Se trata de poner muchas leñas al fuego, para iluminar lo más que electoralmente permitan los sesenta años de subir y bajar… ora, no todos son vencidos por la Peredo.
Cuando el secretario de Fomento Agropecuario, Antonio Velázquez Nava, sustituyó a un timorato Ignacio López Sánchez (PRI) en el cargo, pudo verse la intención del gobernador Héctor Ortiz, para blindarse de quien resultó ser su primera aliada en traicionarlo.
La guerrilla de Peredo, argumentando, “promesas cumplidas de Ortiz para beneficiarse y no, a los tlaxcaltecas”, se blande ante la conquista de un territorio, el campo, que por años la conocida luchadora social había detentado y no sólo para arraigar su gran descubrimiento: el voto diferenciado, sino, según parece, para hacer todo un ciclo de negocios que iba desde obtener regalado el fertilizante, darlo a cambio de incondicionalidad de los beneficiados y, predicar una lucha con tintes cuasi guevaristas.
Más no sabía que el ser senadora panista iba a ocasionar tal desgaste a sus propósitos doctrinarios.
Y aunque argumentó en todos los foros contar con más de diez teorías para justificar que la izquierda puede convivir con la derecha y esta a su vez, hacer de los empresarios, utópicos seres capaces de generar riqueza sin trastocar los motivos de una senadora híbrida, nunca advirtió que abandonar el legado de Natalia Teniza la llevaría a sentarse a la mesa del jefe Diego y de Santiago Creel y, de hundirla en ese mundo totalmente palacio del que a sus 59 años es difícil salir, como hoy lo pretende, con un halo libertario y mesiánico de la libadora de todas las mieles.
Mas si de perversidad hemos de hablar, por qué no presentamos en forma simultánea el intercambio que estos dos (Peredo y Ortiz) fueron teniendo a lo largo de su convivencia en su bendito arte de la simulación. Él tomó al PAN por asalto y, ella fue parte del pelotón que ingresó al otrora castillo de la pureza.
A partir de entonces pactaron, con sangre, que no se traicionarían, porque en tal caso, la primera no podría superar al segundo en mañas. Y la historia reciente de ambos lo presenta en una forma espléndida.
Rosalía inventó al Partido Socialista. Ortiz al partido de Manuel Campos.
Ella tuvo 10 intervenciones como senadora panista. Él, le desmanteló su centro de operaciones: el agro tlaxcalteca.
Exigió una candidatura de diputado federal para Víctor Morales Acoltzin. Él no le dio ni el saludo.
Pidió más prerrogativas para su gran caja de ahorro, Fomtlax. Él acotó su operación.
Ella dio coscorrones a Ignacio López Sánchez y lo obligó a ocultarse, llorando, en un escritorio.
Él mandó a su artillero Antonio Velázquez a cobrar la afrenta.
Y desde entonces ha sido una lucha no difundida pero intensa, de la que se advierte un renovado activismo de la legisladora con licencia quien, por ha podido triunfar en cada desafío, pero para su desdicha, contra el tiempo, es incapaz de sobreponerse.
Se trata de echar cuanta leña se pueda a la luminaria efímera (que seguramente tuvo mejores momentos) para que el próximo sepa con quién tiene que tratar, si es que no la quiere como enemiga.
Quien sea, debe operar incluso antes de ser candidato o candidata.
Ya me imagino al corajudo de Mariano, chillando porque la traviesa Rosy le haya asestado un pisotón.
De veras, el tiempo no perdona.
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