Ni la burla perdona la presidenta de la Comisión de Finanzas y Fiscalización del Congreso del Estado, la morenista María del Rayo Netzahuatl Ilhuicatzi, quien en tribuna pretendió venderse como una impoluta legisladora interesada en combatir y castigar la corrupción, cuando en lo obscurito permitió que unos rapaces integrantes de su grupo de trabajo cambiaran el sentido de los dictámenes de reprobatorios a aprobatorios sin que existiera ninguna justificación.

Corta de visión y sin dimensionar el alcance de sus afirmaciones en la tribuna del Poder Legislativo, la limitada diputada puso el dedo en la llaga para evidenciar no sólo que el Sistema Estatal Anticorrupción un una vil farsa en Tlaxcala, sino que en el estado existe un perfecto esquema de protección y encubrimiento de la malas prácticas de los servidores públicos tanto estatales como municipales.

Aunque se estima que se han malversado y perdido más de 4 mil millones de pesos durante los últimos seis años, hasta ahora no hay ningún responsable ni mucho menos algún castigado por ese millonario daño patrimonial que han sufrido las arcas estatales y de los ayuntamientos.

Sólo un idiota o un iluso estarían en condiciones de creerle a María del Rayo Netzahuatl su falso interés por castigar los excesos y el saqueo de los recursos públicos.

Habrá un diputado local que esté interesado en atender su urgente llamado para generar acciones con miras a combatir ese tipo de excesos y sancionar a los responsables. Lo dudo sinceramente.

A quién pretenderá engañar esa nefasta diputada morenista con su repentino deseo de justicia y de llevar a la cárcel a los responsables de ese millonario desfalco, cuando los actuales legisladores han solapado las transas de la anterior legislatura que comandó el voraz priista Mariano González Aguirre, hijo del ex gobernador Mariano González Zarur y también fueron capaces de perdonar en la reciente revisión de las cuentas públicas del año pasado quebrantos en ayuntamientos como Panotla y Yauhquemehcan sin mostrar ningún remordimiento.

Resultan escandalosas las cifras dadas a conocer por la morenista que representa la antítesis de lo que realmente debería ser un diputado de la Cuarta Transformación que impulsa el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. En seis años se habló de un quebranto superior a los 4 mil millones de pesos, lo que representa casi el 22 por ciento del presupuesto que dispone el estado durante un año fiscal. Esa enorme cantidad explica porque cada seis y tres años surgen nuevos ricos en una entidad como Tlaxcala.

Y de esa millonaria cantidad considerada como daño patrimonial, más de mil millones se han malversado entre el 2017 y 2018, es decir, abarcan el gobierno de Marco Antonio Mena Rodríguez y el de las actuales administraciones municipales, lo cual resulta preocupante porque refleja claramente el tamaño de la enorme corrupción que existe en la entidad y que nadie quiere combatir y castigar.

Por tales razones resultan viles mentiras las afirmaciones de la diputada morenista cuando aseguró que: “En esta LXIII Legislatura estamos obligados a no caer en omisiones o en indolencias, pues si sumamos el posible daño patrimonial de la dictaminación de cuentas públicas de los cinco años anteriores y el actual 2018, puede resultar una cantidad de millones de pesos que se desconoce su destino final”.

Y remata con una postura ridícula en el sentido de que: “La lucha contra la corrupción también debe pasar por recuperar lo que le han robado a las arcas públicas del pueblo… nuestra tarea como legisladores es sumar a todas las instancias y dependencias del estado y del gobierno a que esa cuantiosa cantidad no se pierda en los procesos administrativos, legales o en el olvido”.

Su demagogia barata digna de un mediocre priista o panista insulta la inteligencia de los ciudadanos y ciudadanas, porque es obvio que sus palabras se las llevó el viento y en los hechos no moverá ni un dedo para tratar de que se castigue la galopante corrupción de la que ella forma parte.

Un asco lo que pasa en la actual legislatura cuya mayoría prometió no robar, no mentir y no traicionar al pueblo.