Igual que el soberbio ex mandatario tabasqueño, nuestro hacendado no ve más allá de sus rotundas decisiones, así sepa que sobre él va a caer la ira del presidente Peña Nieto.
Lo encuentro como el enésimo mensaje del alto mando al arrogante señor manchis. La más reciente entrega de la analista Anabella Pezet, en su leídisimo blog El Caldero Político, de Excelsior, hace un símil entre la efímera coronación de Miss Universo –consumada por equivocación en la representante de Colombia, Ariadna Gutiérrez, cuando en realidad correspondía a Pia Wurtzbach, de Filipinas.
Ya saben, el presentador Steve Harvey, pasó a la historia por cometer el oso de su vida. Como en 2012 lo hizo el entonces gobernador de Tabasco, Andrés Granier (una especie de manchis, versión costeña), al imponer a su secretario de salud Luis Felipe Graham Zapata, como candidato a sucederlo, en lugar de hacerlo con Alí de la Torre, entonces el mejor prospecto según lo arrojaban los estudios de la Secretaría de Gobernación.
Por esas fechas, el secretario Miguel Ángel Osorio Chong y el presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell intentaron infructuosamente convencer a Granier de replantear sus propuestas, dando a cada uno la candidatura de, gobernador y senador, según sus posibilidades de triunfo. Granier, como aquí Mariano González Zarur, les dijo, ¡de ninguna manera!
No era un gobernador. Era un dios. Y ni así pudo impedir que sobre él cayera la ira del presidente Enrique Peña Nieto. Granier fue perseguido y perdió su libertad.
Versión corregida
Estamos hablando de la diplomacia de Pedro Joaquín Coldwell (el eterno preferido de Beatriz Paredes). Hoy, es Manlio Fabio Beltrones, quien piensa estrenarse como presidente de su partido haciendo hasta donde pueda porque el PRI conserve el poder en todas las entidades donde irá a las urnas en junio de 2016.
Como Granier en 2012, González Zarur hoy, no considera otra opción más que Ricardo García Portilla o Marco Antonio Mena Rodríguez. Y no quita el dedo del renglón. Sabe de las marcadas posibilidades de derrotas de ambos –al menos esa es la lectura de cada encuestadora usada aquí y en los altos mandos- pero se empeña en no soltar prenda.
Supone que el partido, tomado como coto propio es capaz de cometer las peores mapacherías hasta llevar al poder a quien él diga.
Pero lo que está quedando a la vista de todos es el pacto con la panista Adriana Dávila Fernández, para volcar a su favor toda la fuerza del PRI y llevarla al poder, cuadre o no a los altos mandos del partidazo.
Y la senadora no ha sido cuidadosa en ocultar esa perversidad. Hoy asegura que su nombre va a estar en las boletas, con o sin el logotipo del PAN, y al día siguiente afirma que no dejará a su partido, el que pugna por la dignidad de la gente, presume.
Zona de riesgo
Mariano llevó a su partido a una región harto peligrosa. Asoma el fantasma de la derrota. Lo peor es que él no lo ve mal, es su plan B a toda máquina.
Se atreve, priísta como se dice, a patear las bolas al tigre. Sabe que la ira de Peña Nieto –hoy más en posición que en 2012, cuando la persecución a Granier- caerá sobre él. Y extrañas descargas de adrenalina lo llevan, como el tahúr que es, a apostar aun sabiendo que su juego con cartas marcadas es vigilado por múltiples cámaras tras las cuales, se encuentran los sabuesos de Presidencia.
No es una traición al PRI, es su necesidad por contar con alguien, como él sediento de detentar el poder por el poder, y cumplir a cabalidad el pacto de no procesarlo.
Son días cruciales en su rarísima conducta. Hoy su descrédito ante Peña, Manlio y Osorio, no puede ser peor. Dejó correr las cosas hasta donde el incendio dejó de ser controlable. Arden sus escasos méritos, como aquél de disponer de un PRI adiestrado para doblegar a una oposición en contra de la cual jamás dejó de provocar divisiones.
Pues esos puntos a su favor ya no lo son. Su traición quedó a la vista de todos.
Adriana, viaje en globo
Entre más alto se eleva, más dolorosa será su caída. La senadora que habla de candidatas débiles no esgrime una línea de racionalidad en sus palabras.
Se auto promueve como la bronca de Tlaxcala.
Pero en su favor no hay ni las grandes movilizaciones, ni la gente se desgarra las vestiduras por apoyarla.
Es un factor de puro bla-bla. ¿Su fuerza?, la promesa de Mariano para hacerla gobernadora.
Como candidata independiente cuenta con diez días más por mandato del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) para reunir los requisitos (ese es el palo más reciente al Instituto Electoral de Tlaxcala). A lo mejor le alcanza para lograr potentes manifestaciones a lo largo y ancho del estado, clamando su inclusión en la boleta.
Pero hoy se dice panista y mañana lo desdeña. Su caos interno se le ve en la mirada. Entre más alto sube, más le dolerá la caída. Puede estar fraguando el más escandaloso fracaso de la oposición en Tlaxcala.
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