La necedad, la soberbia, la obsesión y la falta de capacidad de análisis combinada con el hambre en ocasiones impiden escuchar y entender los mensajes que se envían y que resultan claves para comprender lo que está pasando y lo que estarían por suceder el próximo 6 de junio.

 

 

A pocos días de la jornada electoral, es innegable que el gobernador de Tlaxcala Marco Antonio Mena Rodríguez dejó su recién adquirido orgullo priista y su activismo político para ponerse como el académico gobernante que respeta la ley y está a favor de las elecciones limpias.

 

Por meses permitió el uso de recursos públicos y de personal del gobierno del estado para apuntalar las aspiraciones y la campaña a la gubernatura de la manchi ex alcaldesa capitalina Anabell Ávalos Zempoalteca.

 

Casi al cierre de las actividades proselitistas, el mandatario decidió suspender su apoyo y advertir a los funcionarios de su administración que se abstengan de intervenir para asegurar que el proceso electoral del próximo 6 de junio sea institucional y en el marco de la legalidad.

 

Marco Mena sabe de elecciones competidas y de su desarrollo. Él vivió procesos complicados y sabe cuándo y cómo se pueden permitir irregularidades, pues siendo jefe de asesores de Luis Carlos Ugalde Ramírez, consejero presidente del IFE, participó en las decisiones que llevaron a reconocer al panista Felipe Calderón Hinojosa como presidente de México cuando el margen de diferencia inicial de los conteos de esos comicios daban una amplia ventaja a Andrés Manuel López Obrador.

 

Pareciera que el gobernador tlaxcalteca ya recibió información privilegiada sobre las tendencias electorales en la entidad porque en los últimos días ha insistido en decir que no intervendrá en los actuales comicios y que está comprometido para que éstos sean legales y limpios.

 

Su amor por el PRI se esfumó de la noche a la mañana, al igual que su actitud de operador y estratega electoral.

 

Tan ha cambiado su actitud que después de negar el uso del recién remodelado Estadio Tlahuicole para el cierre de campaña de la candidata opositora de la coalición “Juntos Haremos Historia en Tlaxcala”, la morenista Lorena Cuéllar Cisneros, ahora decidió facilitar y desechar de un plumazo todos los pretextos que dio su administración para impedir un importante acto multipartidista en ese inmueble de la capital.

 

A menudo, la expresión de que las cosas no están bien se percibe cuando los hombres de poder deciden enviar mensajes y señales, como cuando el cuerpo de una persona detecta un problema y su respuesta es mostrarlo a través de una somatización.

 

Cuando el jefe político del estado y de los priistas opta por marcar distancia con la candidata de su partido, mostrarse institucional y respetuoso de la ley, para después advertir a sus subordinados que se abstengan de participar como operadores políticos en la actual elección, son síntomas o señales que deberían interpretarse como el umbral de la derrota que el ex partidazo y sus aliados como el PAN, PRD, PAC y el PS sufrirán en unos días más.

 

Los síntomas de la derrota ya se perciben por señales que se han venido amplificando en los últimos días y que algunos insisten se negar porque no las quieren ver, escuchar y sentir.

 

También se han visto mensajes y señales de que en breve las cosas cambiarán en Tlaxcala. Ayer la candidata de Morena al gobierno de Tlaxcala, Lorena Cuéllar, lanzó un aviso que no debe pasar desapercibido para los actuales dueños de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, pues ante simpatizantes y seguidores que se reunieron en Apizaco la política se comprometió a rescatar a esa institución que se encuentra secuestrada.

 

Para nadie es desconocido que la UATx está bajo el control de la familia Ortiz que encabeza el ex gobernador Héctor Ortiz Ortiz, quien en estos comicios prefirió aliarse junto con su parentela con el PRI, el PAN y el PRD a fin de impedir que Lorena Cuéllar llegue a la gubernatura.

 

Vendrán los cierres de campaña y sólo resta esperar unos días más para saber el desenlace de estas elecciones.

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