Mantendrá el PRI su racha ganadora en los comicios del 2018, es una pregunta que constantemente se hacen en Tlaxcala y cuya respuesta no siempre es favorable, porque no sólo las condiciones son diferentes en estos comicios, sino porque el partidazo luce paralizado y sus aliados se muestran distantes.
Las dos últimas elecciones en Tlaxcala han sido para el PRI. Una fue federal y la otra local. En la primera se hizo de las tres diputaciones federales y en la segunda logró retener la gubernatura del estado con Marco Antonio Mena Rodríguez a la cabeza.
Para obtener esos triunfos el PRI echo mano de todo lo que tenía a su alcance, pero sin duda la estructura que operaba al interior del gobierno del estado fue clave y fundamental para vencer a la oposición que hoy ve debilitado ese sistema que ha sido descuidado en los últimos meses.
Florentino Domínguez Ordoñez, el auto llamado líder invencible del PRI en Tlaxcala, está convertido en un gran simulador. Presume reuniones con la militancia en la mayor parte de los municipios de la entidad, pero no dice que son los priistas de toda la vida, es decir, aquellos que hay que llevar a las urnas para que emitan su voto y que no tienen la capacidad de movilización.
El ex secretario de Gobierno no ha podido sostener un encuentro con el armazón priista que está al interior de las dependencias estatales y que vive un letargo. Es la fecha que nadie asume el control de esa estructura que se siente marginada, maltratada y excluida.
Esa estructura extraña el estilo rudo, intolerante y de presión que ejercía el ex gobernador Mariano González Zarur a través de sus principales operadores, quienes hoy en día fueron echados del gobierno estatal porque simplemente representaban una parte del manchi poder que se negaba a aceptar a un nuevo líder.
La frase mamona de que el PRI es invencible demuestra soberbia y un exceso de confianza que puede tener un alto costo, porque el partidazo podría sufrir en Tlaxcala un descalabro similar al del 2012 cuando perdió las elecciones para presidente de México y senador. En ese proceso sólo pudo ganar una de las tres diputaciones federales que estuvieron en juego.
A la debilidad que muestra el PRI en el estado, hay que sumar el descontento que dos de sus principales aliados tienen hacia la nueva administración estatal porque sienten que no recibieron el trato que merecían.
Nueva Alianza y el SNTE han hecho públicos sus resentimientos. Se quedaron con las ganas de controlar la Secretaría de Educación Pública y ampliar su área de influencia en esa dependencia que está bajo la responsabilidad del académico Manuel Camacho Higareda.
A cambio de la SEP recibieron la Secretaría de Políticas Públicas y Participación Ciudadana donde despacha el gris Lenin Calva Pérez que cobra sin trabajar porque su dependencia de reciente creación no hace nada.
El Partido Verde Ecologista no logró ninguna posición relevante en el gobierno de Marco Mena y su líder local Jaime Piñón Valdivia no goza de la confianza del actual grupo en el poder.
Para nadie es desconocido que el dirigente nacional del Partido Verde, Carlos Puente Salas, ha mostrado en las últimas semanas su alejamiento del PRI por el mal trato que ha recibido su instituto político en las últimas coaliciones es las que han participado juntos.
Hay que tener presente que Nueva Alianza y el Verde Ecologista formaron parte de la coalición que permitió a Marco Mena ganar la gubernatura el año pasado.
Un aliado de esa coalición electoral que si fue consentido fue el Partido Socialista que logró posiciones en el gabinete al ocupar la Secretaría de Turismo. Los votos aportados por esa fuerza política le valieron para lograr cargos y un trato preferencial que los otros aliados no tiene.
Lo malo para el PRI, es el proceso de descomposición que vive el PS, pues hay dos grupos que se disputan el control del partido y que sin dudas afectará su trabajo electoral por la fractura que en breve se dará.
Rosalía Peredo, Patricia Zenteno y Filemón Rodríguez no están dispuestos a ceder el control del partido a los diputados locales Delfino Suárez y Agustín Nava, quienes también son apoyados por los hermanos Pluma Flores.
El PRI invencible es una falacia y su distanciamiento con sus principales aliados es muy real.
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