Y a la persistente operación del monstruo de la toxicidad Dow
Que en Tlaxcala concentremos las miradas en el servicio de sanitarios de escuelas, oficinas, restaurantes y todo sitio público donde puede haber un sitio de infección, es una ventaja que nos dejan las enormes pérdidas debido a la emergencia sanitaria.
En las escuelas los baños daban pena. Ya fuera pública o privada la institución que se trate, ese, el servicio de excusados, nos remontaba a tiempos idos de la Europa correspondiente a la Revolución Industrial.
Hoy, gracias a ver que somos vulnerables a virus cuya existencia ni siquiera imaginábamos, también podemos aplicarnos a fondo y esperar que las autoridades metan en cintura a los supermercados, por ejemplo, que por fuera rebozan de colorido pero, en sus bodegas y sanitarios enseñan el lado miserable de sus dueños.
La llamada Coeprist tiene ahora razones más para no ser sospechosamente selectiva y arrear parejo con ricos y pobres, altos y chaparros en tratándose de la exigencia de los servicios sanitarios.
Mire que en este rubro no podemos ser tolerantes.
En los portales de Tlaxcala, por ejemplo, por el hecho de estar muy a la mano, la mayoría de los restaurantes tiene un servicio sanitario espantoso. Y eso que abunda el turismo nacional y extranjero.
Ciertos empleados del ayuntamiento de Tlaxcala son capaces de extraer la basura de esos restaurantes cuando en estos abundan los comensales. Y esos trabajadores parecen ignorar el foco de infección que exponen ante personas que consumen alimentos.
Hoy, debemos darnos cuenta que la enorme mayoría de las plantas de tratamiento de aguas residuales no funciona.
Pero eso sí, nos llenamos la boca diciendo que estamos preparados para cualquier eventualidad.
Ya vio la cantidad de contaminantes y tóxicos que se vierten al río Zahuapan. Que no nos salgan con que antes era uno el comportamiento porque no había un virus como el H1N1 pero, ahora, tras su incómoda aparición, ya nos portamos como gente decente.
A ver, cómo es posible que a estas alturas siga funcionando el monstruo de los tóxicos, Dow en Tlaxcala.
Cómo es que nos alarmamos, nos ponemos frenéticos con la influenza, pero preferimos no observar nuestro nada agradable primer lugar en insuficiencia renal.
Dado que la mayoría de casos de tan doloroso mal se concentra en zonas con amplios sembradíos –de Atexcatzingo a Xaltocan es una enorme franja – nadie puede negar que el uso de herbicidas de Dow y otros guapos de la toxicidad, son los causantes de las múltiples muertes que ni son provocadas por el virus ese raro, pero tampoco movemos un dedo para descubrirlas.
A veces creo que en Tlaxcala somos preocupones de pose, de circunstancia, pero no ubicados en la realidad.
Y que si nos asistiera un poco de honestidad en estos momentos de crisis sanitaria, haríamos un verdadero y profundo examen que ni maquille información y que nos muestre así como somos de descuidados ante la comunidad internacional.
Ya vio que sí es posible que países como Japón y España nos manden ayuda.
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