La verdad de Córdoba nos trae de cabeza a los mexicanos.
Las enfermedades no se dan por decreto. Si el secretario de Salud, José Ángel Córdoba Villalobos, se equivocó al difundir que la maestra Blanca Estela Muñoz Guzmán, de Papalotla, murió por influenza humana, debe reconocer su error, ofrecer una disculpa pública y aceptar que, como humano y como parte de un gabinetazo –recordando a la tragedia llamada Vicente Fox.
Además, los deudos de la maestra Blanca Estela merecen ser indemnizados porque, en este escenario artificial que pudiera dibujar un contenido electoral –perdón por ser mal pensado- sufrieron escarnio público.
Así como los chinos y su muy particular paranoia para desgraciar la vida de mexicanos de visita en su país –de formas tan abyectas como de chale son sus ojos -, en la misma circunstancia, montones de paisanos que acudieron a las exequias de la maestra Blanca Estela, reclamaron “la verdad” a los pobres deudos que nunca tuvieron vela en los yerros del panista Córdoba Villalobos.
Créame, una estupidez como la de Córdoba no debería encadenarse con los interminables eslabones de la mentira, justificada por quedar bien con él, aunque en los hechos sea un completo imbécil protegido por la complicidad Presidencial.
Padecer el desprecio de los paisanos es demasiado triste, sobre todo hoy que, vivimos tiempos de equidad.
Y peor es ver que los funcionarios locales acusan una excelsa brillantez a la hora de inventar, a la hora de eslabonar las partes esas del esquema de mentiras.
Una mentira es una declaración realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa o parcial, esperando que los oyentes le crean, ocultando siempre la realidad en forma parcial o total.
Ahí merito se instaló mister Córdoba y señores que lo acompañan.
Y esto que lo tomo prestado del diccionario Wikipedia, sostiene que una mentira puede ser una falsedad genuina o una verdad selectiva, exagerar una verdad o incluso la verdad, si la intención es engañar o causar una acción en contra de los intereses del oyente.
No vale pues llevarnos al redil de las falsedades genuinas, atribuyendo una muerte por un supuesto virus mutante que trae locos a los gobernantes del mundo, y también a los fabricantes del antídoto.
Como tampoco vale exagerar una verdad… la verdad del señor Córdoba Villalobos, contra lo que humana y científicamente demostró que el funcionario de Calderón andaba mal informado.
Y el mundo no va a derruirse si el señor Córdoba reconoce que la defecó.
Sí tiene que reconocer que gracias a las falsedades genuinas dichas cientos de veces al estilo y con los alcances de Televisa, es que en el orbe nos consideran apestados.
Si andamos mal, pues que de veras andemos en esa circunstancia. Pero si, en el ánimo de reconocer escenarios que no existen nuestra propias autoridades nos madrean, pues entonces pidamos a los chales (o chinos si le parece mejor) que pasen por las armas (de su locura) a nuestras autoridades mentirosas.
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