Que el PRI se alíe con el PAN en la actual condición me suena a darle el avión al Presidente, hoy que viene al rancho a festejar el Día Internacional de la Mujer.
La conducta de Beatriz Paredes Rangel, en el trecho este en el que la alianza con el PAN acabó como pleito de comadres, enmarca una analogía formidable en los terrenos locales, en que los beatricistas (Daniel Herrera, Adalberto Campuzano, Elia Sánchez, Alejandro García, entre los principales) sencillamente no saben para dónde jalar.
¿Con Adriana Dávila? Impensable. ¿Hacia el PRI? Es más probable, pero no con Mariano González, con una mujer, que puede ser la verdadera revelación en este horizonte donde la desganada afirmación del gobernador Héctor Ortiz, de que el PRI podría aliarse con el PAN, me suena a disparate dicho con muy poco análisis de por medio, así como quien refiere algo… por no dejar…
Y esa mujer puede ser Minerva Hernández Ramos.
Los peones del PRI y del PRD, Ubaldo Velasco y Luis Roberto Macías, respectivamente, ya se pusieron a trabajar –por órdenes de Beatriz Paredes – enviando cartas a sus dirigentes nacionales, en las cuales proponen aliarse, para competir en serio el cuatro de julio.
Luego de los traspiés del penoso líder local del PAN, Benjamín Ávila, quien adelantó que el proceso interno de su partido podría terminar abruptamente si el CEN así lo llegase a determinar, se corre el velo tras el cual se hallaba Adriana Dávila, como recomendada de Calderón, quien premia así la incondicionalidad y subordinación.
En consecuencia, el obcecado desconocimiento calderonista respecto a los marcados límites de su partido en Tlaxcala en este trecho polarizante, hace vigente el “aiga sido como aiga sido” en un contexto de inmolación que puede sepultar al orticismo en ese momento tan importante que vive, al cual traduce como ente ganador de elecciones (2004, 2006, 2009).
Claro, la necedad de Calderón es miel para los oídos de sus adversarios priístas, perredistas y un sector cada vez mayor de orticistas que ven inminente y necesaria el re direccionamiento de su fuerza en tanto estructura infalible captadora de votos.
Ya se me hacía rara la conducta orticista en un contexto de rompimientos, traiciones y devaluadas apuestas. La verticalidad del echeverrismo como manual es la única y más congruente explicación en los lamentables tiempos de la mentira como materia prima suplidora del mínimo apego al legado de los fundadores del PAN.
Ahí tendrá usted hoy a un Presidente convencido de que todos creemos que en este entuerto los únicos mentirosos son Nava y Gómez Mont.
Y desde luego ahí tiene usted a Beatriz, aprovechando la sosedad azul que si no fuese por el mérito de Margarita Zavala, inundaría cada acción de un presidente y su partido que parecen apresurar su día D.
Como siempre, habremos de ver el festejo como cobertura de los ominosos impuestos que usted y yo tenemos que pagar sin hacerla cansada. Hoy, por lo pronto, que vivan las mujeres porque así lo dice la agenda presidencial.
Y su derecho a decidir, por lo menos hoy, que es su día, lo habremos de ver debajo del arco del triunfo de estos personajes a quienes se les hace tarde para colgar sus retratos en las escuelas.
Ya se me hacía rara la repentina buena conciencia de Beatriz y su respeto a la vida, esa voz de campaña que tan caro le costó frente a los grupos feministas que la obligaron a replantearlo.
No se necesita ser pitonisa para advertir a una lideresa nacional del tricolor decidida a darle con todo a sus enemigos de última hora, los panistas, con quienes el secreto de la no alianza en el Estado de México, emergió como los muertos mal sepultados y como una muestra de que la ultraderecha tiene paradójicamente a su peor enemigo en el ala derecha del PRI, herencia echeverrista de la Paredes, quien la comparte, ni más ni menos que con su ex secreterio particular y hoy panista de circunstancia, don Héctor Ortiz. Nada más.
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