Le otorgan el lugar que merece el más bronco de los viejos especímenes en franca extinción… pseudo echeverrista, pseudo salinista y fuerte aspirante a estadista.

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De alguna forma el PRI tenía que liberarse de la perjudicial conducción que, lejos de mantenerlo en una ruta ganadora, lo utilizó para conquistar sus propios intereses. ¿El partido en manos de Marianito? Digamos que este fue el superlativo que colmó a la militancia.

No fue un hecho aislado. Forma parte de la megalomanía marianista, convencida que el gobierno, sus negocios y su franquicia para competir en las elecciones, se convirtieron a partir de 2010 en el satisfactor personal de un sujeto que, afectado por el vértigo del poder, se contempló saciando sus apetitos y caprichos hasta el último día de su gestión.

Perder sistemáticamente en las urnas le dejó interesantes dividendos, desde vender las candidaturas a ingenuos aspirantes, hasta privarlos de los recursos, formales o indirectos, con tal desventura que sus campañas llevaron siempre el sino del fracaso.

Parte del redondo negocio también fue utilizar a los integrantes del órgano electoral, algunos de los cuales posibilitaron las prácticas más asquerosas de manipulación de resultados, los cuales en otras condiciones habrían dado rotundos éxitos al estilo este, un poco setentero, otro tanto criminal, en una mixtura rebosante de las abyecciones que hoy, en plena decadencia generaron un momento muy interesante.

Sin más preámbulos se dio la división entre el gobierno de Enrique Peña Nieto y el local.

El monitoreo constante de los desfiguros marianos colmó la tolerancia desde Los Pinos tras aquella violencia verbal… a mí, ni el Presidente me regaña.

Y quedó rubricado un plan para desmantelar el pseudo sistema este que muy poco tiene de principios tricolores y sí mucho del interminable acto de venganza contra un mundo de tlaxcaltecas, a quienes lo menos cruel fue quitarles su trabajo.

A otros les pagó con garrotazos la vida entregada al servicio público. A los policías los intimidó y en el colmo, vituperó a los representantes del gobierno federal, considerándolos una ostentosidad injerencista en el territorio donde según su apreciación, no debería hablarse otro lenguaje que el de los marianismos (barbarismos).

De todo ello hubo quien tomó nota.

Y constantemente entregó esa información al Presidente.

Por eso no es raro que a estas alturas se perciba la contundencia un movimiento llamado a sí mismo, para recuperar la gobernabilidad, y que debe aglutinar múltiples talentos con una consigna muy clara: combatir a ese ente de brutalidades que, montado en los colores del PRI, hoy elucubra la recuperación de la militancia, con un muy ridículo reparto de pollos.

De un tiempo para acá, profundizaron las diferencias con la gente de Peña Nieto, operada ni más ni menos que por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien por su lado no ha tenido empacho en celebrar los simpáticos aldeanismos marianos.

Creo que el hidalguense vivió en los cochineros electorales más recientes de Apizaco y el poniente del estado, hasta dónde un ente de poder como el todavía vigente puede llegar.

Y fue revelador observar la ineficacia de esos fines, pese a lo grotesco de su ejecución… urnas que fueron vulneradas durante su lento y arbitrario traslado, de la plaza donde se verificaron las elecciones al Instituto Electoral.

No había en el país entero un antecedente tan patético. Lo peor es que esas acciones casi fueron vendidas como si se tratase de una brillante maniobra para ayudar al matador de toros, amigo del titular de la Segob, a quien subieron y bajaron del trono, y de plano le mataron la ilusión de gobernar al municipio en el cual es ejemplo de superación.

Agudiza la separación

De meses a la fecha el ejecutivo local dejó de ser convocado a actos donde se anunciaban importantes inversiones y acciones del gobierno federal.

Su imposición en Oportunidades fue echada porque nunca cortó su cordón umbilical con la casa de gobierno.

Hoy, se siente como una bola de nieve que, “para recuperar la gobernabilidad”, acentúa la repulsión a González, como ha pasado en tantos escenarios, los más recientes: la rechifla de ayer jueves al representante del gobierno que elogió la figura mariana al intervenir en un acto verificado en el Cecyte de Apetatitlán.

Hace poco, fue aparatoso el rechazo, sobre todo de señoras de San Miguel del Milagro, a la arrogante presencia de quien les iba a anunciar una estratosférica inversión… la respuesta fue que no lo reconocen como gobernador.

Casos sobran. La impopularidad se va al alza. Más, el distanciamiento del Presidente. Con todo y los rastrerismos propios de un pseudo echeverrista, pseudo salinista y abierto candidato a estadista mediante su interpretación personal del compromiso social.

El oleaje del PAN

Tres son los grupos albiazules con la convocatoria suficiente para hacer de este un partido ganador, o fracturarlo sin esperanza de reposición.

Si dos de ellos se unen, como parece ineludible, al tercero van a arrinconarlo.

Parece que eso ocurrirá con Damián (Adolfo) y Adriana Dávila.

¿Es el mejor fin de la historia de disputas?

No lo sabemos, porque ahora estamos hablando de cifras, frías e impasibles.