La circunstancia obligó a Héctor Ortiz a renunciar a su ideóloga y amiga Beatriz y también a hacerse del nuevo mega aliado, que resultó llevar su misma sangre.

Ha de ser incómodo que alguien hable bien de su carnal, cuando se es gobernador y aquél rector de la universidad pública. Son dos de las posiciones de poder en Tlaxcala mediante las cuales los científicos se hicieron con el gobierno.

Los dos sexenios anteriores (José Antonio Álvarez Lima y Alfonso Sánchez Anaya) se habían caracterizado por el desamor al PRI que, remontándonos al régimen de Beatriz Paredes, significaba todo en Tlaxcala.

No era casual que a esta entidad la considerasen un bastión tricolor. Aquí ese partido nunca perdería, es lo que pensaban propios y extraños.

Pero en 1992, cuando Álvarez Lima asumió como gobernador, ya se advertía en él una perspectiva que se manifestó con su descripción del dinosaurio, conocedor para ese entonces de las técnicas para nadar, y por lo tanto para no ahogarse en las aguas turbulentas de la política.

Conste que el político al que hoy podemos leer en Milenio, como uno de los analistas más consultados, imprimía a su frase, “el dinosaurio aprendió a nadar”, situaciones que sugerían a un partido luchando por sobrevivir y no en plena vigencia como ocurría de la época de Beatriz hacia atrás.

Su apreciación era sabia. Para 1998 y por primera vez en la historia de Tlaxcala, el PRI se quedaba a punto de llegar.  O sea, el dinosaurio no aprendió lo suficiente en técnicas de sobrevivencia en altamar. El perredista Alfonso Sánchez Anaya se alzaba con un apretado triunfo y, el tricolor se hundía entre viejas figuras acostumbradas a mandar sin oposición y a vivir como virreyes del presupuesto.

Yo creo que el PRI nunca dejó el poder.

Se dividió en varios grupos, cuyos líderes se encargaron de comprar partidos en tanto franquicias. Y se dedicaron a ganar elecciones.

Sánchez Anaya compró al PRD. Héctor Ortiz, al PAN. Y ahora no hay quien venda una buena franquicia a Mariano González.

Y en ese lapso, los priístas ataviados con trajes amarillos o azules, se hicieron más fuertes.

Compartieron el poder con verdaderos miembros de la oposición a quienes sedujo la idea de alzarse como autoridades. Tenían que darse una oportunidad. Como ideólogos morirían de hambre.

Pero esa fortaleza se dio a individuos, cabezas de grupo, no al colectivo conformante de una gran militancia con dirigentes resurgidos de la Revolución. No, los jugadores siguieron siendo los mismos, no dispuestos a esperar su turno en la fila de la que se adueñó Beatriz Paredes Rangel.

Y siendo del mismo corral, los gallos más gandallas (Alfonso y Héctor) pasaron encima de la encargada de la granja (Beatriz).

Ocurre que Héctor Ortiz, no sólo pasó por el arco del triunfo los alcances de su ex jefa en la CNC, doña Beatriz, sino, comenzó a darle una probada de las mismas técnicas del control absoluto, muy actualizado, que resultaron formidables  tácticas para ganar elecciones.

Es en este momento cuando retornamos al primer párrafo. Héctor ha tenido que renunciar en los hechos a su voluntario beatricismo, porque de no hacerlo no gana elecciones para sí y para su grupo.

Y necesita aliados porque, haber renunciado –no le quedaba otra – a quien acompañó años y años en el difícil oficio de la grilla le provocó una terrible soledad.

Salvo Julián Velázquez Llorente, hoy diputado federal y probablemente candidato a gobernador en julio de 2010, Ortiz no dispone de más compañía, como la que suele dar la actual lideresa nacional del PRI.

Aquí es donde la gente crece o desaparece. Y su hermano Serafín, el rector de la UAT, se apuesta frente a él con la arrogancia de quien será tremendo factor en este proyecto de gobierno en perspectiva.

Estoy seguro que se trata de una decisión fortísima. Más cuando se sabe que pasando su sexto informe dirigirá sus pasos a la ciudad de México, un poco por solidaridad con su gran amigo de circunstancia, el Presidente y, otro, para no vivir los últimos meses de evidente disminución de mando ante el ansia del poderoso grupo al que conformó.

Cambias a la ideóloga de tu vida en la política por un personaje relevante de la investigación que, lo que son las cosas, resultó tu hermano.

No exagero si digo que los soportes de ese poderoso grupo, llamado orticismo descansan en la universidad y que la posibilidad de triunfo, ya sea a través del PAN o de lo que tenga que venir, es muy alta, siempre y cuando se mantenga la cohesión de esta comunidad.

Qué mejor oportunidad de estrechar los lazos cuando los adversarios de este proyecto los llamaron a la reconciliación y quedó de manifiesto que no fue un acierto el haber ordenado replegarse a los legisladores panistas, incapaces de hacer lo que este miércoles logró el rector.

Y quien no vea a Rosalía como otro factor, el que puede inclinar la balanza para uno u otro lado, padecerá la ceguera propia de los perdedores.

Qué cosas, verdad, se requirió de una legisladora panista para exhibir la falta de médula de otros legisladores panistas.

Claro, hay que guardar las dimensiones.