Gobernación, para presionar a los delegados, según versiones recogidas entre funcionarios federales, no vistos como servidores públicos del Gobierno Federal, sino como una clientela cautiva que de una u otra forma tendría que entregar ciertas cantidades.
En esta ocasión, organizar las jornadas ciudadanas implicó una especie de “cuota de recuperación de doce mil pesos.
¿Con el criterio y la autorización de quién?
Pues de esa idea vendida respecto a ser persona cercana y protegida del presidente Felipe Calderón. Nada más.
Hasta hay quien asegura incómodos regateos de González Necoechea: ¿no tienes los doce mil pesos?… bueno, pues dame seis mil pesos…
A ese grado llegan nuestras autoridades federales que del servicio público hicieron una pachanga.
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