Quien llegue a gobernador, habrá de soportar la metralla de grupos y poderes que lo despojarán del control absoluto, como el que hoy opera, en lugar de un real liderazgo.
El revés –previsible- de Rosalía Peredo Aguilar, a su hoy ex impulsor, Héctor Ortiz Ortiz, tomó a este por sorpresa y lo motivó a convocarla a una reunión de emergencia, tras la cual, nos enteramos, el gobernador de Tlaxcala habría llamado a la senadora con licencia, a dejar el protagonismo en aras de no desbordar el momento en un improductivo intercambio de golpes.
Y lo sorprendió porque días antes –como se lo informamos – la señora Peredo solicitó una audiencia a Ortiz, en la que se habrían limado las lógicas asperezas que conlleva el proceso electoral entre un sujeto de poder y un personaje dedicado cíclicamente a cotizarse alto, pues esto de la política es un negocio y, tiene que salir dinerito y posiciones cada que los procesos electorales llegan a su inexorable ejecución.
El factor Rosalía nos hace ver lo cercano que estará el próximo gobierno, del partido que sea, al debilitamiento a causa de la presión ejercida por los grupos que hoy disputan candidaturas y mañana la elección constitucional.
Así que quien gobierne verá acotado su ámbito de poder al contrapeso del grupo de Rosalía, o de Mariano, o de Lorena, o de Minerva, o al mismo orticismo –si es que a este le toca mudarse de Palacio.
En el nuevo ejercicio de gobierno, será fundamental el papel del Congreso y los Ayuntamientos, en tanto los grupos de poder que constituyan.
En otras palabras, la legitimidad de quien gobierne Tlaxcala dispondrá de tan apretadas cifras que, el control de hoy será historia y, al contrario, veremos a un gobernador obligado por la abundancia de contrapesos a padecer las consecuencias de la ausencia de liderazgo, en cuyo lugar se impulsó a la gobernabilidad mediante la apuesta a la que el ex rector Juan Méndez se dio en llamar cacicazgo académico.
Vale citar la interpretación que a este asunto da la lideresa nacional del PRI, Beatriz Paredes Rangel, para quien esta molienda se debe a la intensa participación de los políticos en los procesos electorales.
Conste que en este juego de pesos y contrapesos habrá un grupo en el poder, mientras los demás reclamarán su parte de botín. Y lo que podemos ver como una ecuación equilibrante de las parcelas, nos amaga con llevarnos al caos de la ingobernabilidad, porque a tal cabeza de grupo le pareció necesario manotear sobre la mesa cuando algún tema derivó en debate.
El PAN en crisis
Sólo quienes creen en la tela invisible del hábil sastre que encueró al rey se empeñan en no contemplar la gravísima situación en que devino instalar como líder del PAN a un funcionario orticista quien, edificó su carrera política entre la casualidad y la pachanga y, acabó siendo el dirigente extralegal de su partido, cuyo mandato se difunde como, “secretario general con atribuciones de presidente”.
Tal cargo, sacado de la manga de quien realmente manda en el PAN, paga las consecuencias de subestimar el respeto que los albiazules tienen a sus procesos para elegir dirigentes y se topó con pared ante la queja interpuesta en el TEPJF, por dos aspirantes a consejeros estatales frenados por Benjamín Ávila en sus pretensiones. Entonces, estos recurrieron a la máxima instancia quejándose por la ilegitimidad de alguien que ostentando el cargo de secretario general quiera hacer el papel de presidente.
Y de ahí, viene una cascada de problemas para el albiazul.
Y por ejemplo, la cantada candidatura de Domingo Fernández, en el distrito IV ya movió a otros consejeros del PAN, a demandar consulta a la base pasa impedir la imposición de alguien que ni es panista, pero es capaz de unificar criterios (¡!).
¿Qué puede pasar?
Que el dirigente, medio panista, medio orticista, medio legal y medio eficiente, tape sus oídos con cera pretendiendo que los consejeros inconformes acallen su inconformidad haciendo una reverencia.
Nada más lejos de la realidad. Si persiste la intención de imponer al señor Sunday como candidato, pues, acudirán si es preciso, al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, alegando la impronta que para ellos significa que les enjareten a un sujeto que no les cuadre.
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