Entre la política de ayer, dando gracias a mami y a papi por haber llegado a donde estaba y la de hoy, se advierte un progreso plausible.
Es de celebrar que Adriana Dávila Fernández, dejó atrás las referencias familiares como médula de su discurso y, optó por abordar temas relativos a una real propuesta de gobierno. Parece que atrás quedó aquella afirmación de: “gracias papi, gracias mami…” que dibujaban a un personaje incapaz de superar un culto muy limitado de la persona.
La plaza Monumental de Apizaco rebozaba de simpatizantes de la joven política a quien la vida ofrece una importante oportunidad. Cuidar sus alocuciones es requisito mínimo para hacer un papel decoroso en esta etapa coyuntural que habrá de culminar con un nuevo gobernador, diputados, alcaldes y presidentes de comunidad.
Ante su vertiginosa carrera, la ex diputada federal tiene el reto de sumar voluntades en el nuevo contexto del panismo, desesperado por conservar el poder y enfrentado a una dramática crisis que lo llevó, incluso, a aliarse a sus históricos enemigos, los perredistas, dando las justificaciones más incongruentes de su historia.
El paso ya está dado y nadie resta mérito al valor de la ex legisladora. Mas el radicalismo como justificante de su escaso andar en estas lides debiera replantearlo con la búsqueda permanente del diálogo y no con el enfrentamiento como única arma ante la ausencia del lenguaje propio de aquellos, pocos, con la altura de miras necesaria para llegar a la meta.
En este espinoso andar, Adriana debe ser consciente de que sus ímpetus no sean la materia prima para otros que le han visto infalibilidad en la búsqueda de resultados, no favorables.
En otras palabras, Dávila no puede evadirse al limitado espectro electoral del que dispone, porque ahora sus simpatizantes se incrementaron. Ya comenzó a hablar de otros partidos políticos, en caso de que no cuente con el respaldo del orticismo. Pero, al cuarto para las doce y con la exclusividad del CEN para manejar potenciales alianzas, este personaje tiene la oportunidad de no ver el fracaso en perspectiva.
Por lo pronto, un aplauso al discurso que se aleja de la inmadurez, y se mezcla con las ganas de una mujer con todo el derecho de hacer un papel digno en esta elección.
El cachorro del orticismo, ¿el tapado?
Acostumbrados a ver la sumisión de Benjamín Ávila Márquez como líder pirata del panismo en Tlaxcala, no nos extraña que pueda ser cofre del secreto mejor guardado para los intereses de quien le mueve las cuerdas.
Se ha dejado correr la posibilidad de que Antonio Velázquez Nava, sea el varoncito al que se refería Ortiz, como el elemento que busca de última hora incluir su nombre en la lista blanquiazul de la cual saldrá quien contienda con sus colores el cuatro de julio.
Si esto fuese real, sería el sello del orticismo como proyecto que le ayuda a superar ciertos momentos. Uno, el desencuentro con su compañero eterno en estos andares, Julián Velázquez Llorente. Dos, la firme determinación de ganar una elección haciendo a un lado inconvenientes, como la edad del ex secretario de Salud y, superando la tesis aquella de que las nuevas generaciones no tienen derecho – por eso, por ser jóvenes – de aspirar a ser los jefes de quienes nunca se los reconocerán –o sea de los viejos.
Ha de correr más agua en este caudaloso río. Se vislumbran las jugadas maestras. Esta puede ser una de ellas. Y ninguno de los múltiples críticos del ex de Sefoa le podrá restar méritos en cuanto a sus formas, hechas para romper con años de operaciones de carácter cerrado, tan vapuleadas a últimas fechas.
Dispone, según podemos apreciar, de la compleja facilidad opuesta a las operaciones de sustracción.
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