En el río revuelto que suele ser el PRI cuando va a las urnas, unos ganan traicionando; esos están de regreso
Noviembre de 1998. El país llamaba laboratorio politico a Tlaxcala. De manera inconcebible la pequeña ínsula tricolor entraba en los terrenos de la alternancia.
El entonces candidato del PRI a la gubernatura, Joaquín Cisneros Fernández, es el mismo que hoy reaparece para intentar la proeza de conservar la hegemonía del partidazo. Lo hace a través de Marco Antonio Mena Rodríguez.
Y si en esos ayeres al PRI le dio la espalda el «rojillo» José Antonio Álvarez Lima, quien mucho hizo para hundir a Cisneros, hoy muchos de los protagonistas de entonces vuelven a encarnar papeles en esta nueva versión a la que llamaremos: «los traidores, 16 años más tarde».
El primero, Álvarez Lima
Con frases como «la moneda está en el aire», el abarrotero apizaquense intentó dar un toque democrático a la elección.
Raro porque su llegada al poder incluso exigió el exilio de Beatriz Paredes Rangel. Y el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari se lo concedió. La envió como embajadora a La Habana. Su lugar fue ocupado por Samuel Quiroz de la Vega.
Pero en su sucesión no se privó de maniobrar para clavar un puñal al corazón del PRI. Y llevó a Cisneros Fernández al precipicio.
Escenarios muy parecidos, los mismos nombres
En dicha elección no estuvo Marco Antonio Mena. Seguramente se hallaba fuera del país, en su formación académica. Sí en cambio administró la campaña de Cisneros, su hermano Fabricio Mena Rodríguez.
¿Operadores? Carlos Bailón Valencia, Javier García (a) el conejo, Lorena Cuéllar Cisneros (hoy rival, en el PRD).
A diferencia de la actual designación de Mena, sin el compromiso del CEN ( para dejar en Mariano toda la responsabilidad ) en el noventa y ocho, el PRI vivió un intenso proceso interno.
El error del partido fue permitir la competencia entre dos grupos que, juntos habrían sido imbatibles: el cisnerismo y el orticismo. Se pyede ver la intención divisoria de Álvarez Lima.
Y Ortiz hizo un tremendo boquete a un Cisneros ávido de votos, no de adversarios.
Héctor Ortiz inicia entonces una movida carrera, primero alcalde de Tlaxcala, luego diputado federal y acaba como gobernador en 2004, imponiéndose al priista Mariano González Zarur.
Hacendado compra franquicia
Paralelamente y con el concurso de Beatriz Paredes, Alfonso Sánchez Anaya, adquiere los activos de un minúsculo perredismo. Y logra, ante el beneplácito de Álvarez Lima, una alianza de partidos (PRD-PT) que triunfa un ocho de noviembre. Y se inicia el fenómeno del voto diferenciado. Y el gobernador en turno hipócritamente se presenta como todo un demócrata.
El tiempo permitiría ver como una casta divina, la del guero de rancho, la de la patología transexenal en el equivocado proyecto de la misma esposa, Maricarmen Ramírez, la de una poderosa secretaria de finanzas, Minerva Hernández Ramos (hoy en las filas del PAN), la del sexenio de los secuestros en manos de los jefes posteriormente ejecutados, Edgar Enrique Bayardo del Villar y Eduardo Osorno Lara.
Ni tanta democracia
Al final de cuentas un priista como Sánchez Anaya, resultó beneficiado de la particular democracia a la tlaxcalteca. Parecía haber hallado su real vocación de Izquierda, hasta ir a dar con Andrés Manuel López Obrador, de quién su reciente separación no fue tersa.
Los ejecutores
El mismo vocero de Álvarez Lima lo es de Mariano González. Se trata de Raymundo Vega Crespo y su contracampaña priista para ayudar al PRD.
Lo era de Tulio Hernández. Y no duden en nuevas contracampañas, está vez en perjuicio de Marco Antonio Mena. Nada más sería cosa de abrir viejas heridas, tan productivas como atiborradas de traiciones, aprovechando el río revuelto en que suele convertirse el PRI cuando va a la competencia electoral.
Mena, los actos de apremio
Si el candidato sigue su rumbo entre anuncios de continuidad y sumisión a Mariano, va a perder un tiempo precioso para aplicar una impostergable operación cicatriz.
Si como ha dicho a medios, “ya busqué a Noé y a Anabell en distintas oportunidades”, y no es más que palabrería para instalarse en el sitio de confort que suele dar el status de abanderado del partido de las mayorías (ajá), le aguarda un doble o triple desmantelamiento que podría arrojarlo al precipicio.
Claro, el peor de sus obstáculos se llama Mariano González Zarur, cuyo tiempo ya se agotó pero, obstinado en seguir acaparando miradas es un fardo difícil de sortear… un montón de fertilizante orgánico con aroma muy desagradable.
Hay elementos como Carlos Bailón Valencia, a quienes no debería afectar avaricia y soberbia de quienes ya sienten el poder en sus manos, pero aún les falta ir a las urnas.
El besamanos de hoy
No tarda la danza de helicópteros y los cortes a la circulación para dar paso a sus majestades, gobernadores indeseables y potentados que se ven mejor en sus lugares de origen.
Ya saben, vienen a celebrar las diabluras del cadáver político que insiste en figurar en el candelero.
Genio y figura. Ya dio la cátedra a Peña Nieto. Ahora cita a mandatarios y otros políticos –no va a faltar el grotesco Diego Fernández de Ceballos– para que le convaliden su gran hazaña de haber defecado sobre su mando supremo.
Por cierto, una de las ridículas aseveraciones de los nuevos ricos del marianismo, el contralor Hugo René Temoltzin Carreto, es su deseo de placearse con Jaime rodríguez Calderón “el Bronco”, gobernador independiente de Nuevo León.
Dice esperar que algo se le pegue del político neoleonés.
No debiera olvidar que el ex priísta tiene –lo que él no- dinero y amigos.
Y cabello.
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