Según la UNAM tiene 18 puntos, arriba de Julián Velázquez y Minerva Hernández; lo cierto es que Rosalía es ejemplo de persistencia para conseguir lo que busca.
Parece que la senadora Rosalía Peredo Aguilar, comenzó con una campaña de autopromoción para reafirmarse como cabeza de un grupo que florece desde 1998, sumándose a alguno de los candidatos más fuertes que se disputan el poder en Tlaxcala.
Entonces, inclina la balanza a favor del que más simpatías le representa. Es el maravilloso triunfo de una minoría adiestrada en el arte del voto diferenciado, al que Andrés Elizalde, de la UNAM, coloca en los parámetros del voto volátil.
El que a Peredo se le vea como posible sucesora de Ortiz en el gobierno de Tlaxcala, es algo lejano que ve su primera desventaja en la oriundez jarocha de la legisladora, enfrentada en tal escenario a la exigencia localista del gran elector.
Sin embargo, el nombre de la consistente legisladora no deja de sonar. En doce años cuenta con un interesante patrimonio que lo mismo ha logrado un partido político local que diputados locales, alcaldes y decenas de regidores.
La virtud de Peredo es entregar la estafeta a nuevos personajes que significan liderazgos frescos, cuyo avance no ha podido progresar debido a la firme oposición del gobernador Héctor Ortiz, quien a través de Antonio Velázquez Nava, ganó para su causa a miles de campesinos que hoy, reaccionan a la convocatoria del orticismo.
Mermada su principal fuente de votos y de recursos, Rosalía, no ha dejado de tener una participación constante como legisladora del PAN, pero en sus acciones deja correr la creencia de que sería el PRI el partido que la apoyase ante una eventual candidatura.
Y es en ese camaleonismo que la nativa de Veracruz ha podido explotar el legado agrarista que le heredó Natalia Teniza, un personaje realmente querido por su definición ideológica durante su gran obra: el reparto agrario, previa invasión de cuantiosas propiedades de hacendados que grotescamente eran dueños del estado.
Primero amiga y luego abierta adversaria de Alfonso Sánchez Anaya, la hoy senadora panista atraviesa por una situación semejante en contra de Héctor Ortiz, quien la hizo legisladora, le respeta sus espacios en el gobierno, pero no dudó en quitarle a la base campesina que, para la Peredo significaba fertilizante y poder.
Escuchar el nombre de este personaje a estas alturas suena extraño en consecuencia.
Es, no dudamos, ejemplo de la persistencia para los intereses de su grupo, mas pensar en un proyecto de alta envergadura, sencillamente le está vetado por su incontrolable y cíclica necesidad de poder.
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