Fue como un sarcoma, extirpado a destiempo, cuando ya había cundido a la mayor parte del sistema mariano, pero nunca es tarde para rectificar. Hoy, para sorpresa de todos, parece que Mariana es quien tiene en sus manos impedir el naufragio.


Digamos que su paso por Tlaxcala no abona a su expediente como experto operador político del PRI, a no ser por las carretillas de billetes que costó su singular estancia, con las dos elecciones fracasadas.

Generalmente los tricolores acusan tal nivel de lealtad a los principios de su partido que cuando se expresan, los puede usted hasta escuchar con el tono como de cura trasnochado en el púlpito (entre mesiánico, soberbio, pero conocedor de su ámbito)

No es dificil, en consecuencia, advertir ahí un par de características muy propias del purépecha al cual no le quedó de otra más que dorarnos la píldora con aquello de que se tiene que ir porque lo llaman en el gobierno de Peña Nieto (ora sí, como Santo Tomás)…

1.- En el partidazo veneran permanentemente a su tiaxca; desayunan pensando en él, comen como él y cuando alguien se mete con él, lo toman personal y son capaces de poner su humanidad con tal que a su señor no lo toquen ni con el pétalo de una rosa.

El purépecha, sin embargo, tuvo que invertir buena parte de su tiempo en nueutralizar el miedo que infunde tratar con el señor don Manchis… ese, el terror, es la herramienta a través de la cual devalúa a sus subordinados, los enferma de úlcera y de cólon irritable, ah, y también los empobrece…

2.- Pero ese esfuerzo siempre lo desconcentró. Procuraba apropiarse de los manchigestos y las manchiofensas para, por ejemplo, hacer polvo a Joaquín Cisneros Fernández, manchicompañero de mil batallas pero hoy, el ejemplo más doloroso de la desvalorización de un priísta (hizo lo mismo con Anabell Ávalos y Noé Rodríguez Roldán, y no dudo que a Miguel Moctezuma, también, nada más que ya no le dio tiempo de acabar con él)

Entre ser leal con los manchivalores y los principios del partido, y alejarse de la pobreza (para no ser un político perico perro) prefirió lo segundo. Así que se allegó la papeliza, manejó presupuestos, puso a robar a gentes muy menores como Jose Luis González Sarmiento al ser líder estatal del tricolor, o a Manuel Cavazos Lerma, nada más que con este último tenía que compartir… ¡una aguja no pica a otra!

3.- Eso sí, dividió al gabinete. De este lado de la raya la lana (o sea García Portilla) y el terror (el peloncito ex de la Función Pública). Del otro lado, los que quisieran oponerse. Ahí tiene usted una lista de despedidos o sacrificados.

Lo importante era mantener a todos alejados de los manchimomentos clave, cuando estallaba por alguna cuestión. Su sangre fría le permitía -sin despeinarse- bajarle la lana al jefe para remediar las pendejadas de los demás, no de él, eso sí siempre quedaba claro.

El saldo

El Senado perdido y una sola diputada federal, en la primera elección. En la segunda, la tragedia en los municipios y el uso de tecnología mapacheril cara e ineficiente para conseguir doce diputados locales. Metió las manos en la conformación del IET, intervino para lograr candidaturas equivocadas, también dividió al partido y, cosa extraordinaria, se volvió el gran aliado de la oposición.

Queda la duda del papel ante la inseguridad que nos agobia.

Fue un verdadero sarcoma, extirpado cuando su malignidad ya había cundido por todo el cuerpo del sistema que hoy deja solo a Mariano, sin su errático retoño haciendo desfiguros y con un creciente sentimiento de culpa, tal vez en las mismas dimensiones que ese enfermizo culto a sí.

Pues mejor solo que mal acompañado.

Consciente de la pésima evaluación de su gobierno (no le quedó más que activar a Vega Crespo, imáginese)
González tiene tres años para desacelerar su caída libre, pero tiene que domar a la bestia interna incapaz hasta hoy, de entender la complejidad social de esta generación. Es que hasta hoy le permitieron llegar. Tal vez hace veinticinco años, su autoritarismo habría sido un éxito.

Según apreciamos, acabó por aceptar la ventaja del género y ha dado la orden de promover, a detalle, casi a niveles obsesivos a la niña Mariana (bueno, ni tan niña ni tan tlaxcalteca), para él, el único factor de su gobierno con la imagen positiva.

Es decir, el plazo de los tres años conlleva cambios en su comportamiento. Renunció al junior porque de plano no sirve. Corrió al michoacano tras poner oídos sordos a las múltiples sugerencias de quienes pese a los malos tratos, de todos modos le tienen ley.

La nueva historia que escribe tiene la simpatía de su hija.

Qué bueno. En las manos de ella está domar a la bestia. Doblegarla a sus infames coletazos, tomarlo de la mano y obligarlo a actualizarse.

Podría ser una linda historia. Podríamos llamarla la etapa de la enmienda. Nunca es tarde y aunque el mal ha sido mucho, seguramente la buena estrella de Mariana puede acercar un poco de luz al enceguecido hacendado.