No hace más que seguir la línea que le trazaron mandos superiores. El afectado, Orlando Santacruz, no sólo enfrenta cuestiones legales, se convirtió en vínculo entre los dos gobiernos, como el objetivo condenable.

Según el presidente de la Sala Electoral Administrativa, crecen las posibilidades de que se anule la elección municipal de Apizaco, debido a que el hoy alcalde electo, el panista Orlando Santacruz Carreño, “rebasó los topes de campaña”.

Podría advertirse predisposición en el juzgador y, en consecuencia un lógico atamiento de cabos nos revela que en este caso particular hay intenciones políticas dispuestas a pasar por alto el frenético pleito iniciado, incluso antes del cuatro de julio, entre el hoy ganador sostenido con alfileres y una serie de frentes, abiertos con visible facilidad gracias a la soberbia como firma de la (su) casa.

Estamos convencidos que este mes ha sido de vida artificial al triunfo de Santacruz.

Y más lo estamos de que en el hundimiento de su causa ya campea una instrucción superior, dispuesta a no contener la llegada de alguien afín, dispuesto a la incondicionalidad, para administrar los destinos del municipio que ha cobrado notoriedad por los dobles diezmos exigidos por regidores a empresarios para tomarles en cuenta en la asignación de obra pública.

Es doloroso confirmar el desencuentro entre el sedicente mega abogado y el grupo político al que se debe. Alguna causa debe haber de peso, que no se pudo hallar un resquicio de solución.

Si alguien, con la bendición e impulso de la red (de Guadalupe Lozano) sentía grandes posibilidades de sentarse en la oficina más grande del palacio municipal apizaquense, pues era Arturo Rojas.

Pero avanzado el trecho electoral se detectó una muy relativa respuesta a dicha causa en las encuestas, por lo que el apoyo, tanto de la red como de otros grupos leales al orticismo, se sesgó hacia el popular comerciante (el zar del WC) y ya una vez alcalde, Reyes Ruiz Peña.

Aquí algo interesante. Primero, Reyes perdió por 151 votos, pero ganó el aprecio del hoy gobernador electo, Mariano González, con quien compartió momentos apasionantes en el desarrollo del proyecto.

Ruiz Peña, salido del gabinete orticista –donde se desempeñó como director de Pensiones Civiles – sufrió la persecución de un Orlando Santacruz que, le urdiría un proceso judicial relacionado con su cargo en el gobierno, y lo encarceló.

El plan era imposibilitarlo para contender el cuatro de julio. Pero falló.

De estas maniobras tomaron nota los respectivos equipos de Héctor Ortiz y de Mariano González, y al parecer, ambos bandos vieron por fin un vínculo a sus intereses: Apizaco.

Pero hacía falta alguien como Orlando, con la suficiente perversidad para conmover a los dos viejos priístas (uno enfundado en un pants panista), de tal suerte que Ortiz, decidiese romper cualquier relación con el sedicente abogado prodigio.

Del otro lado, un propio consultaría al gobernador electo sobre cómo tendría que concluir la Sala Electoral Administrativa (SAE), respecto al bochornoso papel desempeñado por el panista, no solo en las maniobras legaloides y a la disposición de recursos federales –que a final de cuentas lo sepultaron pues su uso rebasó los topes legales.

Y la instrucción ya la imaginará usted.

Al tiempo, Reyes no perdía oportunidad de reunir simpatizantes y organizar marchas. Su nuevo jefe político, Mariano, así lo habría instruido, “para que el caso Apizaco no decayese, sino al contrario”.

Y Ruiz Peña, consistente y sabedor que su persistencia le significa triunfo, así lo acometió.

¿Qué es la moral?

Me llama la atención un evento captado por la sensible reportera Guadalupe de la Luz, en la Central Camionera de Tlaxcala.

Ocurre que dos muchachos gay aguardaban la salida de un autobús.

Se mostraban afecto, pues eran pareja.

Pero eso incomodó al vigilante de guardia en dicha instalación, quien apeló a “la moral” para que dichos individuos abandonasen sus muestras de afecto. Hay “otros lugares”, les advirtió, al tiempo que los condenaba porque eran presenciados por niños, entre otras personas que para el gendarme, pertenecerían al lado normal de la humanidad.

Cómo creé usted que van a reaccionar elementos bajo el mando de un secretario de Seguridad Pública, a quien sus subordinados han llegado a rescatar cuando, el peligros estado de embriaguez mostraba un arma sin importarle la presencia de civiles y niños.

Disculpe usted si le formulo esta pregunta. ¿Qué es más condenable, la pareja gay de la Central o, el militar retirado, embrutecido por el alcohol y, armado, amenazando a personas que lo mismo caminaban por el rumbo que, viajaban en combis, según lo relatan notas periodísticas?

Mientras eso acontece, el obispo de Tlaxcala, Francisco Moreno Barrón, con una cautela, digamos excluyente, se refiere a los matrimonios gay como algo a lo que se debe respetar, aunque advierte que no cejará en inculcar el valor del matrimonio entre personas de distinto sexo, como Dios lo diseñó, pues de ahí viene la familia.
Temas, los dos, de lo más actual.