Cuál será el compromiso o qué favor recibió el gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez de los hermanos Lima Morales para mantenerlos como cercanos colaboradores, pese a sus nulos resultados entregados en la Secretaría de Salud de Tlaxcala y en la dirigencia estatal del PRI, pues lo único que ha hecho ese par es dejar mal parado al mandatario y a su administración.
Es cierto que Marco Mena es un gobernador acotado y sin un equipo capaz que lo ayude a gobernar Tlaxcala, pero esa situación no es culpa de los tlaxcaltecas que hoy en día padecen la incapacidad de los funcionarios estatales que están muy lejos de solucionar los problemas de su incumbencia, ya que conforme han pasado los meses se ha hecho evidente que los miembros del gabinete sólo se limitan a mentir, a dar excusas y lo que es peor, a engañar a su jefe.
Los colaboradores del mandatario tienen mucho que ver en que un sector importante del colectivo imaginario perciba que en la entidad prevalece una sórdida administración, la cual se echó desde el inicio de su gestión en una cómoda hamaca y busca que el tiempo que le resta en el poder pase sin sobresaltos que le implique algún esfuerzo o trabajo.
Un claro ejemplo de lo mal que están algunas áreas del gobierno del estado, es el pésimo secretario de Salud de Tlaxcala, René Lima Morales, quien llegó a esa posición gracias a que su hermano, Roberto Lima Morales (aún líder estatal del PRI), es inseparable y confidente de Fabricio Mena Rodríguez, el poderoso e influyente hermano del gobernador Marco Mena que todo mundo sabe que hace y deshace en la actual administración.
Ese médico que suele burlarse de las desgracias de los tlaxcaltecas que por alguna necesidad recurren a las clínicas y hospitales de la SESA, sigue sin resolver el problema de las quimioterapias suspendidas desde hace varios días a 120 niños, quienes siguen sin recibir su tratamiento porque el gobierno estatal no tiene los medicamentos y al parecer hasta ahora se ha negado a solicitarlos a la administración federal donde sí están disponibles.
El domingo pasado a través de un comunicado oficial, el gobierno de Marco Mena informó que la Secretaría de Salud del Estado (SESA) solicitó los medicamentos que necesitan los pacientes del Hospital Infantil de Tlaxcala, lo cual no era cierto porque hasta el lunes el Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (Insabi) a cargo de Juan Antonio Ferrer Aguilar no había recibido el oficio de René Lima, de ahí que los tratamientos oncológicos no hayan llegado y por ese motivo ayer seis infantes tlaxcaltecas se quedaron sin acoger su quimioterapia.
Los médicos del HIT que atendieron a los infantes tlaxcaltecas confirmaron que hasta ayer miércoles no se tenía el medicamento para los tratamientos y que debían esperar unos días más porque el caso ya estaba en vías de ser resuelto, lo que demuestra que las autoridades estatales no solicitaron las medicinas como se mal informó en el comunicado oficial del pasado domingo.
Lo peor es que los padres de los seis niños con cáncer que protestaron por la falta de medicamento fueron maltratados por el personal médico de dicho nosocomio y los directivos volvieron a culpar de esa problemática al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, cuando está más que comprobado que la SESA no quiere perder la comisión que se estaría llevando por comprar esas sustancias a la filial SAFE que depende del laboratorio PISA.
En otra administración estatal seguramente ya habrían despedido al estúpido René Lima por su reiterada ineficiencia y negligencia, sin embargo nadie se explica por qué ese funcionario se mantiene en su cargo y por qué sigue al frente de una dependencia que opera con un insultante nivel de ineficiencia.
Y así como los enfermos de cáncer enfrentan la ineptitud de ese nefasto funcionario, también la padecen los pacientes con problemas renales que han dejado de ser atendidos en el Hospital Regional de Tzompantepec porque las máquinas de hemodiálisis no funcionan y porque la escasez de material para llevar a cabo esos procedimientos es evidente.
René Lima es insostenible, sin embargo el gobernador Marco Mena tiene la última palabra y él sabrá si lo quita o decide mantenerlo en la SESA para que siga dañando la imagen de su vapuleada administración.
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