El proceso de Morena para elegir candidata a gobernadora siempre estuvo desaseado y nunca consideró una operación cicatriz que minimizará los efectos de la fractura interna que hoy enfrenta.
Ayer, se confirmó lo que siempre se supo y que la ex delegada de programas de desarrollo de la Secretaría de Bienestar del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la diputada federal con licencia, Lorena Cuéllar Cisneros, sería la aspirante oficial de Morena a la gubernatura de Tlaxcala.
La designación de Lorena Cuéllar no se da en los mejores términos. La ex senadora no llega con la legitimación de sus adversarios ni con el respaldo de una militancia que no tuvo empacho en mostrar su abierto rechazo a través de las redes sociales.
Morena se equivocó y no supo manejar su proceso interno para elegir a su candidata a la gubernatura en un estado donde goza de gran simpatía y respaldo ciudadano.
La dirigencia nacional y los dueños de ese partido permitieron la irrupción de la beligerante empresaria Dulce Silva Hernández, quien con chequera en mano y una enorme necesidad de atención se creyó la tonta idea de que podría convertirse en la aspirante al gobierno, cuando su falta de capacidad política era evidente, al grado que retó al dueño de Morena y al máximo representante de la Cuarta Transformación.
Pero no sólo la bisoña política Dulce Silva creyó que Morena viviría un auténtico proceso democrático, pues también la senadora Ana Lilia Rivera Rivera pensó que podría disputar la candidatura del partido al gobierno del estado, cuando era más que claro que esa decisión ya se había tomado desde hace dos años.
Hasta ahora Dulce Silva ha sido la única aspirante morenista en mostrar su abierto rechazo a la designación de Lorena Cuéllar, lo que prácticamente cierra toda posibilidad de una negociación o acercamiento entre ambas, de ahí que seguramente en unos días más la conflictiva y hoy frustrada empresaria desaparecerá de la escena política tal y como llegó.
Ana Lilia Rivera sacará raja política de las circunstancias y seguramente será la que obtenga mayor provecho de la división en Morena. Su grupo tendrá posiciones a diputaciones locales y presidencias municipales, lo impedirá que el lorenismo se quede con todo el pastel.
Se espera que en los próximos días la senadora Cecilia Margarita Sánchez García asuma su cargo y responsabilidad como delegada en Tlaxcala del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, pues urge que imponga orden en el partido que se encuentra confrontado, dividido, fragmentado y sin rumbo para enfrentar las elecciones del próximo 6 de junio.
Lorena Cuéllar debe corregir y virar. Su actual equipo de campaña muestra inconsistencias y poca efectividad y orden. Su estrategia de comunicación no convence y el manejo que tiene en redes sociales es pésimo.
Si piensa que la competencia que enfrentará es del mismo nivel a la que tuvo en el proceso interno de Morena se equivoca. El bloque opositor amplio conformado por el PRI, PAN, PRD, PAC y PS dará batalla.
Ese grupo y su virtual candidata Anabell Ávalos Zempoalteca son los más contentos por los constantes errores e inconsistencias que Lorena Cuéllar ha mostrado en los últimos meses, ya que ha enseñado que es vulnerable y al mismo tiempo ha evidenciado los puntos débiles que tiene.
Nadie puede negar que la percepción de que Lorena Cuéllar no cumple acuerdos y que su designación fue una imposición de López Obrador han ganado terreno entre el imaginario colectivo, situación que si sigue creciendo le puede afectar más de lo que se piensa porque le puede llevar a perder simpatías entre los tlaxcaltecas.
Morena salió debilitado de su proceso para elegir candidata al gobierno de Tlaxcala y su división interna se puede agravar ahora que inicie la designación de aspirantes a diputados locales y presidentes municipales.
En ese partido no se ve a nadie haciendo política.
Su exceso de confianza y su soberbia los llevará a cometer errores que les pueden complicar las cosas. Al tiempo.
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