Parece que concluyó el papel de la Profepa en la clausura de Ciudad Judicial, ahora corresponde a otras instancias decidir si la obra cuenta con parámetros básicos de transparencia.

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La próxima semana reanudan la construcción de Ciudad Judicial, fue el anuncio hecho por el gobernador Mariano González Zarur, tras sembrar arbolitos por el equivalente a los 2.6 millones de la multa impuesta por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), según publica el periódico Reforma.

Hasta aquí llegó el papel del procurador del medio ambiente, Guillermo Haro Belchez.

Y de manera muy simple, todo quedó en la resiembra de arbustos.

Sin embargo el deficiente papel del gobierno estatal para gestionar las correspondientes licencias de cambio de uso de suelo, evidenció el negocio especulativo con tierras propiedad del ejecutivo tlaxcalteca, las cuales colindan con la superficie de lo que será la sede del Tribunal Superior de Justicia de Tlaxcala, y albergará el importantísimo archivo judicial de la nación entera, entre otros activos de este Poder.

Resuelto el capítulo de daño a la ecología, otras instancias como el Congreso de la Unión y la Auditoría Superior de la Federación (ASF) están listas para intervenir, primero porque la obra incluye recursos del orden federal y luego, por el universo de deficiencias detectadas.

No es tan sencillo como un programa emergente de siembra de arbolitos, “hasta más de los que se dañaron”, según lo expresó el mandatario tlaxcalteca.

La otra parte grave, es el autismo del Congreso local en este asunto.

A excepción de una minoría de legisladores, insistente en que las deficiencias y los negocios en torno a Ciudad Judicial, no vayan al archivo muerto, priva un silencio tan cómplice como lo son los mercenarios listos a llenar sus bolsillos siendo discretos en esta coyuntura.
Conformismo presupuestal

Bajo la extraña bandera de un ahorro presupuestal en materia laboral, Tlaxcala ha tenido en el actual régimen el comportamiento de una entidad federativa desentendida de aquella demanda extraordinaria de recursos iniciada por Emilio Sánchez Piedras.

A un estado que adolecía de una escasa industria y con una infraestructura francamente débil debía inyectársele el aliciente extra a sus habitantes para aspirar a un aliviane mensual en calidad de burócrata en alguno de los capítulos que nos fueron haciendo competitivos en materia de atención al público.

Es curioso pero el mismo tesorero que en tiempos de Sánchez Piedras se dedicó a administrar la generosidad del gobierno federal, es quien hoy nos gobierno y ha renunciado a ella mediante la arbitraria decisión de adelgazar el aparato burocrático y dejar de hacer obras consideradas como elefantes blancos.

El rango del presupuesto de egresos oscila entre los once mil y doce mil millones de pesos a lo largo de los tres años de gobierno.

Mas la información en materia de ahorros por semejante nivel de despidos ha sido tan reservada que pocos la conocen. Y de aquella endeble economía sustentada en el poder de una burocracia que gastaba la mayor parte de sus recursos en Tlaxcala, pasamos a la entidad donde el empleo es al contrario de la bonanza de estados como Querétaro o Guanajuato, donde la oferta de mano de obra es excesiva y rebasa a la cantidad de personal disponible.

Ha sido dolorosa la transición de un estado dependiente en más de 95 puntos de los recursos enviados por la Federación, a la entidad autosuficiente, al grado de sacrificar cientos de empleos con el consecuente perjuicio a la economía local.

La situación empeora porque no solo el presupuesto crece de manera más que discreta, a comparación de estados como Puebla, México o Nuevo León, donde las guarniciones y las banquetas pasaron a un sobresaliente esfuerzo de los ayuntamientos, a diferencia de Tlaxcala, donde el Ejecutivo incluye esas obras, y hasta disputa sus inauguraciones con los munícipes.

El empobrecimiento es notorio. Las obras encarecieron y son de mala calidad, y a los alcaldes se les ha relegado a una posición pasiva, reservada a elogiar la ingerencia del gobierno estatal en un ámbito que en otras circunstancias habría sido superado.