Si hay un reproche generalizado de los mexicanos hacia las autoridades es la enorme inseguridad, la cual sin duda fue una herencia de los gobiernos panistas que mostraron su ineficiencia en ese rubro durante doce años y que hoy en día la administración federal del priista Enrique Peña Nieto también demuestra que fracasó.

Un diagnóstico mal elaborado con una lectura parcial de la película en materia de seguridad fue la que al final de la administración de Mariano González Zarur se enseñó al gobernador electo Marco Antonio Mena Rodríguez, quien nunca recibió la información real del problema de la inseguridad en Tlaxcala.

Esa fue una de las razones por las que la seguridad fue excluida de las prioridades del gobierno menista que desde su inicio se comprometió a dar mayor atención a la educación, la salud y el empleo.

A mediados del año pasado, cuando se presentó el Plan Estatal de Desarrollo hubo un intento por corregir el rumbo y se anunció una inversión histórica en materia de seguridad y el incremento del 50 por ciento de la fuerza policiaca estatal, con el propósito de enfrentar el crimen que prácticamente está desatado desde finales del 2016.

La postura del gobierno estatal para combatir la inseguridad fue buena, pero su proceder es extremadamente lento y su estrategia sigue sin dar los resultados esperados.

Los datos no mienten. En los primeros cuatro meses de este año el robo con violencia de automóviles se ha disparado al sumar 161 ilícitos de ese tipo, cuando en el mismo periodo del 2017 se registraron 62 hechos de esa naturaleza.

Pero no sólo creció el robo de vehículos con violencia, sino que ahora esa problemática ya refleja una tendencia en la forma de delinquir. En uno de cada tres delitos de ese tipo cometidos en Tlaxcala se usa la fuerza y armas para llevar a cabo el despojo de la unidad automotora.

Según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública al día se roban en Tlaxcala un automóvil de forma violenta, hecho que resulta grave porque nunca antes se había registrado ese clima de inseguridad.

Esa problemática ha pegado de más a la imagen del gobierno de Marco Mena y hasta ahora no se ha dimensionado el daño.

Héctor Ortiz Ortiz cuando gobernó Tlaxcala se mostró muy sensible sobre el tema de la seguridad, al grado que se dice tenía un pacto no escrito con los delincuentes que operaban en el estado, pues se les permitía vivir pero no cometer sus fechorías en el territorio estatal porque si lo hacían de inmediato eran perseguidos y encarcelados.

El mismo pacto lo habría replicado el hacendado gobernador Mariano González a través de su procuradora Alicia Fragoso Sánchez. Las bandas criminales estarían identificadas y se les dejaba operar a cambio de no afectar de más a los tlaxcaltecas.

Sólo los ex gobernadores saben si lo anterior fue real o no, sin embargo es un hecho tangible que en los últimos 16 meses el clima de seguridad que prevalecía en Tlaxcala se descompuso y que hoy en día observamos ilícitos que antes se presentaban de manera esporádica como los levantones, secuestros exprés, robo de vehículos con violencia, extorsiones y secuestros.

Y ante tal panorama, resultan ridículas las declaraciones del diputado Juan Carlos Sánchez García, quien quiere que el responsable de la seguridad pública en el estado, Hervé Hurtado Ruiz, comparezca ante los legisladores para que explique las estrategias que sigue para enfrentar al crimen.

El empresario constructor metido a diputado y promotor de eventos de lucha libre, dice que tal decisión es producto de un acuerdo de los diputados que esperan que en esta ocasión el funcionario estatal si los obedezca y asista al Poder Legislativo, sin que exista una autorización por parte del gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez.

Antes de ponerse “gallito” valdría la pena que el legislador panista consultara la ley y se enterara del procedimiento que debe seguir para lograr una comparecencia, porque le encanta asumir la actitud de ser un guerrero cuando todos saben que al tipo no sólo le falta cerebro, sino dos elementos necesarios para demostrar su hombría.

El problema de la inseguridad es grave, pero hay algunos bufones como El Saga que lo tratan de utilizar para ganar reflectores y así alimentar su retorcido ego.