Se trata de refrenar el amenazante avance de la Iglesia Católica, en un súbito cambio no previsto por el PRI

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Seguramente ustedes lo han notado. De manera extralegal pero efectiva, la Iglesia Católica ejerce una abierta competencia electoral. Se nota por ejemplo, en su convocatoria nacional para combatir la posibilidad de las parejas homosexuales para casarse y adoptar hijos.

El tema es inmejorable para autoevaluarse, pero no es el único punto positivo. La abundante feligresía alberga un profundo desprecio hacia el desempeño del Ejecutivo Federal. A partir de ese sentimiento cunde en las clases medias la afición por pegarle a Peña Nieto. Ni se diga de los maestros, de los hipócritas empresarios, y por supuesto de los intelectuales.

Es un momento intenso que, sin embargo se ha sometido al más sesudo análisis en los organismos de inteligencia, en el tricolor, y por supuesto en Los Pinos.

«Dejenlos desbordar sus pasiones… nosotros a lo nuestro», parece se la voz de mando de quien, consciente de su desatinada conducción del país, no ha tenido más alernativa que dejarse vapulear, como parte de un infalible engaño, para ganar elecciones, donde haya el mínimo resquicio, y a costa de lo que sea con tal de no ser desplazados del poder.

El PRI gana con el voto de los pobres porque se ha dedicado a repartir limosnas.

En la mesa

Por eso es inquietante que Peña Nieto se haya reservado hasta ahora la salutacion a dos personajes que ganaron, como pudieron, las respectivas elecciones en sus estados: Marco Mena de PRI en Tlaxcala, y Martín Orozco, del PAN en Aguascalientes.

Del primero sobra recordar el cochinero atribuido a Mariano González, un gobernador impopular y majadero que, sin embargo hizo ganar al candidato de su partido y protegido de Joaquín Cisneros Fernández, heredero de aquella hegemonía desbordante de Joaquín Cisneros Molina, secretario particular del presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Sobre el candidato de Aguascalientes, el panista Martín Orozco, el asunto se pone interesante, pues la Secretaría de Gobernación (Segob) confirmó la intervención de la Iglesia Católica para sesgar el cinco de junio las preferencias electorales hacia el abanderado azul.

¿Que es peor, el chiquero de Mariano, o las santurronerias electorales de quienes apuntalaron el gane panista de Orozco?

Creo que ambas estrategias son despreciables.

Ah, pero al sistema peñista le interesa sobremanera escudriñar en las vísceras de la Iglesia, para neutralizarla, pues ser pasivo ante ellas, le significa el fracaso en la elección de 2018.

Por eso, los cronistas de las cúpulas en el país, insisten en la muy probable nulidad de la elección en Aguascalientes, a cambio de… sacrificar al PRI en Tlaxcala.

Ello acercaría al PRD con el PRI, en un contexto de frente común contra la mafia persignada, muy animada a salirse con la suya en 2018… nada más arrogándose el derecho a poner Presidente.

Es interesante este momento porque se sale del escenario prianista al que apostaba Luis Videgaray.

Podemos estar avizorando un cambio de fondo en aquellos propósitos, a los que opaco la arrogancia albiazul, en cuyos planes -gracias al éxito electoral de junio- no aparece el PRI en primer plano… vamos, hasta podemos estar hablando de un puntapié en el trasero de los tricolores, gracias al formidable respaldo de su muy cercana y poderosa Iglesia Católica.

Lógica

Así que hablar de la eventual nulidad de la elección sin atender a la esgrima en la cúpula es irresponsable y aventurado.

No deja de ser un argumento valioso denunciar los : «no se equivoquen» de Mariano, y la descarada injerencia de Coracyt, en tiempos de campaña.

Pero los intereses en juego le quedan grandes incluso al megalómano Mariano González Zarur.