Lejos de ser un patiño para manejarlo a placer, el ex rector de la UAT tiene el reto de cohesionar a grupos, individuos y líderes, dispuestos a dar la batalla… su ascenso se da dentro del sistema piramidal, representado en los monumentos de la UAT, llenos de simbolismo…
El nombre clave del orticismo para próximos cotejos electorales es el del ex rector de la UAT, Serafín Ortiz Ortiz, a quien su hermano, el ex gobernador Héctor Ortiz Ortiz, entregó parcialmente la estafeta de un proyecto de largo plazo, cuyo primer objetivo es convertirlo en senador y el siguiente, llevarlo a la contienda por el gobierno de Tlaxcala.
Y decimos parcialmente, porque para que dicha corriente política se mantenga cohesionada hacen falta el recurso y la perversidad del ex mandatario, a quien sus mismos adversarios reconocen formas, convenientes para su causa, de aplicar su versión del arte de la guerra.
Opuesto a escenarios generadores de patiños para manejar a su antojo, el apuntalamiento de Serafín, parece obedecer a la estructura piramidal, acorde con la simbología masona que uno halla en la misma entrada del campus universitario.
Así que la renuncia de Ortiz, registrada el pasado fin de semana oficialmente a las once treinta horas –según el nuevo rector, Víctor Job Paredes Cuatenquiz- pero solicitada por escrito días antes, se aleja de movimientos súbitos, y más bien obedece al resultado del análisis de aquellos grupos, individuos y liderazgos, reunidos en el orticismo y dispuestos a dar la batalla por varias razones:
1.- Debido a la imposición externa de una improvisada en la política (Adriana Dávila) se afectó el engranaje de este sistema, infalible en términos de organización, al grado que varios de sus componentes recurrieron a todo –incluso a la traición- con tal de no permitir lo que para ellos era la humillante llegada de alguien indigno al poder.
2.- Por lo menos se sostiene la teoría de la orden dada por el alto mando en esta corriente política para impulsar el triunfo del priísta Mariano González –como muestra de sumisión y obediencia a Beatriz Paredes, quien lo solicitó- con la seguridad de que en la próxima elección crecerán sus posibilidades de recuperar el poder ejecutivo de Tlaxcala, superados y corregidos los errores que les costaron la derrota en 2010, aunque en realidad el fracaso comenzó antes, cuando la tozudez del presidente Felipe Calderón, corroyó a la estructura del orticismo y su funcionamiento.
Ahora bien, hay que esperar la resolución de la Justicia Federal, respecto al comodato de la Plaza del Bicentenario.
Si es adversa a la universidad, el duro golpe al orticismo habrá procurado quitar del frente de batalla al ex rector, quien debe enfrentar también el otro pendiente, relacionado con aquella polémica reelección, cuando los cincuenta y un integrantes del Consejo Universitario, decidieron por aclamación, prolongar su rectorado hasta el próximo mes de octubre.
Entre aquella aclamación y la reciente decisión del órgano supremo universitario, para nombrar rector al doctor Victor Job Paredes, la constante es la hegemonía orticista, con la suficiencia para hacer estos enroques sin prescindir de la vocación y lealtad de poderosos grupos, de los cuales destaca el apellido Vázquez Galicia, en una maniobra cohesionante, pues todos tienen razones para hacer la guerra, ya sea para conservar territorios, ya para cobrar recientes afrentas.
Los porqués del gabinete laxo
El adelgazamiento del gabinete marianista, casi con evidencias de bulimia, tiende a considerar los cinco años y medio que restan a la administración cual si fuese una gerencia sometida a un raquítico presupuesto, sin posibilidades de incrementarlo.
¿Cree usted que el amo y sus ínfulas, tendrán la capacidad para plantarse en secretarías como la de Hacienda (y su errático secretario) o la de Desarrollo Social, para gestionar más recursos para Tlaxcala?
Ya imagino la respuesta: “¡primero muerto!”…
Ahora entiendo los porqués de ahorrar en este y en aquello, reservando la administración a un grupo compacto, pese al derecho ganado, digamos desde el sexenio de Tulio Hernández, para que el mayor número de tlaxcaltecas, disfrute al menos de un pequeño trozo del pastel del presupuesto.
La familia campesina tiene puesta la mirada en el cheque de la hija o el hijo, quienes con gusto lo aportan para comprar semilla, pagar al tractorista y adquirir el fertilizante. Pero ahora qué van a hacer, si a esos hijos o hijas, Mariano se encargó de borrarlos de la nómina debido a su política de adelgazamiento.
Dar aquél recurso a las familias tlaxcaltecas, el señor manchis lo encontró como un cínico acto de corrupción, y no le importó su trascendencia social.
Al contrario, ahora es motivo de escarnio en los medios, la aprehensión de ancianos involucrados con actos vandálicos en aquella manifestación de hace semanas.
En efecto, la razón legal a la procuradora Alicia Fragoso Sánchez, quien fría e impasiva aplastó con el monopolio de la violencia a unos ciudadanos, ¿manipulados, utilizados?, para encabezar aquellos actos, claro reprobables.
¿Y esa razón legal, es conveniente para una administración que a diario carga con el pesado bulto de las ofensas del patrón?
1.- El encarcelamiento de ocho ancianos y mujeres, involucrados en aquellos desmanes, podría usarse a favor de los intereses del marianismo, si sus gentiles abogados tramitan la libertad condicional del grupo y este, recibe una sabia reprimenda del señor manchis.
2.- El encarcelamiento va a sus últimas consecuencias y permite al patrón decirse a sí mismo: “mi manchis, qué bárbaro eres… nadie se burla de ti… esos malandrines, que se pudran en la cárcel y los demás, que aprendan que meterse con nosotros no es buen negocio”.
Claro, el gober tiene en sus manos la decisión, a una procuradora autómata y a abogados tan eficientes que con un tris sumaría puntos a su causa.
Aunque… su temperamento lo impide.
Mira que ver en la cárcel a gente pobre, le produce un extraño y profundo placer… el gusto de los hacendados por lanzar mensajes al vulgo para que no se anden por las ramas y sepan que si desobedecen o de plano se rebelan, nada los salva de ser fueteados en el rostro.
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