Nadie en su sano juicio puede oponerse o minimizar las muestras de inconformidad y denuncias que realizan las mujeres cada 8 de Marzo para exigir igualdad, un alto a la discriminación, al acoso sexual y laboral, así como la falta de justicia en torno a feminicidios y casos de mujeres tlaxcaltecas desaparecidas.

 

Su enojo, desesperación, miedo, incertidumbre es entendible y hasta comprensible, sin embargo es obvio que hay quienes aprovechan ese entorno tan complejo para radicalizar un movimiento feminista que, apoyado por vándalos profesionales, realiza destrozos en sus protestas que terminan por dañar la imagen del movimiento y el sentido de sus demandas y señalamientos.

 

La administración de Lorena Cuéllar Cisneros ayer por la tarde tuvo el pretexto ideal para justificar la instalación de protecciones metálicas en el Palacio de Gobierno, porque la protesta se tornó violenta al grado que 80 por ciento de las ventanas del segundo piso del inmueble histórico fueron destruidas a pedradas por hombres y mujeres que no perdieron la oportunidad de generar algún daño.

 

Si en lugar de recurrir a la violencia hubieran optado por mantener su protesta pacífica, seguramente el gobierno estatal hubiera quedado muy mal ante la opinión pública, porque entonces tendrían sentido las acusaciones de los colectivos y organizaciones feministas y de la oposición representada por la priista Anabell Ávalos Zempoalteca y el perredista César Pérez González, quienes calificaron de retrógrada la actitud de amurallar el Palacio de Gobierno porque según ellos refleja el miedo, la sordera y el silencio que existe para no atender la problemática que aqueja a las mujeres de Tlaxcala.

 

Lamentablemente lo sucedido ayer en la tarde en el zócalo capitalino no sólo mancha la lucha de las mujeres tlaxcaltecas que exigían justicia en diferentes casos y evidenciaban la falta de resultados en otros, como el asunto del “supuesto suicidio” de la empresaria pastelera Donaji M., dueña del próspero negocio denominado “Donna.mx” que opera en Apizaco, ya que sus amigas y familiares se manifestaron para pedir que se castigue al culpable de lo que ellas consideran se trató de un feminicidio que involucra directamente a su esposa Delfino Chamorro Macías, ex funcionario de la administración lorenista que al parecer fue protegido.

 

 

Tal y como pasó el año pasado cuando el operativo de seguridad en la marcha del 8M estuvo a cargo del represor Guadalupe Ballesteros Arellano, secretario técnico de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, quien en la menor oportunidad ordenó el uso de toletes y gases lacrimógenos contra las mujeres que protestaban. En esta ocasión el dizque “académico” Ramón Celaya Gamboa, jefe los policías tlaxcaltecas decidió probar que sus habilidades de represor superan a las de su subordinado y arremetió contra los manifestantes que trataban de derribar las protecciones metálicas o pasar sobre ellas.

 

La situación estaba controlada, pero el uso de extintores y de gas lacrimógeno encendió a los manifestantes que arremetieron con más fuerza contra las ventanas del segundo piso del Palacio de Gobierno.

 

Lo ridículo fue cuando sin seguir los protocolos de seguridad que están establecidos, el “represor letrado” decidió desempolvar el tanque blindado de la Policía Estatal conocido como “Goliat” para intimidar con chorros de agua a los inconformes y buscar, sin conseguirlo, que se dispersaran de la explanada del zócalo capitalino.

 

Para muchos la intervención del mentado camión blindado no se justificaba y muchos menos su actitud agresiva de lanzar chorros de agua. Sobre todo porque en la zona había mamás, menores de edad, adultas mayores y jóvenes que sencillamente no creían que el gobierno del estado hubiera ordenado el uso de una unidad dispuesta para otras tareas y no para reprimir e intimidar a los tlaxcaltecas.

 

 

Desconozco las razones por las cuáles Ramón Celaya, el secretario de Seguridad Ciudadana de Tlaxcala, recurrió a una estrategia tan mala y deficiente para contener a los manifestantes. Obviamente dejó en claro que no conoce a la entidad y a sus habitantes y que no sabe cómo y qué piensa la gobernadora Lorena Cuéllar, una mujer tolerante, respetuosa de los derechos humanos y de la ley, quien siempre está dispuesta al diálogo y atender a los y las tlaxcaltecas.

 

Entiendo que hubo actos vandálicos en los que no sólo participaron mujeres, sino hombres que estaban bien organizados y que muy seguramente alguien les pagó para generar violencia y perjudicar a la actual administración. Esos fueron los que provocaron destrozos contra la infraestructura urbana, pero más allá de que el gobierno de Tlaxcala haya condenado estos actos, lo cierto es que no detuvo a nadie y ahí falló el secretario de Seguridad porque mostró su incapacidad para hacer valer el estado de Derecho.

 

Al final todos salieron perdiendo porque la imagen del gobierno del estado se dañó aún más y porque la lucha de las mujeres por exigir igualdad y justicia pasó a un segundo término.

 

El único que estaba feliz, era el Oficial Mayor de Gobierno, Ramiro Vivanco Chedraui, quien no paraba de presumir que gracias a las protecciones metálicas que compró para blindar el Palacio de Gobierno y el Conjunto Catedralicio de Nuestra Señora de la Asunción se redujeron sustancialmente los daños a los inmuebles históricos.

 

Así las cosas con políticos de bajo nivel que buscan quedar bien con la gobernadora.

 

Chale.

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