Fue la gran oportunidad para que los depredadores del momento hincharan sus bolsillos hasta casi reventarlos… en esta disputa perdimos todos.

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Ha estado a medias, expuesta por tres años, como una de las manzanas de la discordia entre marianismo y orticismo, pero quienes hemos pagado los platos rotos somos los de a pie… los que desearíamos ver culminada una importante obra cultural.

He ahí el detalle: cultura.

El comportamiento del actual gobierno parece considerar los aspectos culturales como algo de muy poco interés. Gusta -según vemos- de negocios rápidos, donde la inversión sea mínima y el margen de ganancia, amplio y suficiente como para sentirse satisfecho.

Ubiquémonos en el simpático reparto de chamarritas escolares.

Suplantaron a los útiles escolares, con un costo muy superior, y sobre todo, socialmente oneroso porque quedó la duda respecto a quien negoció la hechura de esas más de 200 mil prendas. Fue Tonchis, dejaron correr en los pasillos de Palacio, tantito por indiscretos y otro poco por envidia (más de diez habrían sido felices haciendo la tranz(s)acción (perdón por la ortografía).

En el fondo, cuadernos y lápices que debieron entregarse por Ley, fueron sustituidos por tardías chamarras-negocio (aparte verdes, para hacer juego electoral con las manchigrecas).

El estilo mudéjar

No fue la estilizada construcción lo que disgustó al marianismo, sino haber sido privado del control absoluto, durante esos seis meses de hibernación previa asumir el mando. Tenían que haberle consultado para que él les dijera que no. Al no hacerlo, uno de sus primeros planes para confirmar su poder era ese: echar abajo la obra, pararla, exhibirla como trofeo de caza para mostrar a los tlaxcaltecas hasta dónde podía llegar su influencia.

A los ojos de un pueblo que votó por Mariano, aquello fue una inexplicable clausura. Después de tantos retrasos con Ortiz, lo que ricos y pobres deseaban era ver la obra terminada, pero no fue posible.

Entonces vino la depredación. Butacas, puertas, instalaciones eléctricas y todo lo imaginable en un edificio con semejantes características pasó por los dientes de infames roedores que actuaron aprovechando los sellos de clausura.

¿Quiénes serían? Yo creo que eso nunca se va a saber.

Pero el daño, el millonario daño dejó patente que esa disputa iba para largo.

A inicios del marianismo se dio una temporada en que todo juicio lo perdía. La disputa legal de la Plaza Bicentenario era un ejemplo. Si en los litigios fue superado no ocurrió así a la hora de aplicar la fuerza y poner sellos de clausura.

Con el tiempo, la justicia federal otorgó un amparo a la Universidad Autónoma de Tlaxcala, como legítima comodataria del inmueble. Pero el saqueo y el estrangulamiento presupuestal hacían inconveniente ejecutar la posesión del bien.

Entonces vino el discreto escándalo en voz del rector, Víctor Job Paredes Cuahquentzi: «no nos interesa».

Acaso salió del guión. No era lo que el Ejecutivo esperaría. Tal vez él y sus abogados se hallaban listos para mantener colocados los sellos de clausura, a sangre y fuego.

Y se toparon con el desdén de la Universidad.

Creo que a partir de ese momento, el marianismo se sorprendió con su propio juego… permitimos o alentamos el saqueo que a la postre nos pegó.

Acabar la plaza va a costar demasiados millones de pesos, sobre todo si se encarga el actual secretario de obras, sobre quien abundan pruebas de una corrupción que seguramente lo va a perjudicar.

Pero lo más grave fue que durante el marianismo ese mismo personaje fue el subordinado al cual se encargó diseñar  y ejecutar la obra. Al cambio de gobierno, se colocó otra chaqueta y vivió para analizar la forma en que hundiría a sus ex jefes.

En pocas palabras, servía a una mafia pero se pasó con la otra. Eso se llama traición. Lo quisiera ver traicionando al marianismo con el que viene… ¡claro que es capaz!

El recuento

¿Quién va a pagar esas millonarias pérdidas?, ¿Nosotros?, ¿No le parece injusto?

Ha costado millones de pesos pelear por una causa perdida como lo es la Plaza Bicentenario.

Los costos se fueron al cielo para demoler a los notarios orticistas. Fuimos capaces de gastar el dinero que habría alcanzado para transformar al estado para borrar a esos notarios.

¿Por qué dilapidar?, ¿Es el precio del desconocimiento?, Yo creo que sí, porque al de las decisiones lo mismo lo exprimen dentro que fuera de ese sistema al cual… manda.

Que los episodios culminen con semejante polarización y con este grado de resentimiento social nos habla de un liderazgo bizarro, ignorante y de mala cuna. El aquí y ahora. Medrar ahora que se puede. Descobijar hasta al amigo Tulio. Más o menos como la entrega de Pemex a la IP.

Se hace porque se hace. ¿Y quienes pierden?