Los medios, vistos por el gobernador de Tlaxcala, como el tribunal que condena su inacción
Su mecha corta y apabullante soberbia, no deberían sorprendernos, sobre todo en la insistente defensa del estado más seguro.
Tal vez un prudente sesgo del estadista que dice ser, lo habría llevado a reconocer que los malhechores, locales o de otras latitudes, ignoraron su estrategia y desafiaron su sistema, vulnerable y gerencial, al que dedica sus horas aun cuando estas sustituyen capacidad por las necedades de un hacendado con una necesidad urgente de actualizarse.
Y su predisposición a confrontarse con medios de comunicación puso de nueva cuenta esa habilidad distractora muy suya, para abstraer con sus altanerías, la atención de la familia tlaxcalteca, con más de un millón trescientas mil personas, preocupadas por el clima violento de la temporada trágica a la cual Mariano define como, “la nube que se nos cargó”…
Debería superar su debilidad a los elogios de las plumas castradas y en engorda, y advertir que los medios no intentan convertirse en el tribunal que condena su inacción.
Se limitan a narrar hechos, y claro, a cuestionar a quien es responsable de la conducción del estado.
¿Quién lo califica?
La gente. Esa familia de 1.3 millones, capaz de discernir entre las amañadas explosiones de un temperamento incontrolable (ups) y el clima de inseguridad al que sus exabruptos son incapaces de ocultar.
Ese mecanismo se activa sistemáticamente.
Datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de 2011 a la fecha van 224 homicidios dolosos contra 138 registrados en la segunda mitad del sexenio orticista.
Por lo tanto el lenguaje violento con el que el gobernador de Tlaxcala se asume como el de alguien a quien hace falta atención psiquiátrica. Eso sí preocupa:
«No empecemos con cosas que no tenemos, no empecemos con cosas que no tenemos, se lo repito. Lo hemos declarado infinidad de veces, el general, la policía federal, la delegación. ¿Qué quieren que vengan, eso es lo que usted quiere? Yo le pregunto, ¿quiere usted que vengan?».
No hace falta describir el tono arrogante e impetuoso.
Sí, en cambio, sugerir al temperamental político que esas actitudes mejor se las dedique a los verdaderos enemigos del estado, comenzando por la inseguridad que tantas agruras le ocasiona, no menos grave que una corrupción a través de poderosos e intocables comercializadores, constructoras comprometidas hasta el tuétano, y la penosa burla con la cual a familiares se les enriquece en una forma ofensiva, y hasta se les busca inmunidad.
Ahí hace falta ese carácter indomable.
No en la altiva petulancia con la que se digna responder a la bola de preguntones incómodos, cuya única falta es cumplir con una agenda de trabajo pese a la molestia que ocasionan a su majestad.
Blanca retoma el vuelo
Por si no lo había advertido el verdugo del Hospital Infantil de Tlaxcala, el retorno de Blanca Águila Lima, a uno de los sindicatos más influyentes de Tlaxcala, es un claro mensaje enviado por los altos mandos de la ex alcaldesa de Zacatelco, respecto a cómo dilapidó la ayuda ofrecida por un comité nacional que hoy es uno de sus principales detractores.
Ni los ataques marianos de ira fueron capaces de contener el voto de un gremio al cual quedó inscrito el antimarianismo con tinta indeleble.
Doce días han pasado
Desde aquél sangriento cinco de junio ya transcurrieron casi dos semanas.
Los hechos sangrientos se siguen dando. Y de parte de la autoridad, a no ser las ridiculeces de Ernesto “napoleón” Ordóñez, el silencio retumba en el clima nada propicio para apostar al crecimiento.
Aun peor. Tuvieron que pasar esos doce días para que el coordinador de los esfuerzos accediera a abordar el tema.
¿Propició algo trascendente?
No. Nada.
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